Ámsterdam quiere dejar de ser un parque temático del sexo

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

SOCIEDAD

FUCO REI

Su alcaldesa anuncia medidas para poner fin a las vejaciones que sufren las prostitutas

03 mar 2019 . Actualizado a las 08:56 h.

«Que les den su bonito cuerpo. Que les den su virtud. Por una moneda de oro», entonaba el cantautor belga Jacques Brel en su célebre canción Ámsterdam. Los acordes decadentes y tristes de la balada acompañan una historia de marineros y prostitutas en el puerto de la ciudad holandesa. Antes de la globalización, claro. Brel no llegó a ver el nacimiento y despegue de las aerolíneas de bajo coste como Ryanair o la masiva expansión de Airbnb en la urbe donde cada año recalan casi 18 millones de turistas, buena parte de ellos atraídos por el reclamo del sexo a pie de calle.

El barrio rojo se ha convertido en un gigantesco parque temático donde grupos de hombres se concentran para pasar revista a sus escaparates. Hay menú para todos los gustos: Mujeres jóvenes, mayores, caucásicas, exóticas, delgadas o gordas se alternan en ese «mercado de carne», como lo han bautizado sus críticos.

La alcaldesa de Ámsterdam, Femke Halsema, se muestra avergonzada por ver cómo la tradicional postura de los holandeses, abiertos a la regulación de la prostitución, ha degenerado hasta permitir que estos grupos de turistas humillen a las mujeres: «Las circunstancias en las que tienen que hacer su trabajo han empeorado. Así que puedo comprender por qué muchos vecinos de Ámsterdam piensan: Este no es el tipo de prostitución que queremos o que se supone que debiera ser», sostuvo esta semana, según recoge Dutchnews.

Degradación

La regidora quiere poner fin a la degradación que sufren las prostitutas en el trabajo, la mayoría extranjeras, por eso anunció cambios en la normativa para limitar y controlar el acceso de los turistas a este tipo de servicios: «Convertir la prostitución en una atracción turística es humillante e inaceptable», defiende.

La ley holandesa de octubre de 1998 ampara tanto a los clientes como a las trabajadoras del sexo en el ejercicio de la actividad, siempre sujeta a las regulaciones municipales. El texto se tramitó para poder dar mayor protección a las prostitutas, evitar el tráfico de mujeres y la explotación de menores. Pero apenas se le ha puesto coto. A pesar de la prohibición impuesta recientemente para evitar que los viandantes contemplen los escaparates, las prostitutas siguen lidiando con las actitudes agresivas y los comentarios soeces de los clientes.

El aumento de turistas en el barrio compromete su seguridad, según Halsema, quien admite que la prostitución sumergida (sin licencia) sigue siendo un problema y sigue vinculada al tráfico de personas. Algo sobre lo que ya advirtió la Eurocámara: «Considerar la prostitución como un trabajo sexual legal, despenalizar la industria del sexo en general y legalizar el proxenetismo no es la solución para proteger a las mujeres de la violencia y explotación, sino que produce el efecto contrario, al tiempo que fomenta el crecimiento de los mercados de prostitución».

La Europa de los burdeles

Un grupo de jóvenes activistas holandeses de varios partidos políticos han ido más allá, pidiendo en una carta abierta que se ponga fin al modelo de negocio: «Este circo, este mercado público de carne, es humillante», denuncian.

El modelo regulado de Ámsterdam falla. Pero no es el único. Berlín se ha convertido en uno de los mayores burdeles de Europa y en un auténtico infierno para las prostitutas que trabajan allí. El Gobierno alemán reguló la actividad en el 2002. La prostitución pasó a ser un oficio como otro cualquiera, también a efectos impositivos, aunque 11 años después, de las 400.000 personas que ejercían la prostitución, solo 44 estaban registradas. Francia, Irlanda o Suecia han seguido caminos diametralmente opuestos prohibiendo la actividad y castigando a los clientes. En España el Debate sigue abierto aunque el Gobierno se muestra abierto a seguir la estela abolicionista dado que el 80% de las prostitutas trabajan forzadas, más de la mitad en locales de alterne. Aunque en los censos oficiales hay registradas alrededor de 15.000 prostitutas, la cifra podría alcanzar las 100.000.