¿Estaría dispuesto a acoger a un perro anciano y enfermo? Puri sí lo hizo

Lucía Vidal REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Lucía Vidal / Senén Rouco

Abarrotan refugios y protectoras, donde los cachorros son los primeros en salir

29 dic 2018 . Actualizado a las 17:15 h.

Se llama Summa. «Le pusieron ese nombre por los luchadores japoneses», explica Puri. Espíritu de combate, desde luego, no le falta. Tiene catorce años y muchos achaques a sus espaldas: «La operaron de tumores en las patas y en un ojo, padece artrosis en la columna, tiene las vértebras unidas...» El relatorio de padecimientos es largo. Summa está recibiendo tratamiento para el dolor, ansiolíticos y un antibiótico crónico para la descomposición. «Aún así, compensa. Yo le hago un favor a ella, pero ella me lo hace a mí. Para mí tener perro no es un trabajo, es un placer. Recibo un cariño infinito».

A pesar de sus achaques, Summa es una perra feliz y muy querida. Por las tardes duerme la siesta en la trastienda de la agencia de viajes en la que trabaja Puri. «Ahí no molesta a nadie. De hecho, muchos clientes ni perciben que está». Mientras la pasea por el parque -bajar las escaleras le cuesta un riñón, así que opta por la rampa-, cuenta cómo surgió el flechazo: «Yo ya había acogido a otro perro, Blanca, que estuvo cinco años conmigo. Me propusieron acoger a un animal mayor y me la llevé. Fue una maravilla». Ahora, repite con Summa. Al tratarse de una acogida, los gastos veterinarios corren a cargo de la protectora. «Es una responsabilidad compartida», explica María Díaz de Piñeiro, presidenta de Apadan. «Comida, mimos y caprichos corren de mi cuenta», comenta Puri, muy crítica con las modas que llenan las perreras de animales viejos y sin oportunidades porque «la gente solo quiere cachorros y sobre todo, determinadas razas. Bonitos y pequeños.

Los grandes, y más si son oscuros, están condenados. Si no estuviera conmigo, ya se habría ido al otro mundo, tal y como están de masificados los refugios», lamenta. «Los casos más dramáticos son los de perros que llegaron al refugio siendo cachorros o muy jovencitos, y se han quedado con nosotros durante toda su vida. En este momento suponen entre el 20 % y el 30 %», asegura Díaz de Piñeiro, que recomienda la experiencia: «Es una muestra de generosidad extraordinaria aceptar que no nos importa cuánto tiempo quede, sino lo que podemos hacer con él y la calidad de ese tiempo, sea el que sea. Para un perro mayor, unos pocos meses o años al calor de un hogar, con un dueño que lo respete, lo entienda y lo mime, serán como 100 vidas».

Consciente de que «Summa no va a vivir mucho más», Puri también tiene asumido que «volveré a acoger. Eso lo tengo claro».