Científicos gallegos resuelven el misterio del monstruo marino de Huelva: era un tiburón peregrino

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Un equipo de Vigo hizo las pruebas de ADN para su identificación

03 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Un congrio, un pez remo, alguna especie de tiburón... La confusión era enorme. La especulación crecía a medida que el caso se iba divulgando entre la opinión pública, pero nadie tenía una respuesta certera. Nadie sabía explicar a qué especie marina correspondía el cadáver de un animal marino de grandes dimensiones que había sido hallado el pasado 7 de marzo por un joven que paseaba con su perro por la playa de Islantilla (Huelva). Era, aparentemente, una extraña criatura. Más aún porque sus restos se encontraban en un avanzado estado de descomposición. Solo se conservaba la espina dorsal y algunos trozos de carne putrefacta. Algunos expertos aseguraron en un primer momento que se trataba de un vertebrado con cola y cartílagos.

Ante el asombro, el propio chaval tomó varias fotos con su móvil y contactó con el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla (CSIC).

La reacción de asombro entre los expertos fue la misma que antes había experimentado el chaval. Inmediatamente, los profesionales contactaron con otros colegas suyos del CSIC en Andalucía, tanto ictiólogos como biólogos, a la búsqueda de una respuesta. Tampoco la encontraron.

La intriga aumentaba a medida que el caso se popularizaba, lo que llevó a la propia Junta de Andalucía, a través de un tuit oficial, a hacerse la gran pregunta: ¿qué será este vertebrado que los ictiólogos y biólogos marinos del CSIC no han sabido reconocer a simple vista?

Fue entonces cuando los investigadores andaluces del CSIC decidieron pedir socorro a su colega en el Instituto de Investigacións Mariñas de Vigo Rafael Bañón, probablemente uno de los mayores expertos mundiales en la identificación de especies marinas y que ahora trabaja en la Xunta, en la Consellería de Pesca, donde ha retomado su vínculo contractual. Este pidió que le remitieran seis muestras del interior del cadáver para practicar una prueba de ADN.

«Era una amalgama»

A partir de ese momento entraron en liza algunos de los colaboradores habituales de Bañón: Alejandro de Carlos y David Barros, del departamento de Bioquímica, Xenética e Inmunología de la Universidade de Vigo, y Ángel Sebastián Comesaña, del Centro de Apoyo Científico y Tecnológico a la Investigación (Cacti), de la misma institución académica. En apenas dos días se resolvió el misterio. El esqueleto putrefacto y en descomposición pertenecía a un tiburón peregrino, uno de los grandes gigantes marinos, pero totalmente inofensivo. No había lugar a dudas.

«Era muy grande y ya sospechábamos que podía ser un peregrino, pero había que confirmarlo»

«Para nosotros, realizar una prueba de ADN de este tipo es algo rutinario, pero sí nos hizo mucha ilusión poder participar en este trabajo, porque contribuimos a resolver un misterio», explica Ángel Comesaña, a quien no le sorprende que a los ictiólogos les costase identificar la especie, aunque algunos ya apuntaban a la posibilidad de que fuera un pez peregrino. «La verdad -dice- es que no era un esqueleto a la usanza. Era una amalgama de cosas y no se veía nada claro».

La extracción del ADN la realizó el equipo de Alejandro de Carlos, que amplificó las muestras para identificar un gen mitocondrial, el citocromo oxidasa I, que viene a ser como una especie de código de barras para la identificación de especies marinas. De la secuenciación posterior se ocupó Ángel Comesaña y los resultados se compararon con las bases de datos internacionales.

«Entre amigos sospechábamos que era un tiburón peregrino, porque era muy grande y no podía ser una ballena al tener cartílago. Pero había que confirmarlo con el ADN», explica Rafael Bañón.