El último lutier: «Es más la pasión que el dinero»

ana f. cuba LA VOZ

SOCIEDAD

CESAR DELGADO

El interés por la música antigua llevó a Carlos Caramés a convertirse en lutier. En casi cuatro décadas de oficio ha fabricado sesenta claves, un instrumento estilizado que fue «el antecesor del piano moderno»

17 jul 2019 . Actualizado a las 15:47 h.

Con veinte años ya escuchaba música de clave -«de forma muy menesterosa, pero me gustaba»- y aquella pasión le llevó a fabricar este instrumento elegante y estilizado, «el antecesor del piano moderno». Carlos Caramés (Valdeorras, 1952) se hizo lutier en Alemania. En la ciudad de Colonia estudió filosofía y musicología; tradujo una treintena de libros de arte del alemán al castellano y trabajó durante años en la radiotelevisión pública germana. Hasta que decidió regresar y se instaló en Grañas do Sor (Mañón), donde montó el taller. Ahora está de mudanza, de paso por Betanzos, camino de Irixoa.

«He tenido varias profesiones, pero el único oficio que he practicado siempre es el de lutier. Nunca para ganar dinero, es más la pasión, aunque me haya sacado de algún apuro», comenta. En casi cuatro décadas de oficio ha fabricado 60 instrumentos, la mitad para clientes alemanes y el resto para españoles. Todo el proceso es artesanal y tarda entre tres y cuatro meses en crear una pieza, cuyo precio oscila entre los 6.000 y los 15.000 euros. Indica que hay claves (clavecín o clavicémbalo) de uno y de dos teclados: «Los antiguos son lujosos, profusamente decorados, y su conservación se debe únicamente a la decoración, pues el clave, como instrumento musical, dejó de utilizarse a finales del siglo XVIII».

Apenas hay composiciones para clave que no daten del período comprendido entre 1600 y 1770 o 1780. «Es la música de una época, del Renacimiento al barroco, aunque el director Rogelio Groba quiere componer un concierto para clave y orquesta», desvela. Caramés compara la labor del lutier con la del compositor. «El compositor tiene que juntar los sonidos para crear una pieza musical y el lutier tiene que crear una pieza musical con los elementos que tiene: una caja, unas cuerdas y una mecánica. El lutier compone un sonido, que ha de ser agradable, puro, auténtico... pero no necesariamente armónico», detalla. No hace falta saber tocar, aunque él siempre lo ha hecho.

Desde hace años existen lutieres que, en realidad, «se dedican a montar piezas». «El auténtico es el que lo hace todo», recalca. «Hay que entender de metales y ser especialista en madera, material del que está hecho casi todo el instrumento». Para construir la tabla armónica -la parte principal, la plancha superior, donde van posadas las cuerdas- emplea pino especial, de veta muy fina, que le envían sus amigos desde Alemania -«el mejor es de climas fríos, porque crecen más lentamente el haz liberiano y el haz leñoso; en España podría ser el pino de Soria»-. En la estructura suele utilizar pino, aunque puede sustituirse por madera de ciprés, álamo o tilo. Para las cuerdas parte de un alambre de un grosor único, que luego trefila «hasta dejarlas en el espesor necesario». Y de las cerdas de cerdo ibérico obtiene los saltadores.

En la actualidad, Caramés es el único lutier gallego de clavicémbalos. «Es probable que hubiera en el siglo XVIII, porque había este tipo de instrumentos aquí». Este constructor de claves describe el momento «crítico»: «Cuando has acabado la caja, todavía sin teclas ni mecánica y, de repente, tensas una cuerda y ese conjunto de tablas inertes empieza a sonar. Es algo increíble. A veces me paso la noche entera dándole una y otra vez».