Hijos, nietos y sobrinos de los 200 gallegos deportados a los campos nazis dan la cara por sus «héroes»

Mila Méndez
Periodista

«Triste de min que non volverei ver a A Coruña». Es una frase aproximada. La que un día Francisco Pena escuchó balbucir a Martín Ferreiro en Mauthausen. El primero, natural de Cabo de Cruz, sobrevivió al horror nazi. El segundo, concejal herculino en la Segunda República, nunca salió del campo. Casi 200 gallegos fueron recluidos en estas jaulas del terror. Dos terceras partes terminaron exterminados.

Carmen García-Rodeja guarda las notas de estas conversaciones con el listado de los nombres. 74 años después de la liberación de los campos, la recopilación no está cerrada. Al correo electrónico deportadosgalicia@gmail.com, «seguen a chegar mensaxes», cuenta la investigadora de la Asociación para a Recuperación da Memoria Histórica. «Estamos a pórlles pel. A maioría eran republicanos fuxidos a Francia», relata. Allí, o fueron encerrados en campos de trabajo o se tuvieron que alistar en la Resistencia. Con la rendición de los galos ante los alemanes, cayeron capturados. «Co beneplácito do franquismo, foron confinados polo nazismo», apunta.

Escaparon de una guerra para acabar en otra y los que sobrevivieron «foron uns apátridas». Con motivo del Día Internacional de las Víctimas del Holocausto, la investigadora defiende la necesidad de una compensación moral, «a eses heroes e ás súas familias», mientras sigue tejiendo sus historias. «Facemos un traballo que lle corresponde á Administración», reprocha Carmen.

Los hermanos de O Ézaro

«Lémbrome de ver saír un home pola porta. A xente dicía que era meu tío Manolo». No lo era. A casa de Juan Carlos Rodríguez llegó en los 60 un farsante. «Había unha presión moi forte. A Garda Civil hostigaba ós meus avós. Tiveron que facerlle unha radiografía para demostrar que non era seu fillo», recuerda Juan Carlos.

El paradero de los hermanos de su padre, Manuel y Joaquín Rodríguez Louro, fue «un asunto do que non se falaba». En el 36 se escondieron en el monte Pindo. En el 37 secuestraron un barco con otros vecinos, el As. Se quedaron sin combustible y los remolcaron hasta Bristol. Los británicos se desentendieron y en Francia terminaron en un campo de trabajo.

«Por unha carta, cremos que Manolo estivo antes en Dunkerque. Escribiu: ‘Había tantos avións sobrevoando como gaivotas no Ézaro nun día de mal tempo’». Xaquín consiguió librarse de las garras nazis. Se embarcó, como tantos refugiados, en el barco francés Winnipeg rumbo Chile. Su debilitado estado de salud le pasó factura. «Onde o mataron o pouco de chegar. A Manolo gaseárono no castelo de de Hartheim, en Gusen, un subcampo de Mauthausen». Juan Carlos coge aire. Tiene la carta que le llegó a sus abuelos en el 66 de Alemania. «Di que se tiña fillos ou viúva podían solicitar unha axuda», lee en la misiva.

Había tantos avións sobrevoando como gaivotas no Ézaro con mal tempo

mauthausen
ANA GARCIA

«Meu pai foi un día ata Corrubedo, onde había un supervivente dun campo. Lembrábase de meu tío Manolo. Ao cabo duns anos meu pai só dixo que oxalá que non fora, polo que escoitara. Meu teu tío era un rapaz, aquilo foi unha aberración. Non foi nin a unha fosa común. Serviu de abono para os campos de Austria. Resúltame aínda desagradable falar disto. O peor é que creo que algo así podería pasar de novo en calquera momento», admite Juan Carlos.

Intelectual y homosexual

Juan González del Valle, intelectual y profesor coruñés en el Instituto Eusebio da Guarda, también fue gaseado en Mauthausen en el 41. El cineasta Lázaro Louzao reconstruye su periplo para inmortalizarlo en un libro. «Que eu non acabe gaseado como el é unha cuestión de 80 anos!», exclama. 

Que eu non acabe gaseado como el é unha cuestión de 80 anos!

ANGEL MANSO

El cineasta está inmerso en la búsqueda de documentación sobre González del Valle. Cuando estalló la guerra fue a Madrid, donde se unió al bando republicano. Era homosexual. Con el asedio de las tropas de Franco se vio forzado a cruzar la frontera pirenaica. Hasta ese momento, se conservan muchos de sus textos publicados en la prensa de la época. Después, todo es silencio. «Pensamos que é un problema do estranxeiro, pero o Holocausto tamén lle afectou a galegos. As familias comezan a asumir ese pasado», razona Louzao.

«Temos aquí unha epopea nunca contada, ou contada parcialmente», advierte Carmen. Hace un año, el Parlamento rindió en O Hórreo el primer homenaje a las víctimas gallegas, 200 de los 10.000 españoles deportados. Casi todos fueron a Mauthausen. Como na película de Steven Spielberg, Galicia tamén ten a súa propia lista.