Miguel, el niño muerto siete minutos, al fin tiene cuidador

R. D. Seoane A CORUÑA / LA VOZ

SOCIEDAD

Educación incorporó un profesional más al colegio coruñés

19 oct 2019 . Actualizado a las 10:29 h.

Hicieron falta 37 días de espera, la insistencia de la que solo una madre es capaz y el respaldo de una comunidad escolar, pero finalmente Miguel, el niño que hizo un quiebro a la muerte después de siete minutos sin latido, al fin tiene cuidador en su colegio de A Coruña.

La propia madre, antes incluso que la Administración, comunicaba ayer a media mañana la buena noticia: «Miguel por fin tiene cuidador. Acaba de empezar hoy», decía Alexia Hermida. «Estoy muy contenta, muy contenta», repetía.

Su alegría contrastaba ayer con el disgusto confesado el pasado 10 de octubre. Un mes después de iniciado el curso, el primero para su pequeño de tres años, se quejaba por no lograr que la Consellería de Educación enviase un cuidador más al CEIP Eusebio da Guarda que no le quitase los ojos de encima a su niño.

Miguel, que el 20 de diciembre del 2017 fue salvado in extremis de una muerte súbita, respira con una traqueotomía abierta de urgencia aquella noche de infarto. «Estuvo siete minutos muerto», contó después la madre sobre un tiempo que se hizo eterno y al que, casi sin resuello para reponerse del susto de su vida, siguieron hasta tres paradas cardíacas más. Por eso, explicaba hace poco más de una semana, reclamaba para su pequeño un cuidador propio y durante todo el tiempo. «Tiene tres años, puede arrancarse la traqueo», advertía para sumar argumentos a una petición respaldada por el propio centro, planteada por indicación médica y recogida en el informe de escolarización cuando solicitó plaza para que Miguel ingresase en el circuito educativo. Como todos los niños de su edad.

Hasta ahora, el escolar acudía al cole, sí, pero entraba dos horas más tarde que sus compañeros, a las 11 de la mañana. Aunque el centro contaba ya con dos auxiliares para el cuidado de los niños con necesidades especiales, «son muchos y no pueden atender a todos al mismo tiempo», se quejaba la madre.

El temor a que algo -y nada bueno- le sucediese hizo optar a Alexia por retrasar la entrada del peque a clase los martes y los jueves. Los otros tres días ya tiene que empezar más tarde, ya que Miguel tiene cita en el Hospital Teresa Herrera. En el materno coruñés, el niño sigue recibiendo lunes, miércoles y viernes tratamiento de fisioterapia, logopedia y estimulación para tratar de minimizar el riesgo que amenaza su respiración y paliar las secuelas de su peligroso episodio sin aire. Probablemente, en un futuro, cuando crezca un poco más, Miguel tendrá que pasar por el quirófano para intentar corregir lo que le hace quedarse sin aliento.

Entretanto, para tranquilidad de todos, podrá ir a clase bajo la atenta mirada de una cuidadora que «me han dicho tiene conocimientos de primeros auxilios», agradece la mamá. A Miguel, que ha pasado casi más tiempo entre médicos y enfermeras que con otros de su tamaño y edad, no solo le gusta ir al cole: «Le encanta -dice Alexia-, cuando voy a recogerlo llora porque no quiere irse».