Hay un gallego en Marte

Tamara Montero
tamara montero SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

MARCOS MÍGUEZ

Casi 2,5 millones de personas han enviado su nombre a bordo de la sonda InSight, que aterrizó el 26 de noviembre

24 abr 2019 . Actualizado a las 13:41 h.

Está acostumbrado a esa mirada. La que aquel día de 1993 asomó a los ojos de la mujer que lo atendió en la oficina de correos de Sarria. A la que le dijo que quería enviar una carta al Jet Propulsion Laboratory de la NASA.

Esa mezcla de perplejidad y una pizca de condescendencia que cruza las pupilas brillante como un bólido ha aparecido muchas otras veces en otras tantas caras a lo largo de su vida. Pero nunca, jamás ha bajado la mirada. Porque la vida de Borja Tosar está arriba, en el firmamento. Del que ya forma parte. Aquella carta de 1993 contenía su firma y un mensaje, que fueron introducidos en la sonda Cassini, que despegó en 1997 en dirección a Saturno. Desde entonces, Borja Tosar -su nombre al menos- ha viajado en una docena de sondas espaciales. La última la ha convertido en un gallego en Marte. Es uno de los casi 2,5 millones de personas que han enviado su nombre en un chip a bordo de la InSight, que aterrizó el 26 de noviembre para estudiar el planeta rojo. Pero ninguna como la primera.

«Envié la carta y me olvidé». Hasta que unos meses después, su madre lo llamó a gritos. «Me encontré con una carta de la NASA, enorme, y me dice mi madre ¿Pero que has roto? ¿Qué has hecho?». No todos los días la NASA envía correspondencia a un niño de Sarria. La agencia espacial estadounidense le había mandado el certificado de que su firma había sido incluida en la subsonda Huygens, que aterrizaría en Titán, la luna más grande de Saturno, en el 2004. Y él era ya parte de la Sociedad Planetaria, que desde entonces ha incluido su nombre en misiones que han ido a muchos puntos del sistema solar.

Es un sentimiento muy humano. Esa urgencia. La necesidad de dejar su impronta. Permanecer. Así que con cada misión espacial se ha ido un trocito de humanidad. A bordo de las sondas Voyager, que se lanzaron a finales de los 70, viaja Sounds of Earth, un disco de gramófono con imágenes y sonidos que retratan la diversidad de la vida en la Tierra. La propia Voyager 1 y Galileo llevan placas de aluminio con las firmas de los científicos y los ingenieros que formaban parte de la misión. Con el paso del tiempo, la cosa se ha ido poniendo más creativa. Además de los nombres de cientos de miles de humanos, Juno, que fue lanzada en el 2011 a Júpiter, lleva consigo tres figuras de Lego que representan a Galileo, al dios romano Júpiter y a la diosa Juno. La New Horizons, con destino Plutón, lleva un pasajero. O al menos una parte. En la sonda se introdujeron las cenizas del descubridor del planeta enano, Clyde Tombaugh.

El lanzamiento de la New Horizons es otra de esas miradas que recuerda Borja, que la vio aterrizar en un bar de O Burgo. Con un grupo de amigos, convenció al dueño del establecimiento para que pusiese el canal en el que se iba a retransmitir el lanzamiento de una sonda espacial que iba a Plutón. «Nos dijo que le pidiésemos unas raciones», dice con su sonrisa perenne y un poquito de polvo de estrellas en los ojos. «Pero con la Cassini sí que he tenido una relación vital». Casi todas las semanas desde 1997 ha leído algo de la sonda espacial hasta que la misión terminó el 15 de septiembre del 2017 estrellándose contra Saturno. «Las primeras conexiones que hice a Internet fueron para ver qué tal iba Cassini», así que el fin de la misión fue un momento de vacío vital. «Estaba perdido. Fue un momento emocionante y a la vez triste, porque además no tenía otra sonda que la sustituyese. No te llegaban ya cartas a casa. Llegaba un correo electrónico».

La misma necesidad que inundó de tal manera al Borja Tosar de 13 años como para sostenerle la mirada a la mujer de la oficina de correos de Sarria la ha sentido en esta última misión Fran Datorre, profesor de ciencias compostelano y gallego en Marte. «Foi algo que pensamos para facer en familia, para unir a vida cotiá co espazo e coa ciencia, que parecen dúas esferas tan separadas sempre...». Así que enviaron sus nombres. «Foi unha maneira de xuntar a vida de a pé con algo tan estraño como é que saber que a tantos miles de quilómetros de distancia está un chip aí cos nosos nomes». Quizá Saúl, el pequeño, es el que siente realmente el cosquilleo de saber que su nombre está en Marte. Él también tiene un poquito de polvo de estrellas en la mirada.

PACO RODRÍGUEZ

«Es muy chulo como planeta»

«Marte es muy chulo como planeta». Rojo, cercano y a donde se volvieron todas las miradas cuando empezó a especularse con vida más allá de la Tierra.

-Planetológicamente es el mundo más parecido a la Tierra.

-Pues no se parece mucho.

-Hoy no, pero, por ejemplo, hace 4.000 millones de años fue idéntico a la Tierra: atmósfera, agua líquida, condiciones para que apareciera la vida. Y de repente metamorfoseó completamente a un planeta congelado.

Así que, si la vida apareció en la Tierra, quizá también surgió en Marte. «No digo que haya marcianos, que eso está lleno de sondas espaciales y no parece que haya marcianos ni resto de ellos». Habrá que esperar al 2020, a que ExoMars, la sonda espacial europea, investigue si realmente hay algún rastro -hablamos de microbios, no de humanoides con antenas- de vida en el planeta. No se investiga desde los 70. Mientras Europa no llega a Marte, InSight se encargará de estudiar geológicamente el planeta para saber por qué es tan diferente al que un día fue su gemelo: el nuestro.