«Los tacones para trabajar deberían estar prohibidos por salud»

Uxía Rodríguez Diez
uxía rodríguez REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

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Un movimiento japonés vuelve a poner sobre la mesa todos los problemas de salud que acarrea este tipo de calzado

19 mar 2019 . Actualizado a las 08:11 h.

Es el #MeToo japonés y se llama #KuToo. Lo que persigue es liberar a las mujeres de una carga de altura: los tacones. Yumi Ishikawa, una actriz y modelo de 32 años, está en el centro de un movimiento que ha revolucionado a las mujeres en Japón. El objetivo es que las empresas dejen de «diferenciar entre géneros» a la hora de establecer reglas de etiqueta y acabar con la costumbre de los tacones «por su impacto en la productividad y en la salud» de las empleadas.

«Los tacones para trabajar deberían estar prohibidos. No estamos hablando de una cuestión de comodidad, estamos hablando de un problema de salud. La mayor parte del tiempo la pasamos en el trabajo. A corto plazo, los problemas pueden ser leves y reductibles pero a largo plazo van a generar, seguro, problemas de salud irrevocables como una artrosis en la rodilla o una hernia lumbar. Solo se deberían usar tacones para ocasiones puntuales», afirma rotunda Montse Martínez, vicepresidenta del Colegio de Podólogos de Galicia, que asegura que para las empresas sería bueno porque reduciría el número de bajas, por ejemplo. «Llevar tacones ni siquiera compensa económicamente».

El pie es como la cimentación de una casa. Si los cimientos están bien, será más difícil que aparezcan grietas. Si tenemos algún tipo de alteración en la pisada, los problemas comenzarán a aparecer de manera ascendente.

«Lo que hacen los tacones, principalmente, es cambiar las presiones que recibimos en el pie. A mayor altura de tacón, más peso vamos a hacer en la zona delantera y menos en la zona trasera. Los huesos de la parte de delante del pie son estrechos y finos, están menos preparados para soportar peso que los del talón, más anchos y más robustos», explica la podóloga.

Problemas de altura

Con cada centímetro que ganamos, las complicaciones se van incrementado. A medida que elevamos la altura del tacón, vamos cargando con más presión la zona delantera del pie lo que puede provocar infinidad de problemas. Sobrecargas metatarsales (de las articulaciones que están detrás de los dedos), callos y durezas... Además, como el calzado de tacón suele llevar una horma estrecha, junta más los dedos, provocando juanetes y alteraciones en los nervios que luego siguen produciendo dolor aunque se use otro calzado. A mayores, al cambiar el centro de gravedad, cambia también toda la postura corporal y la posición de las articulaciones. Tobillos, rodillas, caderas o la zona lumbar están trabajando en una postura forzada. Pueden aparecer problemas de artrosis, sobrecargas e, incluso, hernias. «La gente que usa tacones de manera habitual llega a tener un acortamiento de la musculatura posterior de la pierna hasta el punto de que el día que se ponen un zapato plano no son capaces de caminar bien», explica la podóloga. Otra de las lesiones comunes son los esguinces causados por la inestabilidad del tobillo.

«Quien no pueda o no quiera renunciar a llevar tacón, debería optar por uno de 4 o 5 centímetros como máximo, cuanto más ancho mejor porque da más estabilidad. También es recomendable que la suela de delante sea gruesa porque compensamos un poco la diferencia de altura y también sirve para amortiguar. Que la horma sea lo más ancha posible y que el material sea flexible para que los dedos no vayan tan apretados. Los tacones de aguja con suela fina son lo peor para nuestro cuerpo», aconseja Montse Martínez.