Los gallegos, los segundos más obesos de toda España

Sara Cabrero
S. Cabrero AGENCIAS

SOCIEDAD

Sáshenka Gutiérrez | Efe

Un reciente estudio apunta a que seis de cada diez ciudadanos pesan más de lo que deberían y dos de ellos son obesos

20 jun 2018 . Actualizado a las 13:04 h.

Al peso de los españoles no le ha sentado muy bien la recesión económica. Y al de los gallegos mucho peor. La época de vacas flacas ha engordado las básculas de todo el país con cifras que invitan a la reflexión. Seis de cada diez ciudadanos pesan más de lo que deberían, dos de ellos son obesos y el mapa de este problema ha pegado un giro hacia el norte, colocando a gallegos y asturianos al frente de las estadísticas.

Este estudio elaborado por el profesor de la Universidad de Navarra Javier Aranceta Bartrina, uno de los principales especialistas del país en salud nutricional, demuestra que las cifras no mejoran. Es más, en los últimos años, a pesar de las continuas campañas de concienciación, los datos han empeorado. Si en el 2005 -año en el que se elaboró el último estudio de alcance nacional que se había hecho en España para medir la prevalencia de la obesidad- cerca del 16 % de los españoles tenía un índice de masa corporal superior a 30, una cifra que en estos momentos ha escalado hasta llegar al 20 %. Estas conclusiones, recogidas en el estudio Epidemiología de la obesidad en España, pone el foco en nuestra comunidad, donde esta epidemia se ha vuelto especialmente preocupante. En Galicia, el índice de obesidad asciende al 25 %, siendo solo superados por Asturias, que lidera este terrible ránking con una cifra del 25,5 %. La medalla de bronce se la reparten Murcia y Andalucía, ambas con un 24 %.  «Los niños han abandonado la dieta tradicional y familiar y consumen más alimentos precocinados. Esta circunstancia, junto con un aumento de la inactividad ligado a las pantallas está provocando que aumenten las cifras de obesidad en toda España de manera importante», asegura Rosaura Leis, coordinadora de gastroenterología y nutrición pediátrica del Hospital Clínico Universitario de Santiago. Leis lo tiene claro:  «Tenemos que recuperar las dietas tradicionales y nuestros hábitos de actividad anteriores. Abusamos de las pantallas y nuestro ocio se ha convertido en un ocio pasivo», recuerda

El problema no afecta solo a la salud. Porque también arrastra a la economía. El informe incide en el gasto que cada año supone esta enfermedad, que representa el 2 % de todo el gasto público de nuestro país en sanidad. 

Hay mucho por hacer, pero Aranceta Bartrina pone al servicio de los que quieran cambiar la primera piedra: «Menos tiempo para comprar y cocinar, menos tiempo en el ambulatorio. Esa regla se cumple siempre». Esta advertencia tan sencilla tiene tras de sí toda una receta de buenas prácticas que pueden ayudarnos a cambiar mucho las cosas. Expertos como Aranceta o Lluís Serra Majem, uno de los responsables del grupo de investigación sobre el tema de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), recomiendan promocionar la actividad física y recuperar la cocina tradicional, basada en productos de temporada, para dar la vuelta a la situación. Leis, por su parte, cree que esto es una tarea de todos. «Hay que empezar desde el principio, promoviendo hábitos de vida saludables ya en la mujer gestante. Debemos promover también la lactancia materna, que también protege frente a la obesidad infantil. Después, hay que introducir la alimentación complementaria cuando indica el pediatra y en el momento en el que el niño tenga que incorporarse a las rutinas de alimentación familiares debe sentarse en una mesa familiar saludable, en la que primen los alimentos cocidos, hervidos y a la plancha más que los fritos. También hay que consumir verduras, pescados y lácteos y apostar por el agua, prescindiendo de las bebidas carbonatadas y con azúcares». Eso en cuanto a la alimentación, pero también hay que invertir esfuerzos en lo que se refiere a la actividad física: «Los padres tienen que disminuir el tiempo dedicado a la pantalla y aumentar la actividad física en familia». 

Precisamente el abandono de estas dos prácticas son las que probablemente hayan abocado a los gallegos a situarse entre los más obesos de toda España. Y es que los expertos detrás del estudio recuerdan que entre los factores que influyen en la obesidad se encuentran muchos relacionados con el repunte del paro y el empobrecimiento provocados por la recesión. Menos trabajo también implica menos actividad física y, sobre todo, menos recursos disponibles. Y, en todo este caldo de cultivo de sedentarismo y escasos ingresos familiares, quien suele ganar la batalla es la «comida chatarra». Porque llenar la cesta de la compra con este tipo de alimentos resulta mucho más barato que hacerlo con productos frescos de temporada propios de la cocina tradicional.

A pesar de que atacar los precios de la lista de la compra puede ser la vía fácil, Aranceta Bartrina no cree que gravar con un impuesto especial las comidas más energéticas o las bebidas azucaradas sea la solución al problema de la obesidad: «Quien quiere tomar este tipo de productos se lo quita de otros gastos». La respuesta, a juicio de los que más saben, pasa por la educación, la promoción de la cocina tradicional y el trabajo conjunto con la industria alimentaria para que sus productos reduzcan de origen la carga de azúcar, sal y grasas.

Rosaura Leis también cree que la educación es la mejor arma para combatir esta batalla. «Es necesario incluir en el currículo escolar una asignatura sobre hábitos de vida saludables para que los niños adquieran desde el principio competencias que afectan a su salud. El niño debe conocer el etiquetado de los alimentos, aprender a cocinar cosas sanas, saber qué comer y cómo comerlo», asegura la experta gallega, que además apuesta por facilitar que los alimentos más beneficiosos estén al alcance de todos los bolsillos, para evitar así la tentación de llenar las despensas de mala salud.