Cabo Vilán conquista a los gallegos

Antía S. Aguado / C. R. LA VOZ

SOCIEDAD

SENÉN ROUCO

Tras la encuesta realizada por La Voz, el faro da Costa da Morte se postula como el más popular de Galicia

22 ago 2019 . Actualizado a las 18:17 h.

«El viento aullaba y rugía. El faro perforaba la oscuridad». Así reza Stephen King en El Resplandor. Una frase plasmada entre sus páginas que podría haber tenido como inspiración cualquier punto de la Costa da Morte. Como ventanas al Atlántico más enfurecido, los faros han sido inertes espectadores de muchas tragedias. Pero también constantes, y privilegiados, concurrentes de la venerada, e inigualable, costa gallega.

Aunque dos personas miran la realidad con diferentes ojos, gran parte de los lectores de La Voz han puesto en común su pensamiento. 44 faros, 1.498 kilómetros y 5.365 votos después, han hablado. Y Cabo Vilán ha terminado por conquistar a los electores.

Cabo Vilán, Camariñas (1.300 votos)

ANA GARCIA

Un imponente entorno acompaña a los veinticinco metros que se levantan sobre los acantilados. Del primer faro que algún día llegó a iluminar el camino tan solo quedan ruinas. En sus cercanías se erigió el faro actual. Corría el año 1896. Un túnel desemboca en su característica planta octogonal. Y, tras más de 200 escaleras, el océano se muestra ante los ojos de muy pocos privilegiados. Un cuadro de ensueño. Y un sinfín de posibilidades para aquellos que se pierden entre la unión del cielo con el mar.

JOHNATAN LORENZO. TEMPLAR DRON

El idílico lugar siempre dejará un espacio para el recuerdo de los que ya no están. Casi 130 años han transcurrido ya desde la tragedia del Serpent. El torpedero de la Royal Navy abandonaba el puerto inglés de Plymouth, y un punto figuraba en su mapa de ruta: alcanzar la costa africana. Pero el cuerno de la Punta do Boi truncó el viaje. Y muchas vidas. El Atlántico se tragó 173 hombres.

No es de extrañar que Emilia Pardo Bazán se rindiera ante tan abrupto paisaje, y tan fatal destino: «Existe en mi tierra una costa brava que recibe, en el lenguaje popular, el nombre de Costa de la Muerte. La niebla se condensa y espesa de tal modo, que el marino más experimentado corre al naufragio sin advertirlo».

Faro de Cabo Prior, Ferrol (852 votos)

ELOY TABOADA

«Tiene más parte técnica y de conocimiento de lo que piensa la gente, y menos romántica». Mercedes Aranceta, farera de Cabo Prior, Prioriño Chico y da Frouxeira, rompe los estereotipos. Y lo hace dejando de lado cualquier romanticismo imaginario que puede tener una profesión que lleva siendo su vida desde hace más de 30 años. «Mi día a día es como el de mucha gente. No solo estoy en un faro, llevo 31 luces. Con lo cual, estoy prácticamente con el coche para arriba y abajo, haciendo revisiones. Muy poco prototipo de lo que se espera».

Los duros inviernos al borde de la costa, dejan paisajes que, vistos desde fuera, enamoran. Pero que, desde dentro, pueden llegar a ser estremecedores. Y, aunque siempre con mil ojos pendientes de evitar una posible avería, Mercedes reconoce que hay veces que le «impresiona». Recuerda sus tres años en el faro de Illa Pancha. Años en los que, durante el temporal, sentía cómo el mar le «pasaba por encima».

«Los faros funcionaban con petróleo, con aceite de oliva... Varias personas antendían un mismo faro. Pero ya desde hace muchos años, están automatizados con células fotoeléctricas. Por un lado hay menos avería mecánica, pero hay más avería electrónica». Así resume una evolución sobre la que reconoce no haber cambiado «tantísimo».

Una de las pocas mujeres en un mundo mayoritariamente de hombres. «No querían mujeres. De hecho, solían entrar una, o dos, por oposición como mucho». Y, a pesar de los obstáculos interpuestos para acceder, Mercedes no se rindió. Dos oposiciones y un posterior ingreso, disfruta de «una vida estupenda, perfecta», en la que no echa nada de menos. Y es que, de libertad, sabe mucho.

Su sobria fachada, y los verticales acantilados que lo alzan, convierten al faro de la parroquia de Covas en un indispensable del litoral gallego. En pie desde 1853, se guarda en un emplazamiento esculpido por la naturaleza. Descendiendo por su escalinata de piedras, se abre un paraíso.

Torre de Hércules, A Coruña (697)

PACO RODRÍGUEZ

Símbolo gallego, se erige empequeñeciendo sus alrededores de la península coruñesa. Seña de identidad entre sus iguales, y venerado desde hace siglos, es el único faro romano que prosigue en su misión. Que prosigue iluminando, desde la distancia, a todos aquellos que surcan el golfo que, años atrás, Otero Pedrayo dio el nombre de Ártabro.

De A Coruña a Nueva York. De la Torre de Hércules a la Estatua de la Libertad. Más de 5.000 kilómetros de tierra y mar separan a estos dos patrimonios de la Humanidad.

Poco importan las innumerables escaleras que serpentean en el interior de la torre. Alzando a los visitantes hasta lo más alto, son recibidos por una prestigiosa panorámica de la ciudad. A sus pies, el vaivén de las olas acompaña a los motivos de los países celtas proyectados en la Rosa de los Vientos. Bajo tierra, descansa la cabeza que, un día, perteneció a Gerión.

XOSE CASTRO