El mundo científico contiene el aliento por el glaciar del Apocalipsis

Xavier Fonseca Blanco
Xavier Fonseca ISLA LIVINGSTON / ANTÁRTIDA

SOCIEDAD

El hielo que libera el glaciar Thwaites es responsable del cuatro por ciento del aumento global del nivel del mar. La estabilidad del clima del planeta y el nivel del mar depende de la evolución de estas grandes masas de hielo

28 nov 2020 . Actualizado a las 21:19 h.

Observar de cerca por primera vez la pared de un glaciar supone una experiencia que quita el aliento. Uno puede quedarse horas captando las infinitas posibilidades que estos gigantes contienen del azul y el blanco, la textura y su imponente presencia. Escuchar crujir al hielo también resulta estremecedor. Es fácil confundir el sonido con un trueno, pero enseguida uno recuerda dónde está e identifica el origen del estruendo.

En Livingston hay por todas partes. La bahía que acoge a la base científica Juan Carlos I está custodiada por varios frentes que presentan una altura que puede llegar hasta los cien metros. La erosión de los glaciares libera a menudo pequeños fragmentos de hielo que cubran el mar y llegan con la marea hasta la orilla de la playa. El fenómeno se llama «brass» y emite un sonido único, similar a un burbujeo. 

«En las zonas de montaña y en las regiones polares la nieve aparece en invierno y se derrite en verano. Pero si lo que se funde en los meses de calor es menos de lo que cae en invierno, se forma una capa de nieve de un año para otro. A medida que se acumula va ganando peso hasta que por un proceso de compactación se transforma en hielo. Con el tiempo alcanza un tamaño suficiente como para empezar a fluir lentamente hacia el mar. Así se formó la Antártida, que no deja de ser un descomunal glaciar, hace unos treinta millones de años», explica el glaciólogo Paco Navarro.

Navarro lleva tres décadas estudiando el avance y retroceso de los glaciares. «Esta zona de la Antártida se ha calentó a finales del pasado siglo mucho más que el resto del continente. Los primeros quince años de este siglo han sido más fríos, ralentizando la pérdida de masa, pero ahora estamos empezando a notar otra vez un retroceso importante. «Este año todo apunta a una nueva pérdida de la masa glaciar y la principal causa ha sido la falta de nieve. Llevamos unos años secos. Creemos que puede haber una relación con el último fenómeno de El Niño, que fue muy intenso y afectó a la circulación atmosférica», apunta.

La ausencia de la nieve se percibe alrededor de la base, que ha desaparecido por completo. Los glaciares también presentan más grietas que otros años y los guías de montaña deben extremar la seguridad de los científicos. «A nivel global vamos hacia un escenario de disminución de los glaciares. El retroceso se produce con más intensidad en unas zonas que otras. Por ejemplo, en Groenlandia, aunque tiene menos hielo que la Antártida, se está registrando una pérdida mayor.

Aquí está el mar de Admunsen, la zona que más está perdiendo», sostiene. Precisamente en la región occidental de la Antártida se encuentra el Thwaites, conocido como el glaciar del Juicio Final, que tiene un tamaño equivalente al Reino Unido y que está adelgazando peligrosamente. «Constituye sin duda el problema más candente de la pérdida de masa de la Antártida por fusión submarina bajo sus plataformas flotantes y por desprendimiento de icebergs, contribuyendo al aumento del nivel del mar. Representan una zona de riesgo potencial de mayores pérdidas en el futuro», advierte el científico. Por primera vez un proyecto de investigación en el que participan científicos ingleses y estadounidenses tratará de analizar la transformación tan profunda que está experimentando.

Los glaciares se van desplazando hacia el mar por efecto de la gravedad y de la propia densidad del hielo
Los glaciares se van desplazando hacia el mar por efecto de la gravedad y de la propia densidad del hielo Xavier Fonseca

La Antártida concentra el noventa por ciento del hielo del planeta y cada vez que pierde un pedazo, aumenta el nivel del mar. Según el principio de Arquímedes el que hay sobre el océano no tiene efectos, de la misma forma que un cubito de hielo que se derrite en un vaso de agua no aumenta su volumen. En este sentido, solo el hielo que está sobre la superficie terrestre, como el de Groenlandia y la Antártida influye. En los últimos 30 años, la cantidad de hielo que fluye de Thwaites y otros glaciares cercanos casi se ha duplicado. El hielo que libera al mar de Amundsen es responsable del cuatro por ciento del aumento global del nivel del mar. 

 

«También pueden haber cambios en las corrientes oceánicas. Hace unos años no parecía algo poco probable la paralización de la circulación termohalina. Sin embargo los científicos han detectado indicios de que está ocurriendo. Cuando se funde un glaciar aunque libera agua muy fría aunque dulce y, por tanto, con poca densidad. Esta agua impide los intercambios entre océanos y atmósfera. Es un escenario que quedó reflejado en la película El día de mañana. Esto también puede ocurrir en la corriente circumpolar antártica», reconoce Navarro.

La evolución de los glaciares, como el resto de los ecosistemas, dependerá de qué camino decida tomar finalmente la humanidad este siglo. Cuando los tienes enfrente no puedes imaginar un mundo sin ellos. El hielo parece susurrar: «Lo que pasa en la Antártida no se queda en la Antártida».