Habrá cambio de hora: todo sigue igual porque la comisión española no se pone de acuerdo

La Voz REDACCIÓN

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En el comité de expertos hay diferentes opiniones. Hasta el 2021 continuará el baile de relojes estacional, con lo que el Gobierno mantiene el margen fijado por la Unión Europea

22 mar 2019 . Actualizado a las 23:22 h.

El cambio de hora estacional seguirá en estudio hasta el año 2021 al no haber llegado a un acuerdo la comisión española encargada de analizar los beneficios o perjuicios sobre su modificación, según informó este viernes la ministra de Educación y portavoz del Gobierno, Isabel Celaá. En la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, Celaá ha señalado que, después de unos meses de investigación, la comisión encargada de estudiar el cambio de hora no ha llegado a una conclusión definitiva por todas las repercusiones sociales, culturales y económicas que tendría la modificación horaria.

España lleva utilizando el mismo uso horario «desde hace 80 años y coincide con Alemania», decisión que se adoptó «durante el franquismo», ha explicado Celaá. El cambio de hora estacional, sin embargo, se lleva practicando desde hacer 45 años, con el retraso del reloj en otoño y el adelanto en primavera, según la ministra. Sin embargo, la comisión de expertos encargada del estudio de la fijación de un horario definitivo no ha llegado a «ninguna conclusión concluyente, debido a las repercusiones en todo sentido que tiene la medida».

Según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), seis de cada diez españoles quiere acabar con los cambios horarios y prefiere que en España rija el horario de verano. Aunque, según la ministra Celaá, algunos expertos han señalado la conveniencia de mantener el de invierno.

La Comisión de Transportes de la Eurocámara dio hace unos días un empujón a la propuesta de Bruselas para acabar con el cambio horario estacional en la Unión Europea, pero con dudas y aplazando la medida al establecer una prórroga. Con 23 votos a favor y 11 en contra, los eurodiputados decidieron que ha llegado el momento de que cada país escoja entre el horario de invierno o el de verano. A diferencia de lo que proponía la Comisión Europea, no deberán hacerlo este mismo mes de marzo. Los ciudadanos europeos seguirán adelantando y retrasando sus relojes hasta el año 2021, como mínimo. Esa es la fecha que ha puesto la Eurocámara sobre la mesa para enterrar una práctica que reportaba ahorro energético en tiempos de guerra, pero que despierta hoy rechazo en buena parte de Europa por las molestias y los efectos que produce en los biorritmos de las personas. Por tanto, el próximo 31 de marzo, en la madrugada del sábado al domingo, volverá a haber baile de relojes y a las dos de la mañana serán las tres, con lo que España entrará en el horario de verano.

El Parlamento Europeo quiere conceder a las capitales un tiempo prudencial para tomar coordinarse entre ellas y tomar posición. Sus gobiernos deberían notificar antes de abril del 2020 cuál es el horario que prefieren aplicar en su territorio. A pesar de la popularidad de la medida -abrazada por el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, a escasos meses de las elecciones europeas-, son muchos los expertos que han cuestionado sus beneficios.

Si bien es cierto que el cuerpo humano tarda unos días en acostumbrarse al cambio horario, de los estudios consultados por Bruselas no se pueden extraer resultados concluyentes que apunten hacia un mayor beneficio o perjuicio. Es más, algunos documentos señalan problemas potenciales para sectores como el del transporte. Es el caso de las aerolíneas que ya tienen ordenadas las franjas de vuelo y planificados sus horarios con hasta 12 y 18 meses de antelación. La falta de argumentos que sostengan la necesidad imperiosa de eliminar el cambio bianual de hora junto a las reservas de la industria han obligado a la Eurocámara a articular una palanca de emergencia para frenar la puesta en marcha de la medida: «Si surgen problemas en el mercado interior por diferencias de horario, por ejemplo con los calendarios en el sector del transporte o los calendarios de vuelo de las aerolíneas, queremos estar seguros de que tenemos una salvaguarda. Si surgen problemas, queremos que la Comisión Europea active el aplazamiento de 12 meses de la legislación para poder lidiar con los problemas», anunció el checo Pavel Svoboda.

De este modo, el fin del cambio de hora se podría aplazar otro año más, hasta el 2022. ¿Por qué tanto retraso? La Eurocámara le dio ayer un tirón de orejas a la Comisión por precipitarse. «La propuesta [fin en marzo del 2019] fue de algún modo prematura, no se hizo una valoración de impacto apropiada. La consulta pública de la Comisión también fue conducida en un período de tiempo relativamente corto de ocho semanas, en lugar de las 12 habituales. Esto es lamentable», señaló la socialdemócrata Marita Ulvskog, responsable del expediente que deberá ser ratificado en el próximo plenario antes de empezar a negociar con el Consejo, donde las reticencias son mayores.

Hay gobiernos, como el portugués, que se oponen abiertamente a cualquier cambio en el estatus quo. ¿Por qué? Porque sus científicos, ajenos a cualquier calendario político, así lo han recomendado.

El optimismo de la Comisión y el ánimo moderado de la Eurocámara contrasta con el rechazo del Consejo. Las cancillerías europeas dan rodeos para retrasar al máximo el fin del cambio horario. Más de una docena de países están en contra o mantienen reservas. Suecia, Finlandia, Alemania y Croacia quieren apurar los trámites, pero Portugal, Irlanda, Holanda y en menor medida España y Francia prefieren dilatar el calendario hasta, como mínimo el 2021. Hay capitales que han solicitado tiempo adicional para elaborar informes completos y consultas con sectores, expertos y ciudadanos. Un proceso que algunos usan para esconder la iniciativa de la Comisión bajo la alfombra a la espera de que el nuevo Ejecutivo comunitario que salga de las elecciones del 26 de mayo se olvide del expediente. Los ministros no abordarán el asunto hasta finales de junio. Las perturbaciones que puede acarrear el fin del cambio horario podrían superar los beneficios y provocar fragmentaciones dentro del mercado interior si los países no coordinan su elección.