Alfonso Solar Boga: «Solo puedo sentirme satisfecho de ser un resiliente»
SOCIEDAD
El Colegio de Médicos de A Coruña distinguirá al responsable de Gastroenterología pediátrica del Hospital Teresa Herrera de A Coruña, por ser «profundamente humano y humanista»
15 jun 2019 . Actualizado a las 18:54 h.Por unanimidad. Sin duda alguna. Así decidió el Colegio de Médicos de A Coruña (COMC) el último de sus reconocimientos a un profesional «ejemplar». Es Alfonso Solar (Padrón, 1957), responsable de Gastroenterología pediátrica del Hospital Teresa Herrera de A Coruña y «médico profundamente humano y humanista». Sus colegas le entregarán su más alta distinción, la medalla de oro y brillantes.
-¡Enhorabuena!
-Usted es consciente de que no es merecido. Es bueno que partamos de eso. Estoy abrumado por la generosidad…
-Hombre, algo habrá hecho.
-¡Qué va! No tengo recorrido. Fíjese que cogí la plaza de residente en 1982, hice la especialidad de Pediatría en el Chuac y aquí sigo. He permanecido, por suerte para mí, toda mi vida aquí.
-¿Por qué cree que le dan entonces la medalla?
-Es una buena pregunta... Quizá alguien haya visto en mí el deseo de ser buen médico y que después de 37 años sigo intentándolo. Y después de fracasar, sigo tan ilusionado como el primer día. Es de lo único que puedo sentirme satisfecho. No me desanimo por no llegar a ser el médico ideal que yo tenía en la cabeza. Estoy orgulloso de ser un resiliente. No estoy para nada quemado, cada vez voy más contento a trabajar. Supongo que eso ha generado cierta ternura en mis compañeros.
-No es mérito fácil.
-Puedo matizar el tono, pero no es irónico. De verdad: nunca me he sentido quemado en mi hospital. Nunca. Y no tengo una visión idílica de la organización. Hay mucho que mejorar, pero pienso que buena parte pasa porque yo lo haga mejor.
-¿Cómo?
-Me crie en un ultramarinos y el ídolo de mi madre era el médico. Cuando venía a casa, me hacía cambiar las toallas. No sé si me hice médico por eso... ¡Le aseguro que nadie me las cambia!. Es un referente inalcanzable.
-¿Cómo era?
-Muy buen profesional, posiblemente limitado en conocimientos, pero brillante en compartir la incertidumbre y la angustia. Vi cómo manejaba situaciones en mi propia familia, algunas irreversibles. La incertidumbre se la llevaba él y el consuelo nos lo dejaba a nosotros.
-¿Y ahora?
-Lo mejor de la medicina de hoy es el avance tecnológico, el acceso a la información y la cantidad de medios de que disponemos gracias a la sanidad pública Estamos en una sociedad de auténtico lujo. Y se ve cuando vas fuera. Es para sentirnos orgullosos. Lo peor, que olvidemos que el acto médico no puede ser sustituido por todo eso.
-¿Qué cambiaría?
-¿Qué desearía? Que la organización permitiera no olvidarnos de eso. Más tiempo. No podemos escudarnos en la tecnología para mandar al enfermo a casa con la misma incertidumbre. Mis médicos de niño no sé qué máster harían, pero lo lograban.
-¿Eso transmite a los mir?
-Soy el más viejo de la comisión de docencia y puedo decir que las nuevas generaciones son las mejor preparadas de la historia. Y este hospital el mejor sitio para formarse. Mire si es bueno que cuando llego y me pongo la bata, me cruzo con una madre que no conozco de nada y me da lo mejor que tiene. ¡Me obedece a la primera! Me permite hacerle cosas que le van a causar dolor a su hijo porque en la bata pone que soy médico. No debemos olvidarlo. Por cierto, prestigio viene de prestidigitación, de magia...