Vanessa Corral advierte de que se trata de una enfermedad que no es exclusiva «de señoras mayores»

andrea presedo

El cáncer de mama no discrimina por edades. Y si no que le pregunten a Vanessa Corral. Hace hoy exactamente tres años que esta joven coruñesa se ponía en lo peor. «Me hicieron una biopsia de un bulto en uno de mis pechos justo el Día internacional contra el Cáncer de Mama», explica. Los temores comenzaron ese 19 de octubre del 2016, pero se confirmarían tan solo dos días después. «Me diagnosticaron cáncer de mama en estadio 2, her2 negativo con solo 34 años. Pensamos que esto solo afecta a señoras mayores y no es así», dice Vanessa de forma tajante.

A pesar de todo, se considera afortunada. Fue gracias a un cúmulo de casualidades que se encontró aquel bulto que le cambió la vida. «La verdad que lo hice muy mal. Soy joven y pensaba que por saltarme una revisión ginecológica no pasaba nada. Hasta que un día me duché sin esponja y me lo noté con la mano. No es que fuera muy grande, pero me fui directa a urgencias», relata.

El día de los resultados de la biopsia Vanessa reconoce que aunque se había puesto ya en lo peor, «siempre tienes la esperanza de que al entrar en la consulta te digan que no pasa nada». No fue su caso: «Al ver la cara de la doctora ya supe lo que había». Relata que al recibir la noticia se quedó muy seria, «solo quería saber si iba a sobrevivir». A día de hoy el cáncer de mama tiene una supervivencia superior al 80 %.

La fase de curación

«Ocurrió todo tan rápido que no te da tiempo a asimilarlo», dice esta joven coruñesa. Dos semanas después de su diagnóstico ya le habían extirpado el tumor. Luego llegó la quimio. «Tuve miedo porque todos te lo pintaban muy negro, pero al final el León no fue para tanto», dice pausada. Y eso que sufrió todos los efectos secundarios ‘de libro’: náuseas, cansancio, caída de pelo... «Mi regalo de Navidad fue quedarme calva». No malinterpreten su mensaje, Vanessa lo cuenta entre risas: «Hay que tener una buena actitud. Al final eso es lo que menos te importa. Yo hasta bromeaba diciendo que tenía cabeza de kiwi», explica.

Pero el tono de su discurso cambia radicalmente a la hora de hablar sobre todas esas personas que se dedican a cuidar a un paciente de cáncer. «Yo lo pasé muy mal, pero ellos no se quedan atrás. Es un trabajo muy duro. Tragan mucho y no quieres verlos llorar», dice. Vanessa quiere poner en valor la importancia de ser ese bastón en el que apoyarse cuando parece que una se va a derrumbar.

Superada la quimio, la radioterapia fue «muy llevadera». Pero el verdadero tratamiento a largo plazo al que se tiene que enfrentar es la terapia hormonal. «Como mi cáncer es hormonal, de lo que se trata es de mantener los niveles de estrógenos bajos. Para ello me han provocado la llegada de la menopausia a mis 35 años», explica. Con todo, se muestra positiva: «Acabaré con el tratamiento a los 40 y, si todo va bien, volveré a menstruar».

¿Y ahora qué?

Vanessa recuerda sentirse perdida una vez en remisión. «Los médicos te dicen tienes que retomar tu vida como si no hubiera pasado nada. Es difícil, ya no eres la misma. Ni siquiera tu aspecto físico es el mismo que antes. Te entra miedo, pero no por ello eres una cobarde», dice. A día de hoy todavía está trabajando en ello. Para ello, no dudó en pedir ayuda. «Rosa, mi psicooncóloga de la Asociación Española contra el Cáncer, me ayudó a entender que sigo siendo la misma o, en todo caso, una versión mejorada», explica. Para Vanessa es ahora su «momento de duelo» y acudir al psicólogo le está ayudando a canalizar sus sentimientos. «Mil veces te vas a preguntar si ha sido tu culpa. No lo es», sentencia.

Dice humildemente que tiene que esperar a pasar cinco años sin la enfermedad para considerarse una superviviente. Puede que sea así en la teoría, pero en la práctica lo tiene más que conseguido. «De esto se sale». El mensaje con el que hay que quedarse.

Isa Pascual: «No llega con hacerse mamografías, hay que autoexplorarse a diario» 

Isa Pascual es otra de las muchas mujeres que han podido superar un cáncer de mama. Su historia evidencia la necesidad de «autoexplorarse a diario». A sus 50 años, Isa ya llevaba diez haciéndose una mamografía anual. «No hacía ni un año de la última cuando me encontré un bulto en una mama», recuerda. En Galicia, son ya más de dos millones las mujeres que se han sometido a pruebas de detección precoz dentro del programa de la Xunta, consiguiendo reducir en un 30 % la mortalidad de esta enfermedad.

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Recibir el diagnóstico fue devastador. Tenía un «cáncer bastante agresivo en estadio 2». En ese momento «estaba sola. No pude ni decírselo a mi madre porque tenía Alzhéimer», confiesa. No obstante, reconoce que tras ese primer momento, recibió «mucho apoyo por parte de mis amigos».

A diferencia de otros pacientes de cáncer de mama, Isa quería saber «todo a lo que me iba a enfrentar». Así que buscó ayuda psicológica en el Grupo Español de Pacientes con Cáncer (Gepac). Allí le enseñaron a prepararse para fases de la enfermedad, como la quimioterapia o el tratamiento hormonal que recibiría después. «Me produce mucho cansancio, pero eso no me ha impedido en ningún momento continuar con mi vida», dice. Esta mujer señala la importancia de continuar con «las actividades que te hacen feliz». En su caso, encontraba un momento de desconexión con el teatro. «El cáncer es una enfermedad como otra. No hay que rendirse, sino seguir con el día a día», afirma llena de optimismo.

Año y medio después de su diagnóstico, Isa ha vuelto a su puesto de trabajo. Su vida nunca llegó a pararse.