Cruzadas bajo el sol en la Rapa de Sabucedo

Javier Benito
javier benito A ESTRADA / LA VOZ

SOCIEDAD

Rober Amado

Aloitadores y bestas danzaron sobre la arena ante 1.600 personas entregadas a un espectáculo único y ancestral

09 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Sol abrasador, invitación a quedarse en la carballeira próxima al curro. Entre tiendas de campaña y puestos de artesanía, chiringuitos a rebosar de bebida fresca y atracciones. Tocaba avituallarse de agua y crema solar para unirse a las colas de acceso al circo romano en versión reducida donde los aloitadores se transmutan en gladiadores para, con las manos desnudas pero con la sabiduría heredada de generación en generación, domeñar a sus amigas las bestas. Hablamos de Sabucedo, de esa rapa ancestral, épica en estado puro sobre la arena, adrenalina en ebullición.

Espectáculo casi operístico, con el siseo de tijeras, relinchos de garañones, berridos de aloitadores y aplausos del público. Cartel de completo ayer en esa pequeña aldea de A Estrada. 1.600 seguidores, neófitos o con callo tras años, repitiendo en las gradas o en los árboles próximos. Y en esa gala musical todo va medido. Desde la entrada de los cuadrúpedos, 250 ejemplares de la cabaña de O Santo se recolectaron en los montes. Después, con la retirada de los potrillos, los más pequeños tatuándose en su ADN una herencia pasional por las bestas. Como Leila, Saínza o Anxo, que a su corta edad y en brazos se adentraron entre las manadas en su busca.

Sin solución de continuidad, en un mediodía casi agosteño, comenzaban los saltos, las cruzadas de los aloitadores para tapar los ojos a las yeguas mientras a los veteranos les tocaba desequilibrarlas o inmovilizarlas amarrados a los rabos. Peluquería instantánea para las crines e inyección para desparasitar. Porque a ese fin se destina esta ceremonia con mucho de espiritual entre tanta fuerza bruta. Mientras, algunos garañones, los machos alfa de las manadas, decidían de vez en cuando alzarse de patas para demostrar su tronío.

Identidad, corazón y respeto definen a los aloitadores ante la nobleza de los équidos. Sensaciones transmitidas desde el curro, más sentimental que nunca en recuerdo de dos compañeros fallecidos. Manos al cielo, palabras para Juan y Tato tras alguno de los duelos más tensos, donde el animal consigue por unos segundos incluso recuperar su semilibertad en ese círculo pétreo. Vana ilusión, ninguno logra escapar con su resistencia a la tenacidad humana. No faltaron revolcones, golpes y un pequeño corte en la nariz. Ni inusual ni grave.

«Tijeras», clamaban junto al muro tras minutos de espera con una besta inmovilizada. Un aloitador saltimbanqui con las sedas en la mano, grada arriba, para entregar a una joven. Cámaras y fotógrafos compartiendo con tiento la arena para inmortalizar la rapa. Una rociada de espray mágico para curar heridas en las grupas. Momentos diferentes que jalonaron la hora y media de frenética actividad en el curro.

Por no faltar, ni la petición de un bis, antes de soltar a los potrillos y conducir las manadas de vuelta al cierre. Aplausos, sudor, camisetas terrosas, pantalones rotos, abrazos en espera de saltar hoy de nuevo a la arena en la última rapa con fines solidarios. «Amazing». Así definía esta ancestral tradición el coreano Kiwong Jong, uno de los doscientos reporteros y fotógrafos acreditados este año. Fantástico, sin duda. Sabucedo is different.

La atmósfera de la Rapa

Promovido por Abanca y La Voz, el proyecto «Voces de Galicia» registrará los sonidos propios de la comunidad. Es una iniciativa abierta a colaboraciones. La Rapa es uno de esos momentos que intenta captar.