Arqueólogos gallegos descubren en los Pirineos dos dólmenes a más de 2.000 metros de altura

redacción LA VOZ

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Los monumentos fueron levantados por pastores del Neolítico, por lo que el hallazgo ayudará a entender por qué eligieron este lugar para enterrar a sus difuntos

18 oct 2019 . Actualizado a las 10:21 h.

Dos dólmenes situados a más de 2.100 metros de altitud. Son los que ha encontrado un equipo de arqueólogos dirigido por científicos del Instituto de Ciencias del Patrimonio de Santiago (Incipit-CSIC) en el Parque Natural de los Valles Occidentales, en el pirineo de Huesca. Los monumentos funerarios probablemente fueron levantados por pastores del Neolítico, por lo que el estudio del hallazgo también ofrecerá pistas para conocer los motivos que los llevaron a realizar este tipo de construcciones.

El trabajo, dirigido por Jorge Canosa Betés, contribuye a que los dos dólmenes, así como otros 50 monumentos prehistóricos conocidos previamente, pasen a ser incluidos en el inventario del Gobierno de Aragón. De esta forma, el parque natural, próximo a la estación de montaña de Jaca, se convierte en una de las áreas de los Pirineos con mayor densidad de sitios arqueológicos documentados.

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La investigación se enmarca dentro de un proyecto sobre los primeros pastores del Pirineo y su forma de ocupar y entender los espacios de alta montaña. La iniciativa forma parte del trabajo de tesis doctoral de Jorge Canosa, que trata sobre la configuración de la monumentalidad de los paisajes durante la prehistoria y está dirigida por Felipe Criado y Pastor Fábrega.

Podrían aparecer restos humanos

«Los dos dólmenes identificados están formados por un túmulo circular de unos 15 metros de diámetro a base de rocas calizas y una cámara sencilla de grandes losas anaranjadas. La estructura de ambos está completamente desmoronada y ninguna de las losas sigue en pie y no se puede descartar la posibilidad de que todavía se conserven restos humanos y de ajuar interior», explica Jorge Canosa.

Los pastos de la montaña pirenaica fueron aprovechados por los rebaños de los grupos humanos neolíticos que levantaron estos dólmenes para enterrar a sus difuntos. Pero los lugares donde ubicaron las sepulturas no fueron casuales. La dureza del clima de alta montaña impedía pastar a los rebaños durante los meses fríos, por lo que la presencia de estos grupos humanos era solo temporal. A falta de fronteras, reglamentos y límites municipales, una forma de reclamar el derecho a explotar los mismos pastos al año siguiente era demostrando con estas tumbas que sus parientes habían estado allí con anterioridad, por lo que la localización de los dólmenes es estratégica.