Los mejores figurantes de Luis Tosar estaban en la residencia

Toni Silva OLEIROS / LA VOZ

SOCIEDAD

ANGEL MANSO

Varios usuarios del centro DomusVi de Oleiros se incorporan al rodaje de la película de Vaca Films «Quien a hierro mata»

17 abr 2018 . Actualizado a las 17:27 h.

En la residencia de mayores DomusVi Coruña la misa del sábado tuvo que adelantarse al miércoles. Porque ese fin de semana no había capilla. ¿La culpa? El rodaje de la última película del director Paco Plaza, un thriller titulado Quien a hierro mata. El protagonista es Luis Tosar, que interpreta a un enfermero cuya vida se irá complicando por su vínculo con un narco (Xan Cejudo). Y durante estos días, la capilla fue el lugar elegido para instalar la habitación de maquillaje y vestuario.

Más de 150 usuarios han convivido con actores, productores, técnicos y mucho aparataje. Lo de la misa del sábado ha sido una de las pocas concesiones porque han sido los del rodaje los que se han adaptado a las normas de la residencia. Como ejemplo, la hora de comer. Ya puede asomar a la una y media la luz que ansiaba el equipo de grabación que a la una y media aquí se come. Y punto.

En un principio, DomusVi no era más que un escenario de rodaje al que se incorporarían figurantes externos. Pero la relación con los residentes y el personal fue tan cálida y cómplice desde el principio que todo desembocó en una perfecta simbiosis con la presencia de 40 usuarios en la grabación, así como una veintena de empleados.

La Voz se coló ayer en la residencia durante el último día de rodaje, donde hablamos con los usuarios que se han puesto a las órdenes de Paco Plaza. Como Berta Baltar, a quien se la verá en la película caminando varios metros por un pasillo de la residencia. La escena parece sencilla pero para una persona con su edad y sus achaques rodarla 14 veces ya no es tan gratificante. Así que en las últimas repeticiones la devolvían en silla de ruedas al punto de origen. Su compañera Manuela Rivas usa esa silla de forma permanente. Reconoce que, aun sabiendo que estaba presenciando un rodaje, le impresionó ver delante de sus narices a un joven llamarle de todo a un anciano. «Claro, era un actor, pero lo hacía tan bien que por un momento olvidé que era un rodaje y pensé que se había vuelto loco», recuerda.

Gazpacho a las 10.00

Toma la palabra Manuela Ois, oriunda de Cambre. ¿Su papel? «A mí me decían ‘siéntate acá, siéntate allá’ y yo obedecía», describe. También participó en escenas de comida. «El gazpacho quemaba», ríe. Y ojo con la hora: eran las diez de la mañana, no mucho después del desayuno. «Teníamos que hacer que comíamos -matiza su compañera Lourdes Gómez-, pero hubo quien aprovechó para almorzar». Todas ríen. No es para menos la experiencia y el gratificante trasiego que acaban de vivir, con un actor de primera línea que además se sometió a sus preguntas en una especie de tertulia. Argentina Raposo vuelve a desatar las risas: «Yo le pregunté que cómo tenía tanto éxito entre las mujeres si tan guapo no es, y me invitó a repetir la pregunta en otra ocasión con su mujer delante... Tosar es majísimo». Argentina, seis años ya en este centro, posó ante las cámaras caminando junto a una doctora hasta la zona del aparcamiento. «Siete veces», apuntilla. Y para los que acudan a los cines desvelamos ya que Argentina es una de esas mujeres vestidas de abeja que corretean por el jardín de la residencia. Hasta ahí podemos contar.

Tosar se llevó de recuerdo un grueso salvamanteles hecho por Amparo Pereiro, quien incluía una nota que decía: «Espero que te guste porque lo hice con mucho cariño, ¿vale?». Mientras hablan, las auxiliares cortan el paso a Fernando Quiles, directo a la terraza, donde están grabando. «El pobre quiere fumar, pero claro, hasta que terminen...».

Laura Presedo es la animadora sociocultural de DomusVi y quien ha participado en la adaptación de la residencia al rodaje junto con el resto del equipo. Incluso asesoró a Tosar y a sus compañeros para desarrollar los papeles de enfermeros. «Todo este ajetreo ha animado mucho a los residentes, están encantados con la experiencia», dice Laura. Todo ha encajado. Incluso Marilda, que acude todos los días a la capilla, pudo rezar allí entre espejos y botes de maquillaje.