Miguel Cabanela: «He operado a jeques árabes y a un vicepresidente de los Estados Unidos, pero el rey Juan Carlos fue un reto»

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO

SOCIEDAD

SANDRA ALONSO

El prestigioso cirujano ortopédico asegura que Trump «miente como un bellaco, hablar de él me sube la tensión»

21 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Responde sin medias tintas a todas las preguntas. Miguel Cabanela (Mondoñedo, 1942) es uno de los cirujanos ortopédicos más prestigiosos del mundo, cuya carrera está vinculada desde hace medio siglo a la clínica Mayo de Estados Unidos. Estos días participa en Santiago en el primer congreso mundial de médicos gallegos, aunque su salto a la «fama» mediática se produjo cuando operó al rey Juan Carlos en el año 2013.

-Lleva medio siglo en Estados Unidos, ¿en algún momento se planteó regresar?

-He tenido oportunidades de volver, no a Galicia, pero me llamaron de Madrid y Barcelona. Una de las veces lo pensé seriamente, pero uno no toma decisiones sin  investigar a dónde va a ir. Lo averigüé y era un nido de víboras, por lo que dije que no. Realmente tengo tal amor por la clínica Mayo que me sería muy difícil cambiar, y hoy ya es demasiado tarde. Ahora soy médico suplementario en el staff, sin sueldo, por lo que hago lo que me da la gana.

-Trabaja en la mejor clínica de Estados Unidos, pero la sanidad pública española también recibe muchas alabanzas, ¿tiene algo que envidiar la sanidad española a la americana?

-La sanidad pública americana no existe, o existe pero de forma rudimentaria. La privada quizás es la mejor del mundo y también la peor, porque hay hospitales de muy mala categoría. Estos días he tenido la oportunidad de visitar el hospital Álvaro Cunqueiro, en parte porque lleva el nombre de mi padrino, y pasé tres días con su hijo, mi compañero de aventuras cuando éramos críos. El director me enseñó el hospital y es bellísimo, da sensación de optimismo al entrar, lo cual es bueno cuando uno está enfermo. Funcionalmente está muy bien pensado, hasta tal punto de que no he visto un hospital de ese nivel en ninguna parte del mundo. La sanidad pública es infinitamente superior en España, quizás sea una de las mejores del mundo. La privada me iría a la americana porque es el sistema de salud que prevalece, ya que en Estados Unidos hay unos 40 millones, una población equivalente a la de España, que no tiene acceso a cuidados médicos.

-¿Ha empeorado esta situación con la llegada de Trump?

-No soy uno de los 38 o 40 millones de americanos que adoran a Trump, el resto diría que lo aborrecen, y naturalmente estoy en ese grupo. Para Estados Unidos ha sido una catástrofe a nivel interno, y externo ya no digamos, ha destrozado la política exterior del país. Nunca fue perfecta ni mucho menos, pero la ha hecho polvo, está arruinando el país, miente como un bellaco, me estoy empezando a acalorar y me sube la tensión. Mejor no hablar de Trump.

«Trump miente como un bellaco, mejor no hablar de él, me acaloro y me sube la tensión»

-Uno de los temas del congreso es la política de repatriación de médicos, ¿se fugan los médicos gallegos?

-De muestra un botón (dice riéndose en relación a su situación), ha habido esta fuga pero por razones diferentes. Hace 50 o 60 años uno se iba para adquirir conocimiento, lo que ocurre es que una vez que se va se aclimata, y una de las cosas buenas que tenemos los gallegos es la facilidad de adaptación. Ahora hay una fuga temporal, gente que se va para adquirir algún conocimiento específico, pero al final vuelven.

-Se ha dicho que el hecho de que los profesionales de la sanidad pública cobren igual no incentiva la excelencia, ¿cree que es cierto?

-Vengo de un sistema casi comunista, en el sentido de que todos cobramos lo mismo, y hay gente que ingresa más dinero y otros menos. Esto evita uno de los grandes problemas, las discusiones entre compañeros. Lo que ocurre es que esta política presupone que uno va a dar siempre el máximo rendimiento, y de hecho la gente de la clínica Mayo es de ese tipo de gente, personalidades tipo A que están siempre empujando. En un sistema como el español diría que tener sueldos uniformes es importante pero creo que tanto el médico como el resto del personal sanitario están infrapagados. Estar bien pagado tiene otra ventaja, no tener que ir a la privada. Veo aquí hospitales maravillosos e impresionantes pero pocas horas de trabajo, es increíble que a las tres de la tarde no quede nadie. Nosotros empezábamos a las siete de la mañana, pero a las 7 había que hacer la incisión, y operábamos hasta terminar el programa. He llegado a hacer ocho o diez operaciones al día, así uno aprovecha el hospital, aunque es verdad que estábamos muy bien pagados y no teníamos que ir a trabajar a ningún otro sitio.

«La política en la que todos cobramos lo mismo está bien, pero presupone que uno va a dar siempre el máximo rendimiento»

-Ha operado en la mejor clínica y en países del tercer mundo, ¿es difícil adaptarse a un contexto tan diferente?

-Es una de las mejores cosas que he hecho en mi vida, quizás la más importante. Al cirujano le gustan los desafíos, y una de las razones por las que la cirugía en el tercer mundo es tan enriquecedora es porque es un reto, trabajar en condiciones muy diferentes a las que uno tiene en casa y con instrumental muchas veces de tercera o cuarta categoria, es una experiencia increíble.

-Hablando de retos, ¿fue la operación del rey Juan Carlos el mayor reto de su carrera?

-Desde el punto de vista psicológico probablemente sí, por ustedes, era una cosa de locos, en mi vida me había visto metido en una situación similar y he operado a jeques árabes y a un vicepresidente de los Estados Unidos. Desde el punto de vista de estrés antes y después de la operación, sí, pero desde el punto de vista profesional el problema era relativamente facil.

-¿Ahora se lo habría pensado?

-Ha pasado mucho tiempo y se me ha olvidado lo malo, solo queda lo bueno. Fue una experiencia realmente buena en el sentido de que he tenido la oportunidad de conocer al rey, al rey de mi país, y es una persona encantadora.

-Dijo en una entrevista que su padrino, Álvaro Cunqueiro, no le perdonó que se fuese a Estados Unidos.

-Y hasta cierto punto es verdad. Él me dijo, "¡pero si esos no saben hacer las cosas nada más que complicándolas! Nos hemos comprado un linotipia americanana que se rompía todo el tiempo y tenía 17.000 piezas, luego cogimos una alemana con la mitad de piezas y que funcionó siempre». Sí, no le gustaba nada Estados Unidos, y eso que en Texas hay una universidad en donde se hizo una tesis sobre él.