Los franceses quieren terminar con el cambio de horario y quedarse con el de verano

La Voz REDACCIÓN

SOCIEDAD

La consulta organizada por la Asamblea Nacional gala recoge la opinión de más de dos millones de ciudadanos; más del 80 % quiere acabar con el baile de relojes y el 59 % optan por la opción estival

06 mar 2019 . Actualizado a las 23:30 h.

Más del 80 % de los franceses quieren acabar con el cambio horario y el 59 % prefieren el de verano al de invierno. Este es el resultado arrojado por la consulta organizada por la Asamblea Nacional gala. Se trata de una votación que no es vinculante, pero que será trasladada a las instituciones de la UE. El Comité de Asuntos Europeos del Gobierno francés impulsó esta iniciativa, en la que los ciudadanos participaron cubriendo un cuestionario on-line. Si Francia implementara esta medida tendrían siempre la hora que se adopta a finales de marzo. El cambio de hora se introdujo en este país en 1976 y entonces se argumentó que se trataba de ahorrar energía y de aprovechar la luz solar en invierno. En todo caso, el cambio horario se mantendrá, como mínimo, hasta el 2021, ya que la Comisión de Transportes de la Eurocámara votó a favor de que finalice, pero retrasando su entrada en vigor y apostando por un freno de emergencia por si se desata cierto caos en sectores estratégicos como el de los transportes. 

Con 23 votos a favor y 11 en contra, los eurodiputados decidieron que ha llegado el momento de que cada país escoja entre el horario de invierno o el de verano.  El 2021 es el año que ha puesto la Eurocámara sobre la mesa para enterrar una práctica que reportaba ahorro energético en tiempos de guerra, pero que despierta hoy rechazo en buena parte de Europa por las molestias y los efectos que produce en los biorritmos de las personas. Por tanto, el próximo 31 de marzo, en la madrugada del sábado al domingo, volverá a haber baile de relojes y a las dos de la mañana serán las tres, con lo que España entrará en el horario de verano.

El Parlamento Europeo quiere conceder a las capitales un tiempo prudencial para tomar coordinarse entre ellas y tomar posición. Sus gobiernos deberían notificar antes de abril del 2020 cuál es el horario que prefieren aplicar en su territorio.

A pesar de la popularidad de la medida -abrazada por el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, a escasos meses de las elecciones europeas-, son muchos los expertos que han cuestionado sus beneficios. Si bien es cierto que el cuerpo humano tarda unos días en acostumbrarse al cambio horario, de los estudios consultados por Bruselas no se pueden extraer resultados concluyentes que apunten hacia un mayor beneficio o perjuicio. Es más, algunos documentos señalan problemas potenciales para sectores como el del transporte. Es el caso de las aerolíneas que ya tienen ordenadas las franjas de vuelo y planificados sus horarios con hasta 12 y 18 meses de antelación. La falta de argumentos que sostengan la necesidad imperiosa de eliminar el cambio bianual de hora junto a las reservas de la industria han obligado a la Eurocámara a articular una palanca de emergencia para frenar la puesta en marcha de la medida: «Si surgen problemas en el mercado interior por diferencias de horario, por ejemplo con los calendarios en el sector del transporte o los calendarios de vuelo de las aerolíneas, queremos estar seguros de que tenemos una salvaguarda. Si surgen problemas, queremos que la Comisión Europea active el aplazamiento de 12 meses de la legislación para poder lidiar con los problemas», anunció el checo Pavel Svoboda.

De este modo, el fin del cambio de hora se podría aplazar otro año más, hasta el 2022. ¿Por qué tanto retraso? La Eurocámara le dio ayer un tirón de orejas a la Comisión por precipitarse. «La propuesta [fin en marzo del 2019] fue de algún modo prematura, no se hizo una valoración de impacto apropiada. La consulta pública de la Comisión también fue conducida en un período de tiempo relativamente corto de ocho semanas, en lugar de las 12 habituales. Esto es lamentable», señaló la socialdemócrata Marita Ulvskog, responsable del expediente que deberá ser ratificado en el próximo plenario antes de empezar a negociar con el Consejo, donde las reticencias son mayores.

Hay gobiernos, como el portugués, que se oponen abiertamente a cualquier cambio en el estatus quo. ¿Por qué? Porque sus científicos, ajenos a cualquier calendario político, así lo han recomendado.

El optimismo de la Comisión y el ánimo moderado de la Eurocámara contrasta con el rechazo del Consejo. Las cancillerías europeas dan rodeos para retrasar al máximo el fin del cambio horario. Más de una docena de países están en contra o mantienen reservas. Suecia, Finlandia, Alemania y Croacia quieren apurar los trámites, pero Portugal, Irlanda, Holanda y en menor medida España y Francia prefieren dilatar el calendario hasta, como mínimo el 2021. Hay capitales que han solicitado tiempo adicional para elaborar informes completos y consultas con sectores, expertos y ciudadanos. Un proceso que algunos usan para esconder la iniciativa de la Comisión bajo la alfombra a la espera de que el nuevo Ejecutivo comunitario que salga de las elecciones del 26 de mayo se olvide del expediente. Los ministros no abordarán el asunto hasta finales de junio. Las perturbaciones que puede acarrear el fin del cambio horario podrían superar los beneficios y provocar fragmentaciones dentro del mercado interior si los países no coordinan su elección.