La Lisboa subterránea hecha por gallegos

Begoña Íñiguez LISBOA

SOCIEDAD

Un hito de la ingeniería: Los túneles fueron construídos en los siglos XVIII y XIX y conectaban depósitos como el Mae d'Água das Amoreiras (derecha) y el acueducto de Aguas Libres
Un hito de la ingeniería: Los túneles fueron construídos en los siglos XVIII y XIX y conectaban depósitos como el Mae d'Água das Amoreiras (derecha) y el acueducto de Aguas Libres B. ÍÑIGUEZ

Una red de túneles de 30 kilómetros transportó el agua durante dos siglos

29 oct 2018 . Actualizado a las 16:01 h.

Lisboa no deja de sorprender por la cantidad de tesoros que esconde. Así ocurre con su red de galerías subterráneas, de más de 30 kilómetros, construídas en su gran mayoría por los gallegos, en los siglos XVIII y XIX, para que circulase el agua desde la Sierra de Sintra hasta las fuentes de la ciudad y las casas de las familias nobles y abastadas, que eran muchas por el gran esplendor que vivía la capital lusa gracias a las colonias. Una parte de sus galerías, 10 kilómetros aproximadamente, están en perfecto estado de conservación y se pueden recorrer, total o parcialmente, con un guía y una visita programada, para descubrir su dimensión y lo que supuso en la época este pionero sistema de transporte de agua.

Fueron miles los gallegos que con su duro esfuerzo contribuyeron al éxito de una de las obras de ingeniería más importante de la época, vigente durante tres siglos, con sus consiguientes mejoras, hasta que se cerró definitivamente en 1967. A comienzos del siglo XVIII los emigrantes gallegos comenzaron a construir los túneles subterráneos, décadas después el acueducto de las aguas libres, y finalmente trabajaron como aguadores; un empleo durísimo y mal pagado que no quería nadie, llevando el agua que llegaba a las fuentes, a través de los túneles, a las casas de la ciudad.

Itinerario recomendado

Como es imposible recorrer todos los túneles -más de la mitad no están habilitados para visitas- lo más recomendable es comenzar el recorrido en el impresionante depósito de Mãe d’Água das Amoreiras, en el centro de Lisboa, situado muy cerca del acueducto de las aguas libres y del que parte la red de galerías subterráneas más importante de la ciudad. Por ella se transportaba el agua hasta las fuentes (chafarizes) y alguna de ellas, como la del Largo de Rato, ubicada muy cerca de la sede del Partido Socialista y junto a la Fiscalía lusa, no dejan a nadie indiferente por su belleza y buen estado de conservación.

Quien haga esta ruta podrá contemplar cuáles eran los palacios y edificios públicos a los que se suministraba directamente el agua. Lo más habitual es terminar la visita en el mirador de San Pedro de Alcántara, Príncipe Real, donde hay otra bonita fuente. Los que tengan más tiempo pueden optar por recorrer otras galerías subterráneas y acabar el recorrido en la Estación Elevada a Vapor de los Barbadinhos, cerca de la estación de Santa Apolónia, la última que se construyó, en 1880, para abastecer de agua a la zona oriental, por la que crecía Lisboa en ese momento.

El misterio del acueducto

El imponente acueducto de las Aguas Libres, en el Valle de Alcántara, es el símbolo del avance del Portugal del XVIII. Se puede recorrer en su totalidad y contemplar desde arriba una de las vistas más completas de Lisboa. Aunque entre su arco más grande, de 65 metros de altura, guarda trágicos recuerdos del terror producido a la población que lo atravesaba durante la primera mitad del XIX por un joven aguador gallego de aspecto angelical, Diogo Alves, que asesinó brutalmente en dicho lugar a decenas de personas, a las que tiraba desde lo alto después de robarles todo lo que tenían. Alves se convirtió en el primer asesino en serie gallego y fue el último condenado a muerte en Portugal, en 1841. Tras ser ahorcado, su cabeza se entregó a los médicos de la época para que la investigasen. Gracias al formol se ha mantenido en perfecto estado hasta hoy en la Facultad de Medicina de Lisboa.