Europa prohíbe los tres insecticidas más usados por su daño a las abejas

SOCIEDAD

CARMELA QUEIJEIRO

Apicultores gallegos plantean pedir indemnizaciones por los 200 millones de pérdidas

27 abr 2018 . Actualizado a las 23:28 h.

«Había anos nos que non quedaba nin unha soa colmea viva e había que empezar de cero. Foi unha matanza terrible». Xesús Asorey aún recuerda como una pesadilla los años en las que las abejas desaparecían casi por completo de su explotación en Abegondo (A Coruña). No era un caso único. Lo mismo sucedía en toda Europa. Ocurrió a partir de 1994, con la introducción de los insecticidas neonicotinoides para combatir las plagas de los cultivos, que se cobraban de forma involuntaria a unos insectos vitales para la polinización. Empezó entonces una larga lucha de apicultores y organizaciones ambientales contra un enemigo poderoso: la industria química, respaldada por los grandes agricultores. Poco a poco aparecieron estudios que relacionaban los tóxicos de los insecticidas con el declive de las abejas. Y así fue como en el 2013 se logró la primera victoria con la prohibición parcial y temporal en Europa de los tres neonicotinoides más consumidos en el mundo: el imidacloprid y la clotianidina, de Bayer, y el tiametoxam, de Syngenta.

Era solo una moratoria, pues el dictamen definitivo dependía de la revisión que tenía que realizar la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). El informe no llegó hasta el pasado mes de febrero. Y fue demoledor: demostró la relación entre los pesticidas y la mortalidad de las abejas. Con las pruebas en la mano, los ministros de la UE, con el voto a favor decisivo de España, respaldaron ayer la propuesta de la Comisión Europea de prohibir el uso al aire libre de los tres neonicotinoides. Solo se podrán utilizar en invernaderos, pero se eliminan las excepciones a su uso como hasta ahora, después de la floración o en ciertos cultivos atractivos para los insectos, como los frutales.

«É un paso adiante moi importante e unha gran satisfacción, despois de 24 anos de loita e de máis de 1.500 estudos científicos que demostraban a perigosidade dos insecticidas», destaca Xesús Asorey, que también es el secretario técnico de la Asociación Galega de Apicultura.

Confirmado el culpable, ahora llega la hora de rendir cuentas. «Imos pedir -avanza Asorey- que as multinacionais químicas nos indemnicen polos milleiros de colmeas que nos mataron todos estes anos». La propuesta se hará en la reunión de la plataforma Bee Life, una coalición de 80 entidades ambientales y de apicultores de toda Europa. En la UE se calcula que los neonicotinoides mataron al 40 % de las colmenas, porcentaje que en zonas de Galicia próximas a los cultivos de maíz forrajero se elevó al 80 %. «O custo para os apicultores galegos rolda os 200 millóns de euros, pois supuxo a perda dun millón de colmeas neste período, ademais da valorización da polinización e mais doutros insectos polinizadores», precisa la Asociación Galega de Apicultura.

A José Luís Ferreirim, responsable de la campaña SOS abejas de Greenpeace, le parece «legítima» esta reclamación, pero también cree que la batalla continúa. «No basta -dice- con eliminar esos tres insecticidas. Hay otros que pueden ser peligrosos. Lo que pedimos es que se evalúe su riesgo y que se retiren progresivamente en un período de transición». 

«Día triste para los agricultores»

En el otro extremo se sitúan los agricultores, temerosos de que no existan otras alternativas, y la industria química. «Es un día triste para los agricultores y una mala noticia para Europa», dijo Bayer en un comunicado. Entiende que la decisión «reducirá aún más la capacidad de los agricultores europeos para hacer frente a plagas importantes, para muchas de las cuales no hay tratamientos alternativos disponibles».

Afectan a las neuronas mediante la nicotina y a su capacidad de orientarse

Los neonicotinoides afectan a las abejas a nivel neuronal mediante la nicotina. Los compuestos se suelen echar en las semillas, en Galicia fundamentalmente en las de maíz forrajero. Cuando la planta está en floración, los insectos recogen el polen y el néctar, ambos infectados. Los efectos pueden ser agudos y morir inmediatamente. Pero las más habituales son las consecuencias subletales, ya que los químicos pueden afectar a su capacidad de orientación y aprendizaje, por lo que no saben volver a las colmenas y terminan muriendo. Si consiguen llegar a casa, los efectos continúan en la puesta de huevos. Las secuelas son crónicas.