La ciencia recupera en Galicia más de 1.000 variedades de cultivos autóctonos

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Emilio Moldes

La Misión Biológica ha evitado la extinción de uvas y plantas de valor comercial

16 abr 2019 . Actualizado a las 17:26 h.

Son en su mayoría biólogos o ingenieros agrónomos, pero trabajan como auténticos arqueólogos agrarios. Primero consultan referencias históricas de cultivos perdidos o en desuso en cualquier fuente documental, luego recogen testimonios, recorren toda Galicia para recoger muestras de semillas en el campo, las caracterizan en laboratorio, las clasifican, analizan su ADN para diferenciarlas, estudian sus propiedades, eligen las mejores y más adecuadas para las condiciones de la comunidad y las conservan para su uso por parte de otros científicos, pero también para su explotación y recuperación comercial. El pasado, las raíces de Galicia, recuperan su valor.

Solo así ha sido posible por parte de los investigadores de la Misión Biológica de Galicia (CSIC) la recuperación de más de 1.000 especies de semillas autóctonas de todo tipo de cultivos. Una auténtica arca de Noé de plantas y vegetales que en no pocos casos han resurgido con un valor añadido para los agricultores y viticultores gallegos. Variedades de uvas perdidas en el tiempo, de maíz, de habas, guisantes, judías, grelos, nabizas, olivas, repollos o berzas que han regresado para quedarse.

Un buen ejemplo de esta labor es la realizada por Carmen Martínez. Cuando empezó a trabajar en 1986 con la uva albariño esta variedad ni siquiera estaba descrita. «Se confundía con el riesling, con una que se producía en el Rin o incluso con el caíño blanco. Había una confusión total y absoluta, por lo que había que poner orden sobre cuántas variedades teníamos, ver qué calidad de uva producían y luego introducirlas en colaboración con los bodegueros y las denominaciones de origen», explica.

Carmen Martínez y su equipo recuperaron 30 variedades de uva. Para ello, investigaron fuentes históricas como retablos
Carmen Martínez y su equipo recuperaron 30 variedades de uva. Para ello, investigaron fuentes históricas como retablos

Su equipo identificó el albariño, pero también el treixadura, godello, torrontés, loureiro.... Y así hasta 30 variedades autóctonas. Algunas, como la Ratiña, una uva de la zona de Pontevedra para producir vino blanco, aún pendientes de reconocer. «Fue -admite- un trabajo de arqueología agraria, pero fue un trabajo de todos, también de los bodegueros. Entre todos conseguimos recuperar las plantas de Galicia, una de las zonas con mayor biodiversidad vinícola del mundo». Martínez se dedica ahora en la recuperación de la oliva tradicional para la producción de aceite virgen de calidad. Su grupo ya ha logrado el reconocimiento de las variedades mansa y brava y hay otras 19 en camino. Está convencida de que con el aceite de oliva gallego ocurrirá lo mismo que con el albariño.

El grupo de Biología de Agrosistemas entregó a los agricultores semillas de faba galaica autóctona
El grupo de Biología de Agrosistemas entregó a los agricultores semillas de faba galaica autóctona xoan a. soler

Un camino parecido es el que siguió Antonio de Ron. En 1997 empezó a trabajar en la recuperación de la variedad vegetal Faba Galaica-judía, que fue reconocida el pasado año en el Registro de Variedades Comerciales y que hace unos días se entregó a los agricultores de la zona de Lourenzá. «Conseguimos -dice- que sea la misma semilla para todos y que se produzca en las mismas condiciones que establece la administración para la Indicación Geográfica Protegida. El agricultor tiene la garantía que se lleva una semilla de muy buena calidad, bien definida y uniforme, con una producción mejor y más estable, libre de enfermedades y, sobre todo, trazable».

La clave en este desarrollo, fruto del trabajo de muchos años, es que la semilla «se produce en la Misión Biológica en unas condiciones determinadas, en un proceso que se separa del reproductivo en el campo».

El grupo de leguminosas recuperó 98 variedades de maíz autóctonas. Entre ellas un tipo negro, denominado Meiro, además de generar maíz dulce
El grupo de leguminosas recuperó 98 variedades de maíz autóctonas. Entre ellas un tipo negro, denominado Meiro, además de generar maíz dulce

Amando Ordás, que dedicó más de 40 años a la investigación agraria, es el promotor de la recuperación de 98 variedades de maíz autóctono, 93 de grano y 5 de palomitas, de las que 50 se han distribuido entre particulares, investigadores, tanto nacionales como del extranjero, e instituciones. «Lo fundamental -apunta- es que son variedades adaptadas a las condiciones agroecológicas de Galicia y resistentes a las plagas y enfermedades locales. Son tipos que se hubieran perdido, porque en los años 50 solo se producían en la comunidad híbridos de maíz que eran genéticamente iguales».

La adaptación al medio también es el objetivo del grupo de brásicas de Elena Cartea, directora de la Misión Biológica, con base en Pontevedra. Su equipo ha identificado 563 variedades autóctonas, tanto de nabos, nabizas y grelos, de la misma especie, como de repollos, berzas o nabicol. «No quiere decir -advierte- que sean todas variedades únicas, porque puede haber duplicaciones, pero en Galicia tenemos una variedad genética impresionante y nosotros tenemos la responsabilidad de conservarlas para que no se pierdan».

Marta Santalla trabaja en la recuperación de judías tradicionales, tanto de vaina blanca como amarilla, y de guisantes como el tirabeque. Pero también en la generación de valor añadido en colaboración con las empresas, como una judía en grano que se espera comercializar como un snack saludable. «Es -dice- un producto más nutritivo. La transferencia de semillas que realizamos también depende del interés de las empresas».