Juegos de palabras malos para la mente

Javier Becerra
Javier becerra REACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

La reina y el vicepresidente de la Confederación de Salud Mental escuchan al actor Damián Alcolea, que pidió que se visibilicen estas enfermedades en un acto celebrado el pasado día 9
La reina y el vicepresidente de la Confederación de Salud Mental escuchan al actor Damián Alcolea, que pidió que se visibilicen estas enfermedades en un acto celebrado el pasado día 9 EFE | Mariscal

Un bipolar no es una persona que cambia de opinión. La tristeza no es depresión. Ni el TOC es algo cómico. Los expertos piden que no se trivialicen este tipo de enfermedades

29 oct 2018 . Actualizado a las 12:52 h.

Lo dijo el actor Damián Alcolea el pasado 9 de octubre en los actos del Día de la Salud Mental en el Congreso: «Ya es hora, estamos aquí y no vamos a escondernos. Vamos a ocupar nuestro lugar en la sociedad sin pedir permiso, porque nos pertenece». Se refería a la visibilización de las enfermedades mentales, el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) en su caso. Socialmente todavía arrastran un estigma social que complica aún más la vida a quien la sufre. Sin embargo, Alcolea advertía días después en una entrevista a La Voz que esa luz no puede llevar la enfermedad al otro extremo: el de la trivialización y banalización.

En ese sentido, los profesionales de la salud mental identifican ese problema añadido. Por ejemplo, series televisivas o debates de televisión que convierten el TOC en algo cómico y ligero. «Unha cousa é que ti uses a ironía no teu propio caso ou que se faga un chiste, pero maldita a graza que lle pode facer que se trate así un TOC a unha persoa que ten que abrir e pechar unha caixa do correo 30 veces ao día ou lavar 16 veces as mans para poder comer unha mazá, porque non pode controlar a súa ansiedade», razona el psiquiatra Alberto Ramos.

Marino Pérez, psicólogo clínico y catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo, habla del riesgo de ese tratamiento, que lleva a «caricaturizar problemas como el TOC, reduciéndolos a un tópico» como no pisar rayas en la acera. Según él, esas aproximaciones a las enfermedades mentales, aparte de dar una idea distorsionada («parece que es algo divertido, que la persona no sufre con ello y que no le genera ningún inconveniente en su vida»), pueden llevar a otro problema: identificar como patológicos problemas que no lo son.

«Ocurre muy a menudo con los niños. Cuando un niño causa problemas, de repente ya lo tipifican como que sufre un trastorno de hiperactividad, con un cuadro diagnóstico. O la timidez, un estilo de personalidad que se convierte en fobia social con una categoría clínica», apunta el especialista.

Freno con información

Ante ello, el mejor modo de frenar este tipo de comportamientos y reacciones es la información. «En el colegio a todos nos han enseñado el cuerpo humano y se nos habló de las enfermedades físicas. El cerebro es otra cosa. Ya no sale tanto en los libros de texto y menos sus enfermedades», apunta el psicólogo clínico Francisco García. «En el punto medio está la virtud -continúa-. No se trata de inundar a la sociedad con información, pero tampoco banalizarla».

«Por ejemplo, la esquizofrenia no se puede reducir a una alucinación. Es algo mucho más complejo que eso», argumenta García. A veces, esa esquizofrenia incluso termina en lugares tan insólitos como un rueda de prensa futbolística para definir el estado de un equipo concreto. O en el barrizal del debate político. Cuando el líder de un partido le dice a otro que tiene esquizofrenia por su modo de gestionarlo, muchos encienden la luz roja. «Por suposto, esa linguaxe non é adecuada e non debería usarse neses ámbitos», opina Ramos.

Manuel Lage, psicólogo clínico, recuerda que «a la salud mental no se les presta tanta atención como a la física y su ignorancia puede generar ese tipo de problemas y tratamiento». Indica un caso muy habitual: la confusión entre tristeza y depresión. «La tristeza es la repuesta normal a algo negativo que ha ocurrido. Se te muere un familiar y te pones triste. La depresión es otra cosa. Se trata de un trastorno que condiciona totalmente la vida de una persona», señala.

Ramos apuesta porque se haga divulgación en las aulas: «Quizais no colexio non, pero eu achegaría estas cousas aos institutos, igual que se lles fala aos rapaces das enfermidades de transmisión sexual, por exemplo. Vivimos nunha sociedade na que, de pronto, ocorre algo non desexable e inmediatamente lle metemos un clixé de enfermidade mental. E moitas veces a xente non sabe nin do que está falando».

Ese mecanismo se da, por ejemplo, con el trastorno bipolar. De manera frívola muchas veces se asocia a una persona que cambia de opinión o de estado de ánimo. También con los ataques de pánico, que se identifican con un simple nerviosismo o susto. «Estos problemas tienen que salir más. Conocerlos y enseñar a los niños la empatía, el ponerse en el lugar de los demás. La información y la empatía es una muy buena vacuna para que no ocurra luego esa banalización», opina Francisco García.