«Lo más duro es ver que los niños rohingya no sonríen»

Marta Otero Torres
marta otero REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

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Unicef y la OMS alertan del riesgo de epidemia de cólera por las inundaciones si llega el monzón

11 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Alicia Moreno no puede olvidar lo que vivió en los campos de refugiados de Bangladésh, donde más de un millón de personas, casi la mitad niños, se instalaron huyendo de lo que definen como «un genocidio de libro».

-¿Qué es lo que más impresiona del campo de refugiados?

-Pues lo primero que te sobrecoge es la inmensidad. Son kilómetros de refugios frágiles, como chabolas, hechos de bambú, plástico y algunas chapas. También el silencio, y los semblantes de la gente de desesperanza y tristeza. No podemos olvidar que han estado sometidos a torturas, asesinatos, violencia extrema, violaciones de mujeres y de niños.

-A todo eso se une ahora la amenaza del monzón.

-La situación es crítica, porque todo el campamento está construido en una zona que se ha desforestado, y el terreno es totalmente arenoso. Ahora que viene el monzón, con las lluvias torrenciales hay un riesgo enorme de que se inunde, y con la contaminación fecal (las letrinas están en el medio del campamento) hay riesgo de que se extienda el cólera.

-¿Qué se ha hecho para evitarlo durante estos meses?

-Unicef ya ha vacunado contra el cólera a casi 900.000 personas, el objetivo es llegar a 1.100.000, y de momento está garantizado que los niños menores de dos años tengan toda su vacunación completa. También se están moviendo de sitio las letrinas y cualquier servicio sanitario que esté en zona de mucho riesgo se está reubicando. Tenemos que estar preparados para suministrar agua potable o pastillas potabilizadoras para el agua contaminada.

-¿La situación de los niños es preocupante?

-Más allá del monzón, la situación de los niños es lo más urgente. Lo más duro es ver que los niños rohingya no sonríen. Los primeros dibujos que hicieron al llegar eran como una fotografía del terror: aldeas ardiendo, helicópteros bombardeando, personas colgadas de árboles, soldados disparando a personas... Pero lo alentador es que, tras seis meses de tratamiento psicológico, esos niños ya empiezan a dibujar animales, paisajes con colores, incluso te enseñan dibujos de cómo era su vida en Myanmar antes de la huida.

-¿Cómo se transmite a la sociedad la idea de lo necesaria que es la ayuda en un momento tan malo para las oenegés?

-Al final te vuelves con la esperanza de que la ayuda llega y que es efectiva. Sin la ayuda de todas las organizaciones humanitarias que están trabajando allí esas personas no tendrían nada. No tendrían alimentos, ni agua potable, ni servicios de salud. Los niños no tendrían apoyo psicológico, que es fundamental para ellos. Por eso la ayuda en este caso es fundamental, y ahora más que nunca. Yo lo he visto con mis propios ojos.