Resuelto el misterio del «Gigantopithecus», el simio gigante de más de tres metros

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN

SOCIEDAD

El análisis de las proteínas de una muela de dos millones de años con una tecnología revolucionaria descarta que la especie proceda de un linaje humano y la asocia con los orangutanes

13 nov 2019 . Actualizado a las 19:58 h.

En la década de los años 30 del pasado siglo los chinos vendían sus muelas como potente remedio tradicional bajo el nombre de dientes de dragón. Pero en realidad no sabían lo que era. No fue hasta 1935 cuando el paleontólogo Ralph von Koenigswald identificó uno de los molares, de más de 2,5 centímetros de ancho, y propuso que correspondía a un primate al que le dio el nombre de Gigantophitecus, un enorme simio herbívoro de más de tres metros de alto que habitó los bosques del sudeste asiático y que se extinguió hace 300.000 años.

Pero había algo que no encajaba en el Gigantopithecus, lo que trajo en jaque a paleoantropólogos de todo el mundo durante décadas. ¿Qué era? Unos defendían que se correspondía con un linaje humano, otros que derivaba de un orangután y no falta quien apostaba a que se trataba de una nueva especie de simio absolutamente nueva y desconocido. El misterio se perpetuó en el tiempo hasta que la reconstrucción de múltiples proteínas procedentes del esmalte de un molar de hace dos millones de años ha despejado la incógnita. Un hito científico protagonizado por un equipo del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, un centro mixto del CSIC y de la Universidad Pompeu Fabra, y por otro del Globe Institute de la Universidad de Copenhague que se acaba de publicar en Nature.

Theis Jensen

¿Qué era entonces? «Es un simio y es un orangután. Esto es lo que hemos resuelto», responde Tomàs Marquès-Bonet, investigador Icrea y director del Instituto de Biología Evolutiva. Gracias a la paleoproteómica el equipo ha logrado comparar el proteoma -las proteínas expresadas en una célula- reconstruido del fósil con una base de datos de proteínas de homínidos conocidas, pudiendo clarificar la posición del Gigantophitecus en la historia evolutiva de los homínidos. Y no, no pertenecía al linaje humano.

«Es del linaje específico de los orangutanes, pero es muy diferente de los orangutanes que hay hoy en día, sus parientes vivos más cercanos, porque se separaron de ellos hace entre 10 y 12 millones de años. Esto es mucho tiempo. Para hacerse una idea, el ancestro común entre humanos y orangutanes, que no era ni una cosa ni otra, sino que es de donde provienen los dos linajes, lo situamos entre 12 y 16 millones de años atrás», explica Marquès-Bonet. Justo después de esta separación incipiente los orangutanes divergieron del Gigantophitecus, lo que explica que los antropólogos tuvieran serias dificultades hasta ahora para establecer una relación entre ellos.

Wei Wang

«Cuando los antropólogos examinaban  los dientes no les cuadraba que fuera un orangután, pero tampoco que fuera humano. De aquí vinieron los grandes debates científicos que se han resuelto ahora», destaca el investigador.

Pero la resolución de esta incógnita no es lo único sorprendente del estudio, sino que también es muy relevante el enorme potencial que abre el análisis molecular para reconstruir la historia evolutiva de especies que datan de muy atrás en el tiempo. Es como una puerta que se abre para desentrañar los misterios de un pasado muy lejano. Incluso de épocas por encima de los dos millones de años, que presentan enormes lagunas para la paleoantropología. Sobre todo si se tiene en cuenta que las proteínas son mucho más estables que el ADN nuclear. De hecho, los restos fósiles más antiguos con ADN conservado del que se pudo extraer información genética datan de hace tan solo 400.000 años.

«Nosotros -apunta Marquès-Bonet- no queremos sustituir los estudios sobre la morfología de los fósiles que hacen los paleontólogos, pero el análisis molecular sí puede ayudarles como un complemento para realizar su trabajo». La técnica empleada con el Gigantopithecus podrá ser utilizada ahora para otros muchos restos antiguos y arrojar luz sobre la historia evolutiva y el origen de los homínidos.