El gallo Maurice, en el banquillo por cantar

La Voz REDACCIÓN

SOCIEDAD

Llega a los juzgados franceses una denuncia de unos propietarios de un apartamento vacacional contra una vecina por el ruido que hace el ave cada mañana; la resolución judicial queda para septiembre

04 jul 2019 . Actualizado a las 18:33 h.

Maurice es un gallo de la isla francesa de Oleron. Y su caso llega ahora a los juzgados de su país. Porque tiene la costumbre de cantar a pleno pulmón todas las mañanas bien temprano, rompiendo la tranquilidad de ese lugar idílico, con su bosque y sus agradables vistas. Por ello su propietaria, Corinne Fesseau, fue denunciada por una pareja que tiene una segunda residencia en este bello paraje vacacional y que no quiere ser despertada por la potencia cantora del ave en cuestión. Los vecinos ocasionales, que habían adquirido allí un apartamento para descansar, primero le pidieron a Fesseau que se deshiciera del animal. No le exigieron que lo convirtiera en un guiso, la invitaron a que lo vendiera o regalara a alguien al que le ocasionara menos problemas. Pero ella no está dispuesta a desprenderse de Maurice. Y ahí reside el conflicto. La vista judicial se celebró este jueves. La resolución quedará para septiembre.

Los problemas comenzaron en el 2017. Entonces los visitantes, ambos jubilados, empezaron a enviarle cartas a la dueña comunicándole los trastornos que les ocasionaba el gallo. Como no llegaron a un acuerdo, ellos aseguran que acabaron remitiéndole cartas al alcalde para encontrar un arreglo amistoso. Sin embargo, el regidor y muchos vecinos están de parte de Maurice. El alcalde, Christophe Sueur, ya recibió en otras ocasiones quejas de turistas o de nuevos habitantes de la isla por el ruido de las campanas o por el ocasionado por los barcos de pesca el el puerto. Sueur defiende el carácter rural de su municipio y de toda el área. Los vecinos de la isla han creado la asociación Los gallos enfadados de Oleron, un grupo que ha recogido más de 120.000 firmas en favor de la causa del gallo Maurice.

El abogado de la acusación argumentó en el juicio que no se trata de un duelo entre la ciudad y el campo, se trata de frenar lo que considera «un perjuicio sonoro» para sus clientes. E indicó que la casa de sus representados se encuentra en una zona residencial. La defensa apela al espíritu rural de toda la isla, que tiene 7.000 residentes habituales que se convierten en 35.000 en verano, y que resulta muy llamativo que de cuarenta vecinos cercanos a Maurice solo dos hayan protestado.

Esta curiosa causa judicial ha abierto el debate en toda Francia. Hasta algún diputado nacional se ha posicionado en esta cuestión diciendo que las zonas rurales lo son todo el año y defendiendo que hay que aceptarlas con todas sus singularidades, con sus ventajas, pero también con sus inconvenientes.