Ignacio Martínez Mendizábal: «En Atapuerca eran muy modernos y muy humanos: ya existía solidaridad»

r. domínguez A CORUÑA / LA VOZ

SOCIEDAD

SANDRA ALONSO

«Hace medio millón de años ya había un ser que no dejaba a nadie atrás», insiste el investigador del yacimiento burgalés y premio Príncipe de Asturias

26 abr 2019 . Actualizado a las 08:29 h.

Premio Príncipe de Asturias en 1997 por sus hallazgos sobre la evolución humana en Atapuerca, el paleontólogo y doctor en Biología Ignacio Martínez Mendizábal (Madrid, 1961) continúa ahondando en las razones y emociones del hombre escudriñando en fósiles de más de 450.000 años de antigüedad. «Mis charlas son como un cuento», bromea este laureado investigador horas antes de inaugurar el Congreso de Personas Afectadas por el Cáncer que, organizado por la asociación española de enfermos (AECC), reúne desde este viernes en A Coruña a un millar de sufridores.

-Y su «cuento» hoy revela «El secreto de la evolución humana».

-Bueno, yo hablo de Atapuerca, y de todo lo que hemos encontrado. Y lo que más me interesa es un aspecto: la evidencia sobre el origen de los cuidados a los enfermos y a los discapacitados que, en definitiva, es el origen de la solidaridad humana. Es complicado desde el punto de vista evolutivo cómo ha podido aparecer un ser que no deje a nadie atrás.

-En contra la ley de que solo sobrevive el más fuerte ¿no?

-Sí, sí. Es altamente contradictorio y muy llamativo para la evolución la aparición del apoyo social. A Darwin ya le llamaba la atención. Es una cuestión central de la antropología evolutiva.

-¿Y cómo deja evidencias esta humanidad en los huesos?

-Cuando encuentras restos fósiles que han padecido enfermedades que han dejado huella en sus huesos te preguntas cómo han podido sobrevivir tanto tiempo. La única respuesta posible es por la ayuda de otros. Hemos encontrado una persona de edad avanzada, de unos 60 años, que tenía un problema de cadera que reducía sensiblemente su movilidad. En una sociedad recolectora como la de entonces, que se movía continuamente, o la ayudaban y la esperaban o se hubiera quedado atrás, muerta.

-¿Hay más casos llamativos?

-Sí, el de una niña de unos 12 años [la bautizaron Benjamina, que significa niña querida] que tenía una deformación craneal rara y congénita que provoca retraso psicomotor. ¿Cómo llego hasta los 12 años? Porque el grupo la cuidó. Me parece muy interesante porque hoy, cuando hablamos de estas cosas es un mundo feroz, en el que prima la competitividad, en el que determinados valores se menosprecian... en un sistema egoísta que intenta hacer ver que los valores del altruismo son de pamplis, de ingenuos o hippies... pues no, ya existía generosidad y solidaridad hace más de medio millón de años.

-Y lo contrario también.

-Ojo, claro. Los seres humanos somos tremendos, hasta asesinamos. Pero desde el punto de vista evolutivo la violencia no es novedad, ya estaba en los chimpancés. Lo que es novedad es la solidaridad. Lo llamativo para la biología es la generosidad. Lo otro ya lo sabíamos, es lo que hay en la naturaleza. Creo que este es un mensaje importante, aunque no sea más que para compensar. Nos creemos que las personas somos malas, y eso es la semilla para acabar siéndolo. En nosotros tenemos la parte de la naturaleza de Juego de Tronos, pero también la otra, la contraria. Y está en nuestras manos elegir. Nosotros sí podemos elegir, los animales no. Los animales no tienen esa libertad.

-Entonces, tampoco hemos evolucionado tanto, al menos psicológica o emocionalmente.

-En los huesos se puede estudiar parte de estos aspectos e insisto, lo crucial y fundamental para mí es descubrir las evidencias del origen de la solidaridad humana. Hemos cambiado en bastantes cosas. Físicas seguro, que es lo que hemos podido medir más. Pero Atapuerca también contribuye a saber que aquello de lo que más orgullosos estamos como especie, las cosas que nos otorgan digamos mayor solera, ya existían entonces. Porque parecía que solo la especie actual era plenamente humana. Me hace gracia, todavía se utiliza en el lenguaje, se alude a Atapuerca como algo retrógrado, salvaje y antiguo. Y no es así, sino todo lo contrario. En Atapuerca eran muy modernos, muy humanos.

«En los fósiles no hay evidencia de los cánceres mortales de hoy en día» 

Además de investigar, publicar artículos en las revistas científicas más prestigiosas del mundo y escribir libros, Mendizábal coordina el área de estudio de la evolución y el comportamiento humano en el centro mixto de la Universidad Complutense y el Instituto de Salud Carlos III.

-Con su charla abre hoy un congreso de pacientes oncológicos. ¿Ya había cáncer en Atapuerca?

-Hay evidencias de pequeños tumores, pero hay que tener en cuenta que muchos cánceres no dejan huella en los huesos y que, además, por el tipo de vida que llevaban, probablemente no les daba tiempo a desarrollarlo. No sabemos la edad media que se alcanzaba entonces y tenemos pocos fósiles. Pero en la Sima de los Huesos hay 27 individuos y solo uno tendría 60 años; todos los demás, de 30 para abajo. Seguimos investigando siempre, pero entre las patologías que se ven en el pasado no hay evidencia de los cánceres mortales de hoy en día. No me dedico a la asistencia, ni tengo conocimientos, pero lo que sí creo es que es importante que estos hallazgos sobre el comportamiento sirvan de inspiración para poner en valor los valores. Valores que son muy humanos: el cuidarnos, el acompañarnos, el consolarnos... y que definen y distinguen al hombre.

-¿Qué está investigando ahora?

-En Atapuerca... montones de cosas. Las que me ocupan a mí con el equipo de la Universidad de Alcalá y a través de la cátedra creada con nuestros mecenas, HM Hospitales, son un desafío. Ponemos todo el empeño en estudiar la evolución del oído para ver si con los conocimientos de la investigación básica somos capaces de avanzar en la terapia contra la sordera. Nuestra esperanza es dar el salto a la clínica. Tenemos un individuo en Atapuerca, el cráneo 4, que hace ya veinte años diagnosticamos que no oía. Ahora estamos intentando calibrar qué grado de sordera.