Otra posibilidad, para los que tienen una finca cerrada, es soterrar los cadáveres en ella. Hay que cumplir varios requisitos, como que estén, al menos, a un metro y medio de profundidad y se esparza cal u otro desinfectante. «Realizamos el servicio de enterramiento con caja o con las cenizas en un envase biodegradable. Esto último es lo más habitual», explica Rosi Guerra, del tanatorio y crematorio Galimascota, en Bergondo. «Nos han dado las gracias por existir. Ver que teníamos razón, que es una demanda creciente, nos anima cada día», concluye Patricia.
Un «descanse en paz» también para los ciudadanos de cuatro patas
Con una tasa de cerca de 150 perros por cada mil habitantes en ciudades como Pontevedra, la que ostenta el índice más alto de la comunidad, la dotación de servicios para depositar o eliminar los restos mortales de los animales domésticos, más que una excentricidad o necesidad emocional, se convirtió en un reto de salubridad pública. «Hace años llegó a haber un problema medioambiental muy serio, con gente que los tiraba en los contenedores de orgánico», admite Gonzalo Vázquez, del Centro Veterinario Nós, en A Coruña.