Romper las barreras del autismo

Álvaro Sevilla Gómez
ÁLVARO SEVILLA RIBEIRA / LA VOZ

RIBEIRA

Carmela Queijeiro

Tres madres desgranan el proceso para conseguir superar una amarga batalla contra un trastorno que les impedía comunicarse y llevar una vida normal con sus hijos

20 abr 2018 . Actualizado a las 10:57 h.

«Mordía, pegaba. Non quería a ninguén. Tiña medo de levala a certos sitios, porque incluso na familia parecía que lle tiñan medo. Aos rapaces pequenos dicíanlle, saíde para fóra que vén ela. Tratábana como un monstro». La que habla es Rosa Sanmartín, que explica como era el día a día de su hija, Rosa Sanlés, de 16 años de edad y que padece trastorno autista, asociado a una discapacidad mental y alteración conductual.

La vida de ambas era una penitencia, una guerra sin fin. Llevarla al médico, al supermercado, a cualquier acto social, era un infierno. El cielo se despejó hace seis años, cuando decidió que el lugar de la pequeña podía estar en el centro de educación especial de Amicos: «Cambiou totalmente. Deixou de morder, de pegar. Mellorounos a vida. Maldito sexa o momento no que non a metín antes. Agora ata fala algunhas palabras».

Xoán España es el director general de Amicos, asociación cuya meta pasa por la integración de personas con discapacidad intelectual, autismo y parálisis cerebral. Explica cuál es el principal problema que deben superar los padres: «Hai unha falta de comunicación. Os rapaces con espectro autista relacionado a outras discapacidades pensan coa vista, non entenden igual ca nós o seu entorno. Entón están sempre cun mecanismo de autodefensa activado. Non comprenden o que ocorre ao seu redor».

Ellos les explican, a padres e hijos, cuál es el camino para entenderse. Lo hacen a través de pictogramas, dibujos acompañados de texto que se convierten en su voz, en su voluntad. Les enseñan a utilizarlos. Dominarlos es el principal paso hacia la normalidad, hacia la ansiada integración.

Más casos

Álex Rivas también padece el mismo trastorno que Rosa. Lleva cuatro años en Amicos. Para su familia, ha sido la mejor decisión de su vida. «Era moi duro, sofres ti, porque non o entendes, pero el tamén porque tampouco é capaz de expresarse», confiesa su madre, Susa Vila.

Explica, con una sonrisa sincera, el cambio que experimentó su hijo: «Antes, cando iamos comer, tiraba con todo. Ten hiperactividade. Agora é outro, hai uns días recolleu o prato e puxo o lavalouzas». Son pequeños pasos, aunque todo un éxito para la gente que desde hace cuatro años trabaja día tras día con el pequeño.

Álex acaba de entrar en una de las aulas del centro de Amicos. Su madre lo abraza antes de que se siente delante de la televisión. Quiere ver Shrek. «Pídeselo, pídeselo», le dice. Al instante se levanta y coge un pequeño libro, conocido como pecs. En su interior lleva una serie de pictogramas que son su voz para comunicarse con el mundo. Escoge dos recuadros, un ojo, que significa ver, y una televisión. Se los muestra a la profesional de Amicos, que sonríe antes de tomar el mando y dejar que el ogro verde aparezca en la pantalla.

Para llegar a ese punto han pasado años. Sus padres también han tenido que saber cómo se utilizaba ese pequeño libro que ahora es su canal de comunicación. En ese proceso de aprendizaje se encuentra ahora Isaac Goti, que también tiene el mismo trastorno que Álex y Rosa. Él solo lleva desde septiembre en el centro de Amicos.

«Estamos empezando ahora con los pictogramas. Para mí que esté aquí es una tranquilidad. Isaac se autoagrede y en la escuela en la que estaba no podían con él», afirma su madre, Susana Tituaña. «Aquí me ayudan en todo. Me explican cómo debemos abordar los problemas».

Una vez que los tres chicos se marchan, las madres comienzan a hablar. ¿Cómo hacer que coma fruta? ¿Cómo lograr que puedan ir solos al cine? Rosa Sanlés explica que irán al centro comercial el sábado. Era impensable hasta hace bien poco. «Cando se fala de integración creo que falamos disto, de que o problema sexa como facer que coman froita», afirma España. Ellos han vencido la batalla al autismo.