Los ganadores del nacional de robótica, sin billete para el campeonato mundial

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Jacobo, Álvaro y Juan, de izquierda a derecha, estudian 2º de ESO en la Compañía de María
Jacobo, Álvaro y Juan, de izquierda a derecha, estudian 2º de ESO en la Compañía de María Verónica Vázquez

El equipo gallego ganó la plaza, pero carece de financiación para participar en Tailandia

29 sep 2018 . Actualizado a las 19:56 h.

Jacobo Taboada, Álvaro Ballón y Juan Martínez son tres pequeños genios de la robótica con un sueño compartido: participar en su categoría en el campeonato mundial de la especialidad que se celebrará en Tailandia entre el 16 y el 18 de noviembre. El equipo del colegio Compañía de María de A Coruña se lo ha ganado a pulso. Ganaron la plaza que les da derecho a ello tras imponerse primero en la competición gallega y luego en la nacional que se celebró hace unos días en Playa de Aro (Gerona). «Incluso lo hicimos con participantes mayores que nosotros», apunta Álvaro. Y Javier matiza: «En el regional también había chavales de 16 años». Ellos, salvo Álvaro, que aún no los ha cumplido, tienen 13 años y estudian 2.º de Eso.

Los tres han aportado de forma coordinada su talento, creatividad y esfuerzo para alcanzar el objetivo y, aunque nunca pensaron que podrían llegar tan lejos, saben que lo tienen muy difícil para participar en el campeonato mundial de Tailandia. El viaje, la inscripción en el torneo y la estancia en el país asiático es muy caro y carecen de la financiación necesaria para asumir el gasto. De momento no han recibido ningún apoyo, aunque tampoco pierden la esperanza. «Nuestras madres están pidiendo subvenciones a distintas empresas para conseguir el dinero. A ver si tenemos suerte», confía Jacobo. Sin embargo, no es nada fácil. Su llamamiento todavía no ha recibido una respuesta.

«Hemos hablado o enviado correos al Ayuntamiento, que fue lo primero que hicimos nada más acabar el campeonato nacional, con la Xunta, con la Diputación, con empresas, con fundaciones, con colegios profesionales... Aún no nos han contestado, pero quizás es que no hemos sabido tocar la tecla adecuada», explica Amaya González, la madre de Juan. Lo peor es que el tiempo se les echa encima, porque el campeonato es a mediados de noviembre. «Es un problema gordo el que tenemos, porque los niños son muy pequeños y tampoco los podríamos dejar solos», constata Carmen Barreiro, la madre de Álvaro.

«Una gran oportunidad»

«Ir al campeonato es una gran ilusión para los chavales, porque pocas veces en la vida se te presenta una oportunidad así, pero también una buena ocasión para promocionar A Coruña, Galicia y la propia robótica, porque es el futuro. Toda ayuda es poca», destaca Amaya.

A la espera de encontrar una solución, los chavales siguen trabajando. Y sueñan con Tailandia. «Allí sería muy difícil ganar porque hay mucho nivel. Compiten 270 equipos, los mejores del mundo, y en algunos países asiáticos la robótica es una asignatura obligatoria y se pasan todo el año trabajando con ella», reconoce Jacobo. Y Juan lo refrenda de forma gráfica: «El mundial es el mundial». Aún así, su entrenador, Ángel Fernández, confía en ellos. «Quizás sean -dice- la mejor generación que haya tenido, porque los tres se complementan muy bien. Yo les he ayudado, pero el trabajo es suyo».

Su robot, una pequeña máquina de 30 x 30 centímetros, se llama Ga-Legos y está construido con piezas de lego. El diseño es importante, ya que debe adaptarse lo mejor posible al circuito con pruebas que deben superar, pero también la programación, que desarrollaron los propios chavales. «Hicimos lo motores, los sensores, la caja que lo controla todo y la programación», apunta Jacobo. «El día de la competición nacional tuvimos que montarlo todo allí en dos horas y también tuvimos que superar una prueba sorpresa que nos pusieron en el último momento», recuerda Álvaro, el benjamín del grupo, que se explica con entusiasmo y fluidez y que se maneja bien en la programación de videojuegos. Los tres están preparados para el gran reto. Tienen ilusión, talento. Pero aún les falta la financiación.