Salvador Sobral, ganador de Eurovisión: «No sé lo que es trabajar»

Iker Cortés COLPISA / MADRID

SOCIEDAD

Emilio Naranjo | EFE

«Está yendo todo muy bien y los médicos flipan. Soy joven y estoy motivado: no quería más hospitales», asegura el artista portugués en una entrevista

02 abr 2019 . Actualizado a las 13:18 h.

Salvador Sobral (Lisboa, 1989) enmudeció a millones de personas de toda Europa cuando en el año 2017 se asomó por la televisión y abrió la boca. Su voz honesta y delicada traspasó la pantalla al interpretar Amar pelos dois, la canción que escribió su hermana y que lo convirtió en ganador de Eurovisión. Cuatro meses más tarde el cantante tuvo que someterse a un trasplante de corazón. Recuperado ya de la operación, presenta ahora su segundo álbum de estudio, París, Lisboa (Warner), en el que plasma también toda esta experiencia vital.

-¿Cómo lleva hacer promoción?

-Cuando la gente me pregunta qué haces, yo respondo que soy músico y siempre digo que cantar, viajar y tocar por ahí no es un trabajo. No sé lo que es trabajar. La promoción y las entrevistas son lo único que veo así, como un trabajo, pero cuando me toca cambio la mentalidad y voy con el espíritu abierto. Solo me pone triste que saquen algún titular de contexto, pero luego viene lo bueno que es tocar por todas partes.

-Ha vivido unos años muy ajetreados. ¿Cuánto de esas experiencias hay en París, Lisboa?

-Yo creo que todas las vivencias han acabado en el disco de alguna manera: desde el trasplante de corazón hasta una buena comida, pasando por la boda o una buena película. Todas las vivencias son importantes.

-A juzgar por el arranque del disco, con 180, 181, parece que usted es de los que se abre en canal a la hora de escribir.

-Necesitaba un momento de catarsis para dejarlo todo ahí, en el pasado. Claro que la operación y los malos momentos con la prensa que viví siempre van a formar parte de mí, pero quería hacer una suerte de catarsis y destrucción, quería gritar al mundo para después empezar el disco de una manera más ligera y con más luz y libertad. Esa canción es casi psicoterapia musical.

-¿Cómo está de salud?

-Muy bien. La recuperación va poco a poco y va a tardar. No es un brazo roto, como digo siempre. Pero está yendo todo muy bien y los médicos flipan. Soy joven y estoy motivado: no quería más hospitales.

-¿Ha cambiado algo su manera de cantar?

-Sí. Yo tenía una retención de líquidos importante que empujaba el diafragma hacia arriba, así que tuve que aprender a cantar otra vez escuchando mis discos e imitándome. Pensaba que no lo iba a conseguir pero ahora estoy casi igual que antes. Pero es curioso, siempre que me escucho sé decir si es antes o después de la operación.

-¿Qué diría que diferencia París, Lisboa, de su primer álbum?

-El sonido del cuarteto cada vez es más maduro y coherente. Ya tenemos un sonido propio, aunque sigue siendo una mezcla incoherente de estilos, porque yo soy así, tío. Antes me sentía mal pensando que era un artista demasiado disperso pero creo que al final la coherencia la damos nosotros: el sonido de la banda, la voz, la verdad y la honestidad con la que hacemos la música. Ya estoy más en paz con mi histeria de estilos y mi dispersidad de géneros musicales.

-¿Qué música escuchaba mientras elaboraba el disco?

-Escucho más que nada jazz, porque es lo que más me abre y lo que más me inspira. También estuve escuchando mucho el disco de Mayra Andrade o a Frank Ocean. Después, a mi mujer le gusta mucho la música clásica y también he entrado mucho en ese mundo y llevo un año obsesionado con la canción francesa. Está presente tanto en el disco como en los conciertos.

-¿Y cómo lleva el lado más cercano a la industria discográfica?

-Con ironía (ríe). Yo siempre les digo: «Pero ¿cómo firman con un artista de jazz? Van a perder dinero».

-Quizá las cosas estén cambiando. Mire lo que ha pasado con Rosalía.

-Es increíble. Hace un flamenco puro pero disfrazado. Es auténtico y con identidad. La música se está abriendo y es difícil ya poner etiquetas. Yo no sé donde metería mi disco en la Fnac. Quizá jazz, porque somos músicos de jazz y por la comunicación y la improvisación.

-Iba para psicólogo...

-Me encanta la gente. Creo que por eso me encantan los idiomas. Pero me fascina el ser humano y entenderlo y por eso utilizo la música para llegar a él. Después de participar en un talent-show de Portugal, pensé que eso era la música y me cabree con ello. Decidí estudiar Psicología. Al final fui a Mallorca de Erasmus y empecé a tocar en bares y hoteles y dejé las clases.

-¿Qué pensaron sus padres?

-Llamé a mi madre y le dije que me iba a dedicar a tocar para los guiris en Mallorca toda mi vida. Lo entendió, pero me dijo que no me pasaba más dinero. Así que pedí prestado a un amigo hasta que empecé a tener bolos. Yo era feliz, pero mi hermana me dijo: «Si te gusta de verdad la música, estúdiala y entiéndela, entiende las matemáticas que hay detrás, lo que pasa detras de la emoción, la armonia, la historia del jazz».

-Y luego surge Eurovisión. ¿Por qué cree que el resto de participantes desaparece y usted no?

-Mi mánager me dice: «Yo creo que nosotros hubiésemos llegado, pero hubiésemos tardado diez años». Eurovisión es una rampa pero seguir arriba es misión de uno. Creo que la gente siente que mi música es dada con verdad y esa verdad les cautiva.