Ha sido un movimiento anónimo. Cuatro de cada cinco mujeres que relataron violencias machistas tenían menos de 3.000 seguidores y esa es una de las principales diferencias con el movimiento #MeToo, que arrancó con mujeres famosas. Y precisamente eso, según explicó la periodista Cristina Fallarás, fue aprovechado por hombres para intentar restar legitimidad al movimiento, diciendo que otras mujeres se inventaban agresiones para parecerse a las estrellas.
A pesar de ser un movimiento fundamentalmente anónimo, el backlash también estuvo presente durante los 14 días en que las mujeres se sacudieron la culpa. Alrededor de 4.000 tuits eran en contra de la iniciativa, la mayoría hombres que se quejaban de que las mujeres se inventaban las agresiones.