«Yo no tuve la culpa. Comí la carne mechada contaminada y perdí a mi hija por culpa de la listeriosis»

SOCIEDAD

Teresa y su pareja en el hospital
Teresa y su pareja en el hospital CEDIDA

Teresa sufrió un aborto a las 18 semanas de gestación por el brote que ya afecta a 131 personas

21 ago 2019 . Actualizado a las 18:41 h.

Teresa Reyes y José Fernández fueron a cenar a la casa de los padres de él. Su madre, la suegra de Teresa, decidió poner un «tapeo» previo, entre otras cosas, con una carne mechada muy rica que acababa de comprar en la carnicería de un supermercado de confianza. Teresa, de 37 años, estaba embarazada de tres meses y medio. Comió un poco de todo, también esa carne mechada porque « estaba cocinada y no está entre los alimentos que no puedes comer durante el embarazo».

Fue en los últimos días de junio o los primeros de julio, no recuerdan bien la fecha. Un mes después esta mujer perdió a la niña que esperaba. Ahora ya sabe por qué fue, pero hasta llegar al origen de todo han pasado muchos días. 

La primera alerta saltó el 12 de julio cuando Teresa ya se había encontrado mal. Entonces, pasó por un proceso de vómitos y diarrea, pero sin fiebre. «Asustada, me fui al hospital Materno Virgen del Rocío de Sevilla. Allí vieron que el bebé estaba bien y me quedé unas horas en observación. No me hicieron analítica de ningún tipo. La doctora me dijo que con ese cuadro no era acudir a las urgencias de un hospital, que era suficiente con ir a mi médico de cabecera», cuenta por primera vez. «Voy atando cabos día a día». 

El día 30 de julio su estado empeoró radicalmente. «Comenzó a dolerme la cabeza. Me tuve que tomar un paracetamol, pero el malestar aumentaba. También tenía mucha tensión en el cuello. Me fui a la cama pronto y a las 4 de la mañana tuve que tomarme otro calmante porque la cabeza me iba a reventar. Aguanté cuanto pude hasta que le pedí a mi hermana que me llevara al médico. Acudimos a las urgencias del hospital más cercano al pueblo sevillano donde vivimos, Villanueva del Ariscal», cuenta a través del teléfono. 

«Llegué con 38 y medio de fiebre y cada vez peor, tiritones, vómitos... Me hacen analíticas de sangre, de orina y me ponen analgésicos. Los resultados de todo son buenos y me mandan a casa. La cosa no mejoró. La fiebre llegó a 40 y me fui al hospital Materno Virgen del Rocío, otra vez. El bebé estaba bien, pero con mis síntomas empezaron a sospechar. Ahí fue cuando me hicieron el cultivo y me dejaron ingresada. Las pruebas tardaban unos tres días, pero decidieron ponerme el antibiótico porque estaba claro que se trataba de una infección», explica Teresa. 

Los dolores no cesaban y a las pocas horas de ingresar, tras un manchado, descubrieron que no había latido. «Me propusieron descansar y esperar al día siguiente para proceder con el parto, pero no aguanté. Tenía una presión muy intensa. Me levanté para ir al baño, se me partió la bolsa y mi bebé salió. Di a luz en el baño del hospital. Después, tuvieron que hacerme un legrado en quirófano», asegura que eso pasó 24 horas después de haber ingresado. 

Dos días más tarde, con los resultados de las pruebas, los médicos le confirmaron que se trataba de una listeriosis y que esa infección había provocado el aborto. Teresa había perdido otros tres bebés, pero en este embarazo todo iba bien. «La ginecóloga me dijo que fue la mala suerte de comer algo en mal estado. Todo iba perfecto hasta ese momento», se lamenta. 

«Estoy dentro de los 12 primeros casos así que no sabíamos nada. Me explicaron qué era la listeriosis y me pidieron que recordara todo lo que había comido en las tres o cuatro semanas previas. Algo imposible, muy complicado. Yo había comido en muchísimos sitios», dice Teresa. Ella tuvo que seguir ingresada unos días más y el tratamiento con antibióticos no terminó hasta el pasado 16 de agosto. 

«Cuando vi en televisión que había un brote por esa carne mechada en concreto, es cuando ya llamo a mi suegra para comprobar si la que habíamos comido en su casa era de La Mechá», afirma. Efectivamente, era de esa marca. «Mi pareja, mi cuñado y mis suegros también se habían encontrado mal. Una especie de gastroenteritis sin ir a más. Llegó con ir al médico de cabecera. En mi caso pasó lo que pasó», dice Teresa. 

«Durante días y días me pregunté qué había comido que no debía, al descubrir esto me siento impotente. Ahora mismo, queremos tomar todas las medidas que hagan falta para buscar alguna responsabilidad. Con la ayuda de Facua, emprenderemos las acciones necesarias. Yo no tuve la culpa», asegura desde su casa.