Con 18 años se intentó suicidar y con 21 ha recibido una nueva cara: la historia detrás de un trasplante histórico

SOCIEDAD

National Geographic


Su nombre es Katie Stubblefield y se ha convertido en la receptora de trasplante de cara más joven en la historia. National Geographic ha seguido el proceso durante más de dos años

17 ago 2018 . Actualizado a las 17:48 h.

Katie Stubblefield se intentó suicidar con 18 años con una escopeta. Ella sobrevivió pero el disparo la dejó prácticamente ciega y le destrozó la cara por completo: se quedó sin nariz, sin mandíbula, sin boca y sin parte de la frente.

Tres años después la joven se ha convertido en  la receptora de trasplante de cara más joven en la historia de Estados Unidos. La revista National Geographic ha documentado todo el proceso a través de duras fotografías e, igualmente duros pero también esperanzadores, testimonios.

Katie estuvo en lista de espera más de un año, hasta que llegó una donante compatible. Se trataba de Adrea Schneider, una mujer de 31 años que había muerto recientemente. Su abuela decidió donar la cara de Adrea a Katie.

Durante todo el proceso los padres de Katie fueron su gran pilar. Aprendieron todo lo que pudieron sobre trasplantes, procedimientos médicos, medicamentos y numerosos tipos de terapia física. Sus vidas cambiaron por completo. Aprendieron a administrarle medicamentos a través de un tubo para llegar al estómago. Se convirtieron en guerreros para luchar por su hija.

En esa imagen habían pasado ocho meses y 23 días desde que Katie recibiera el trasplante de cara. La operación se realizó en 2017 en la Cleveland Clinic (Ohio): los médicos tardaron más de 31 horas.

Ahora National Geographic ha publicado la historia al completo: «Las imágenes de este artículo son duras. Pero si te pedimos que nos acompañes en el extraordinario viaje de una joven que se sometió a un trasplante facial, es porque revela algo profundo sobre nuestra humanidad. Nuestro rostro expresa quiénes somos, mostrando miles de emociones. Es nuestra puerta al mundo sensorial, lo que nos permite ver, oler, gustar, oír y sentir la brisa. ¿Somos nuestro rostro? Katie Stubblefield perdió el suyo a los 18 años. A los 21, los médicos le dieron uno nuevo. Esta historia habla de traumas, identidades, resiliencia, devoción y milagros médicos increíbles».

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