Al año siguiente, en el 2017, el país exsoviético fue el anfitrión del certamen y siguió con la polémica a cuestas. Esta vez prohibieron la entrada al país de la representante rusa alegando que había entrado ilegalmente en Ucrania años atrás. La decisión derivó en la retirada de Rusia de la competición y en una multa de 200.000 euros.
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¿Show musical o batalla política? Eurovisión es con frecuencia escenario de confrontación. Y este año ha vuelto a ocurrir: Ucrania ha indignado a Rusia enviando a una tártara de Crimea como representante al concurso que se celebra en Estocolmo.
En teoría, el certamen prohíbe cantar sobre política. Pero las banderas del arcoiris, símbolo del colectivo homosexual, los desfiles gais, las animosidades históricas y ocultos mensajes están omnipresentes. Y entre canción y canción, la representante de Ucrania lleva este año una bomba: los rusos están ofendidos y los fans del concurso, intrigados: ¿es la canción de Jamala, tártara de Crimea, una indirecta contra el ruso Putin? En realidad, el tema 1944 abre viejas heridas. Ese es precisamente el año en que miles de tártaros de Crimea -que Rusia anexionó hace dos años quitándosela a Ucrania- fueron deportados por Stalin. Solo décadas después pudieron regresar a su patria.
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