«No tendré paz hasta que mi padre muera»

Mila Méndez / Xosé Carreira REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

X. C.

Así es la vida de una lucense que fue objeto de abusos por parte de su progenitor

12 may 2018 . Actualizado a las 20:27 h.

«Hasta que mi padre muera, no habrá paz para mí». Esta dura afirmación es de una mujer lucense que fue objeto de abusos por parte de su progenitor durante muchos años. Ahora, junto a otras que están repartidas por diferentes ciudades gallegas, planea crear un colectivo para hacer frente «al vacío con el que a diario nos tenemos que enfrentar».

Pasa de los 40 y pide ser citada con nombre ficticio, como por ejemplo Sonia. Nada de fotos que puedan identificarla porque su padre vive. De hecho, muchos de los duros pasajes de su vida son obviados para evitarle todavía más problemas.

No sabe con certeza durante cuánto tiempo fue objeto de abusos diversos por parte de su progenitor. «Si sé la edad en que se acabaron: a los 13 años. No me acuerdo de cuándo fue el comienzo porque era muy niña. Crecí con eso. Era la práctica habitual a la que me veía sometida». No se trataba de hechos agresivos, sino algo que formaba parte de una «normalidad, por eso me costó saber lo que me estaba ocurriendo», apuntó Sonia.

«Realmente no logré saber la magnitud de lo que me había sucedido hasta que fui adulta. Mi vida daría para...», reflexionó esta lucense, que aseguró que su padecimiento tuvo un fin y fue cuando su padre «no tuvo más acceso a mí».

Esta mujer considera que su padecimiento fue mayor que el de otras mujeres que pudieron sufrir abusos o malos tratos. «Es muy diferente si te violentan. Aún siendo niña, te darías cuenta porque percibes que te están asustando. ¡Pero en mi caso no fue así! Mi padre lo hacía de una manera que parecía normal, como si fuese la forma de que un padre quisiese a su hija. Yo lo tomaba tan normal como alguien que se levanta y a continuación desayuna. Era una manera de 'quererme'», relató esta lucense.

«Tenía todas las facilidades porque yo dormía en su cama. Las circunstancias en casa también eran especiales. No había quien le levantara la voz y no iba a ser yo. Me di cuenta del padecimiento de adulta», indicó. La situación motivó que actualmente esté a tratamiento por ansiedad. «No puedo evitarlo. Tengo miedo, pánico... No puedo entender el por qué. No puedo describir lo que siento», explicó Sonia.

Esta lucense asegura que como ella hubo muchas niñas que fueron objeto de abusos. «Si no era su padre, era su tío... ¡Y no podían decir nada de ninguna manera! ¡Nadie las creería! Cualquiera les taparía la boca diciéndoles, cállate. Toda nuestra existencia marcada por el silencio. ¡Calladas! En el silencio crecimos, nos casamos, criamos a nuestros hijos. Siempre bajo el ocultamiento. Es una realidad muy dura. Es como cargar con un saco de patatas a la espalda constantemente», indicó.

En su casa trata de no hablar del asunto, «porque sé que les hace daño». Lo sabe su esposo y también su hijo. «A mi hijo se lo dije porque quería que supiese por qué su madre llora muchas veces. Necesitaba una explicación. Me dijo que todo lo que hiciera estaría bien, que él no podía decir nada y que solo quería que fuera feliz», apuntó.

Ahora sus miras están puestas en crear un colectivo para que las afectadas, por lo menos, puedan hablar. «Hay terapias, pero echamos en falta otro tipo de apoyos que no encontramos en el ámbito de asociaciones ya existentes. Las hay de violencia de género, pero no nos sentimos identificadas porque no nos resuelven lo que queremos. Hoy en día hay muchas ayudas para maltratadas, pero el grupo de víctimas de abusos no tiene cabida», dijo Sonia.

Condenados cinco familiares que maltrataron y violaron a una niña desde los seis años

El Tribunal Supremo ha ratificado la condena impuesta por la Audiencia Provincial de Álava al padre, a la abuela y a tres tíos de una joven a la que agredieron sexualmente y maltrataron durante veinte años, desde que tenía seis. La Asociación Clara Campoamor, que ejerció como acusación popular, se ha felicitado por la decisión del TS de «confirmar en su integridad» las penas impuestas, que suman más de 32 años de prisión, 15 de ellos para el padre, que recibió la condena más dura.

El alto tribunal entiende que hay «prueba suficiente de cargo» para condenar a los cinco acusados, y ha dado «especial credibilidad a la versión de la víctima», al tiempo que considera que la duración de las penas está «totalmente motivada», como informa el comunicado.

Durante el juicio, la joven relató que su padre la violó hasta que tuvo 13 años, y también aseguró que sufrió malos tratos durante su infancia y adolescencia. Siendo mayor de edad, dos de sus tíos le hacían tocamientos de manera reiterada y su abuela la agredía y la obligaba a hacer los recados para casi toda la familia mientras vivió con ella en un piso en Vitoria.