Los exploradores del reverso de la vida

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

XOAN A. SOLER

La antropología «está en una posición privilegiada para entender cómo se están generando nuevas dinámicas sociales» con fenómenos como el cambio climático

23 abr 2019 . Actualizado a las 08:06 h.

«Á antropoloxía non lle interesa varrer a realidade para debaixo da alfombra», dice Humberto Martins mientras levanta una alfombra imaginaria y mira debajo. El gesto del investigador de la Universidade de Trás-os-Montes se convierte en una alegoría. Eso es lo que hace la antropología. Tirar de la manta, aproximarse. Fijarse «no reverso da vida». En las costuras que van dando forma al tejido. Que hilvanan, por ejemplo, cómo el cambio climático está produciendo cambios sociales. E incluso adelantarse a toda esa fenomenología.

«La antropología está en una posición privilegiada para entender cómo está generando nuevas dinámicas sociales». José Antonio Cortés es antropólogo ambiental en la UDC y pone el foco en la sequía. Una población nómada se ha vuelto sedentaria en Mauritania porque ha dejado de tener acceso al agua. El cambio está descrito en el proyecto Waterworlds que coordina la antropóloga danesa Kirsten Hastrup. . En este preciso instante, alguien está bebiendo de una bonita botella de vidrio. Y hay gente muriendo de cólera en Mozambique porque no tiene acceso al agua potable.

La guerra de Siria «ten unha base ecolóxica fundacional», añade Martins. Y el cambio climático, acelerado por el ser humano, también explica las migraciones de México a Estados Unidos. Poblaciones indígenas que se dedican a la agricultura a las que se les corta su fuente de agua y se ven forzados a irse, a participar en lo que Martins califica de «un xogo moi triste» que se repite en la frontera: algunos acaban detenidos. A otros los dejan pasar «como man de obra barata para despois alimentar a agroindustria a prezos máis competitivos».

Y sin embargo aunque el discurso científico permea, todavía hay que decide negarlo, como el presidente de los Estados Unidos. Por supuesto hay lugares donde no se aprecian grandes cambios. Pero Kiribati, un país insular en el Pacífico, ha empezado a desaparecer bajo las aguas. Se pone en marcha el juego discursivo de visibilidades e invisibilidades. Porque «la verdad es siempre una realidad construida y lo interesante es como se conecta la producción de verdad con determinadas instituciones, con un sistema que lo valida y legitima». En ese mundo de negacionismo y posverdad, no solo hay que fijarse en el discurso que viene desde un poder interesado en potenciar la economía globalizada, la de la guerra. «Además de poner el foco en Donald Trump sería interesante bajar al nivel de esas comunidades que están articulando una posición de protesta contra las instituciones y el sistema político que les ha fallado», dice Cortés. Un precariado blanco que siente que el sistema neoliberal les ha fallado ante el que protestan negando la verdad que produce: el cambio climático, la seguridad de las vacunas. Hasta que la Tierra es un globo.

Y el caso contrario. El de jóvenes que se niegan a traer hijos a un mundo que se imaginan apocalíptico. «Hai moitos discursos catastrofistas hoxe en día», dice Martins. Discursos, como el de estos jóvenes que también «merecen ser entendido». La antropología es una disciplina que «pode parecer lenta». ¿Para qué? «Para entendermos os discursos que fas na práctica». Puedes colgar en redes sociales una entrada catastrofista. Que has producido sin embargo, con un ordenador o un móvil que ensamblan trabajadores en Bangladesh por un céntimo. Cuyos componentes necesitan de la actividad extractiva minera.

 «Moitas veces damos voz a quen non a ten» 

Luzia Oca, investigadora en la Universidade de Trás-os-Montes, arranca fuerte. En Galicia, que este año pone el foco en la etnografía dedicando el Día das Letras Galegas a Antonio Fraguas, no existe ningún curso universitario de antropología. Hay menos de diez personas trabajando como antropólogas. Y sin embargo, es una disciplina gracias a la que «moitas veces damos voz a quen non a ten». Los antropólogos, que estudian las sociedades desde dentro, «somos unha especie de altofalantes porque sacamos os discursos, os problemas que moitas veces as poboación vulnerables por calquera motivo non sacan».

Luzia Oca ha recorrido en su tesis treinta años de asentamiento caboverdiano en Burela, una comunidad en la que persiste «ese mito da integración, porque nos parece moi mal pensar que nós, que somos un pobo de emigrantes, somos igual de racistas que foron con nós. E non hai ningunha vacina, porque ter sufrido non implica non facer sufrir a outros». Durante aquellos años salió a relucir que las criaturas que habían nacido en Burela «eran apátridas, non tiñan a nacionalidade, non podían pedir bolsas, non había ninguén usuario dos servizos sociais».

La antropología, esa la ciencia que estudia el reverso de una vida que se teje a través de discursos, de prácticas y de creencias, anticipa. Lo hace gracias al estudio de la proximidad, aunque siempre con un ojo en el contexto, lo que le permite percatarse de dinámicas que no tienen representación estadística. «Moito antes de se falar masivamente dos refuxiados, a antropoloxía xa nos dicía que hai moita xente a circular» y que el mayor porcentaje de refugiados en el mundo no está en Europa. Otro mito que es necesario deconstruir, subraya Martins. «Os refuxiados por exemplo na América Latina son millóns permanentemente».

«Agora interesa falar de avalancha», critica Luzia Oca, que define los mitos como discursos del poder. Y generar «bulos racistas de que teñen máis axudas, de que colapsan a sanidade».