Un vigués en Londres: «Aquí no se lo toman en serio, siguen viniendo a comprar ropa»

SOCIEDAD

Jorge Cuevas Hurtado

Gael Rodríguez acude cada día a su puesto de trabajo en una firma de lujo en unos grandes almacenes ante la incertidumbre por las escasas medidas anunciadas en Reino Unido

18 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Ahí cómo va la cosa?». Es lo primero que pregunta Gael Rodríguez Lago (Vigo, 1986) desde Londres. «Aquí es el quinto día que voy a por papel higiénico y no encuentro», añade constatando que la psicosis no entiende de fronteras. Este vigués reside desde hace casi tres años en la capital británica. Desde allí sufre hoy el aislamiento de su familia, que reside en la ciudad olívica, y la incertidumbre que le generan las medidas anunciadas en el país. «El primer ministro dijo que hay que estar preparados para perder a nuestros seres queridos, familiares y amigos. No me lo puedo creer, no tiene ningún sentido», asegura antes de criticar la actitud general londinense: «Los ingleses no se están tomando esto en serio. Veo movimiento en la calle, e incluso hay gente que sigue saliendo de fiesta por la noche».

Tampoco entiende la falta de celeridad para tomar medidas más tajantes. «Sigue todo abierto, aunque decían que iban a cerrar las fronteras. No sé cómo no lo han hecho ya en España», señala antes de volver a su puesto en una firma de lujo de unos grandes almacenes. «Nos dijeron que si notamos síntomas nos vamos para casa, pero no hay nadie que haya dejado de venir por patologías previas. Tenemos un bote de gel en cada caja, aunque la gente sigue pagando en efectivo, y nos recortaron el horario con la plantilla dividida en dos grupos», cuenta. ¿Puede haber gente que en esta situación siga comprando ropa? «Sí, mucha gente. Sobre todo árabes, nigerianos, rusos... Lo último que vendí fue una camisa», indica.

Lo hace sin ninguna medida de protección y acude a su puesto en transporte público: «En el metro voy surfeando, literalmente, para no tocar nada. Y en el bus espero a que alguien le dé al botón o lo pulso con el codo». Trabaja sin mascarilla para no asustar a los clientes ni guantes para evitar el contacto. Pero su principal preocupación está a dos horas de un avión que sabe que no podrá coger. «Mi madre acaba de salir de una operación, mi padre también es mayor, mi cuñada está a punto de dar a luz, y tanto ella como mi hermano son asmáticos. Siento como si España se desvaneciese de repente, ahora pasa cualquier cosa y no puedes ni ir», apunta.