«Los niños respiran más rápido que los adultos, por lo que absorben más aire y más sustancias nocivas», explica el estudio. Además, están más cerca del suelo, donde se concentran más sustancias nocivas. Otro factor que contribuye a agravar el problema dentro de este colectivo de población estriba en el hecho de que los pequeños respiran más a menudo por la boca en lugar de por la nariz, por lo que las partículas dañinas penetran más fácilmente en el organismo.