Esta intensificación de la cizalladura vertical se traduce en un aumento importante de las turbulencias. Los modelos prevén grandes áreas de inestabilidad que los aparatos tendrán que evitar, modificando las rutas convencionales. Como consecuencia, aumentarán el tiempo, el precio y también la emisión de gases de efecto invernadero. El estudio incluso ha cuantificado que la cantidad de turbulencia más violenta en la atmósfera podría duplicarse o triplicarse para el período 2050-2080.