Festival de Revenidas, donde la sardina se hizo festival

SOCIEDAD

OSCAR VIFER

Revenidas volvió a convertirse en lugar de encuentro para familias y amigos de la música, para vecinos y foráneos, que compartieron mesa y pescado asado

11 ago 2019 . Actualizado a las 17:55 h.

Es tiempo de festivales, de comidas al aire libre y de buena música en directo. Y de eso, en Vilaxoán saben mucho. Lo han unido todo en Revenidas, una romería popular que acabó convertida en festival, pero que no pierde su esencia, la de la sardiñada popular de la que nació. Así que en esta pequeña localidad vilagarciana se dieron ayer cita festivaleros y vecinos, amigos de la música y de las romerías. Todos con un objetivo común: dar buena cuenta de los mil kilos de sardinas asadas preparados por la organización. A la sombra de los árboles del parque de Dona Concha no quedó ni una mesa libre y todos, absolutamente todos, disfrutaron de una jornada gastronómica y festivalera.

El festival de este año tuvo un comienzo accidentado, por eso de que el jueves pasado en Arousa llovió y ventó lo que no está escrito en un mes de agosto. Pero ayer no quedaba ni rastro de ese temporal y a la sombra de los árboles hacía una temperatura agradable, con una ligera brisa que de vez en cuando refrescaba el recinto. A escasos metros, los más jóvenes se recuperaban de los excesos de la noche anterior sumergiéndose en las aguas de la ría o descansando sobre la arena. Pero a la una de la tarde el parque de Dona Concha era ya todo bullicio. Los organizadores tenían ya listas brasas y más brasas, que iba utilizando para asar decenas y decenas de parrillas repletas de sardinas. Y mientras, las mesas se iban llenando de colorido. Porque es esta una romería de mantel de tela. De cuadros, con frutas y de llamativos colores eran las telas que cubrían el recinto, como si los vecinos quisiesen recrear el comedor de casa, pero al aire libre. Hubo hasta quien se trajo el florero, repleto de flores por supuesto, para adornar el banquete. Los mayores bajaban cargados con sus sillas, los más fuertes llevaban las neveras de playa repletas de bebidas frescas y las empanadas, los boles de ensaladilla y otras viandas comenzaron enseguida a cubrir las mesas. En medio de toda esta imagen, los festivaleros, mucho menos preparados que los residentes de la zona pero con las mismas ganas de pasarlo bien y de dar buena cuenta de las sardinas. Poco a poco, el bullicio fue creciendo y, de repente, ya no había sitio libre en el recinto. También las sardinas fueron desapareciendo a manos de los presentes. Pero no fue el final, todo lo contrario. Cuando la romería llegó a su fin comenzaron los conciertos. Los más románticos se subieron a un barco para escuchar música en directo, los demás se conformaron con un escenario en el que, a partir de las ocho de la tarde, ya no hubo descanso.