«Lo peor del párkinson no es lo que sucede ahora, sino lo que está por venir»

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

C.A.

Labandeira urge a buscar una alternativa terapéutica, porque cada 25 años se duplican los pacientes

03 jul 2019 . Actualizado a las 19:36 h.

¿Qué es el párkinson? ¿por qué aparece? ¿qué se está investigando para curarla? Son las preguntas a las que esta tarde ofrecerá una respuesta José Luis Labandeira, catedrático de Anatomía Humana de la USC y director del grupo de Neurobiología Celular y Molecular de la Enfermedad del Párkinson. Lo hará dentro de una nueva charla de la Fundación CorBI en la Domus de A Coruña (19.30 horas), con entrada libre hasta completar el aforo.

-Usted se refiere al párkinson como la gran epidemia silenciosa. Pero en realidad hace demasiado ruido como para ser silenciosa.

-Me refiero a ello porque quizás la gente que no vive directamente el párkinson no es tan consciente de las cifras monstruosas que están sucediendo ahora mismo y, casi lo peor, las que nos vienen, porque la incidencia del párkinson, y también del alzhéimer, se va duplicando cada 25 años. Más que silencio teníamos que tener mucho más miedo de lo que se nos viene encima, tanto a nivel sanitario, como económico, como de todo.

-Con una población más envejecida, ¿lo peor está por llegar?

-Por supuesto. Las cifras de gasto que se avecinan en los próximos años son realmente escalofriantes, terribles. Ahora mismo el gasto anual por paciente es de unos 17.000 euros al año, y del alzhéimer más, en torno a los 27.000 euros.

-¿De qué incidencia hablamos ahora mismo?

-Hay en torno a entre 6 y 7 millones de personas con párkinson en el mundo; en Europa, más de 1,2 millones; en España, alrededor de 160.000, y en Galicia entre 6.000 y 7.500 personas. Pero el problema es la progresión, porque en los últimos 25 años se ha duplicado el número de casos y para el 2040 se estima que habrá en el mundo más de 14 millones. Realmente problema no es tanto lo que está pasando, si no lo que se nos viene encima al aumentar el envejecimiento de la población.

-¿Estamos muy lejos de encontrar una cura?

-Hombre, hay que ser optimistas. Tan lejos, no, pero es muy complicado aventurar algo.

-¿Por qué es tan difícil?

-Porque lo que llamamos párkinson, y ocurre con otras enfermedades neurodegenerativas, es en realidad el resultado final de un proceso al que se llega a lo largo de bastantes años y por caminos muy diferentes. Y resulta dificilísimo poder atajar todos esos caminos. Hay múltiples factores que influyen en la enfermedad: los genéticos, que solo suponen el 5 %; procesos inflamatorios periféricos; infecciones previas que pasan al cerebro y que afectan a las neuronas dopaminérgicas; toxinas medioambientales; alteraciones en la microbiota intestinal... Y luego está la caja que engloba todo, que es el envejecimiento.

-Pese a esta complejidad, ¿usted es optimista?

-Sí, sí, claro. No podemos bloquear cada uno de los factores que pueden iniciar el párkinson, porque ni se sabe cuántos son, pero sí se pueden buscar los mecanismos comunes de progresión de la enfermedad, como el estrés oxidativo neuronal; la neuroinflamación, que contribuye a que la patología avance muy deprisa; el acúmulo de determinadas proteínas... De lo que se trata es de bloquear el sistema de progresión de la enfermedad, independientemente de qué haya sido la causa, y si a eso le añadimos la identificación de un biomarcador que pueda detectar el proceso muy al principio, pues se podría bloquear antes de que la patología dé la cara. Detectar la enfermedad antes de que aparezca y bloquear su progresión es por donde irá el futuro.

-La identificación de un marcador que permita un diagnóstico temprano es, entonces, una de las grandes claves.

-Tan importante como encontrar un fármaco neuroprotector es hallar un biomarcador temprano y barato que nos permita hacer un cribado a la población y que identifique la enfermedad antes de que dé la cara. Ahora, cuando el paciente va al médico, porque nota que se mueve mal o tiene problemas, pues resulta que ya se le han muerto el 50 % de sus neuronas y el 80 % de sus terminaciones que producen dopamina.