Un informe de la ONU sitúa al país escandinavo como el más feliz del mundo; finlandeses que viven en la comunidad gallega relatan su experiencia y comparan los dos lugares

lucía vidal

Hace unos meses, un informe de la ONU concluía que Finlandia era el país donde la gente vive más feliz. Cuatro mil kilómetros separan el país nórdico de Galicia, pero ambos lugares están más cerca de lo que parece. Tres finlandeses afincados en la comunidad -Marika Ketola, Risto Voulanne y Jenni Rahunen- se enfrentan a una complicada elección: ¿con qué país se quedan? ¿En cuál son más felices?

 

Marica ketola

37 años, 19 en Galicia. Su sonrisa permanente recibe a los clientes que visitan su tienda de artesanía y decoración escandinava, situada en la coruñesa calle del Orzán. Tiene dos hijos, gallegos, de diez y quince años. Para aquí se ha venido también una hermana suya: «Me vio tan feliz...», dice Marica. 

RISTO VUOLANNE

45 años, 13 en Galicia. Procedente de una familia de tradición musical, hizo una audición con la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) y se quedó. Risto se define como «un tío guay». Tiene diez sobrinos. «Siempre digo que los finlandeses tenemos bajas expectativas, que esperamos poco de la vida... Por eso somos más felices», comenta destilando una retranca más propia de estos lares.

JENNI RAHUNEN

38 años, cuatro en Galicia. Tan dulce como las notas que salen de su acordeón, mantiene relación con los otros dos finlanllegos. Y es que Jenni da clases de música en los talleres que organiza Ketola, y además, está casada con Dima, director de la OSG. «Soy muy feliz aquí y tengo muy buenos amigos», sentencia.

Los tres hablan de ambos lugares, comparando diferentes aspectos del día a día. Esto es lo que concluyen.

El tiempo

«En Finlandia las estaciones están mucho más marcadas», explica Marica, que echa de menos la nieve, sobre todo en Navidad. «¡Ese manto blanco!», exclama con añoranza. Sin embargo, si tiene que quedarse solo con uno, elige el clima atlántico, a pesar de sus difíciles comienzos. «El año que llegué llovió muchísimo. Es verdad que yo de España solo conocía Las Palmas. Fue horrible. Me preguntaba ¿pero nunca va a parar de llover?», dice. Risto siente nostalgia del calor de sus días en la portuguesa localidad de Faro, «pero con la lluvia de A Coruña -matiza- se trabaja más».

La naturaleza

El frío no impide disfrutar de la vida al aire libre. «Allí hasta veinte grados bajo cero es normal. Mi hijo iba a la sauna con un mes y dormía en el jardín», cuenta Marica. En Galicia practica el senderismo, junto a su marido. «En Finlandia hay mil lagos y bosques, pero esto también me encanta, ¿eh?».

La comida

Risto no encuentra pan de centeno como el finlandés. Jenni y Marika extrañan los dulces maternos (ambas presumen de la repostería de su país), claro que hay trucos para sobrellevar esa ausencia. Cada vez que viaja a su país, Marika se trae canela y cardamomo, y en su hogar coruñés prepara muchas veces pulla, un plato tradicional. «Allí se usa más mantequilla y son típicos los potajes, pero ya no podría vivir sin pulpo o jamón serrano», reconoce. Risto se muere por la tortilla de Betanzos, y a Jenni le falta tiempo para enumerar todo lo que le gusta de nuestro menú: «Los pescados, el marisco, la verdura...»

La educación

Uno de los puntos fuertes del país nórdico es su sistema educativo. «Todo es público. No hay diferencias entre colegios», afirma Vuolanne. La escolarización es más tardía. «Allí no se empieza hasta los 7 años», asegura Jenni, que cree que en España los pequeños van «demasiado pronto a la guardería». Respecto a las tareas escolares, Marika es tajante: «Yo soy de la liga antideberes. Aquí les meten mucha presión y todo va en función de las notas».

El trabajo

Los tres tienen en común haberse emancipado jóvenes. Marika trabaja desde los catorce años. Su primer empleo en Galicia fue como au-pair

Muchos la situarán en los probadores de la tienda de Inditex en Torreiro, donde también pasó una temporada. Ahora su día a día transcurre entre flores, bolsos y cestas. En el medio, un parón laboral para cuidar de sus niños, «porque era imposible conciliar». Jenni y Risto se marcharon de casa a los 19. «En Finlandia se hacen menos horas, pero el rendimiento es mayor», comenta Risto. «No me gustan los horarios españoles -añade Jenny- porque se sale muy tarde. Allí, a las cuatro, estás fuera y los padres pasan mucho más tiempo con sus hijos».

La economía

A nivel de ingresos, «los finlandeses no son ricos, pero hay menos diferencias económicas entre las personas», considera Risto. Jenni confiesa que aquí gana la mitad de lo que cobraría en su país, pero «también es verdad que la vida en Finlandia es más cara. Un café puede costarte perfectamente cuatro o cinco euros».

La vida social...

«Nosotros somos más hogareños. Aquí todo es salir, salir y salir», comenta Ketola. Aunque tanto tiempo en Galicia ha modificado sus ritmos: «Aquí he aprendido a dar paseos -reconoce Risto- porque allá para salir tienes que tener un punto A y un punto B, no improvisas». Jenni se sorprendió con el carácter abierto de la gente: «Te llaman para tomar un café sin más motivo». «No es que no tengamos sentimientos -intenta explicarse Risto-, sino que no tenemos los instrumentos lingüísticos para expresarlos. Somos parcos en palabras. Y más tímidos».

Y la ganadora es ...

«Yo me siento ya una galleguiña», admite Marika. «Me gusta Finlandia -prosigue Risto-, pero creo que mi casa está fuera de allí». «Dejémoslo en un cincuenta cincuenta», dice Jenni, que no se moja. Para que luego digan que los gallegos no se sabe si suben o si bajan.