El infierno de las niñas que se prostituyen por un euro en Sierra Leona

Violeta Molina Gallardo EFE

SOCIEDAD

Un documental retrata la dolorosa rutina de unas 2.500 menores en Freetown. «Soy responsable de mí misma. Vendo mi cuerpo para poder comer», asegura una huérfana que cayó en las redes de prostitución a los 13 años

04 abr 2018 . Actualizado a las 12:48 h.

«Piensan, sienten, obran como niñas», e incluso juegan como tal si la vida les da la oportunidad, pero miles de menores se ven abocadas al infierno de prostituirse en Sierra Leona, por apenas un euro al día, como única vía para subsistir. «Nadie cuida de mí, soy responsable de mí misma. (...) Vendo mi cuerpo para poder comer», narra en el documental Love Aminata Jalloh, una huérfana que empezó a prostituirse en Freetown a los 13 años.

Dirigido por Raúl de la Fuente, el cortometraje retrata cómo el sexo y la calle son la dolorosa rutina para unas 2.500 niñas en Freetown y cómo un proyecto de los Salesianos, Girls OS+, intenta rescatarlas y ofrecerles una alternativa lejos de los abusos y de la esclavitud.En Sierra Leona, uno de los países más pobres del mundo y paradigma del dolor tras la cruenta guerra civil y la epidemia de ébola, «se respeta más a un perro que a una niña», explica en Love el misionero salesiano Jorge Crisafulli, responsable de Girls OS+. 

El corto se estrena con motivo del Día Mundial contra la prostitución infantil. La pobreza, la orfandad o la desestructuración familiar son los principales motivos que hacen que las niñas caigan en las redes de prostitución, donde padecen abusos, todo tipo de violencia, «traumas profundos», rechazo social y contraen enfermedades de transmisión sexual (sobre todo sida y hepatitis B). Las niñas, muchas de las cuales han nacido en la calle y no tienen familia, ni siquiera saben que se pueden quedar embarazadas o enfermar cuando empiezan a prostituirse -algunas ni siquiera tienen la menstruación-. Tampoco existen métodos de barrera, aunque cuando los conocen apenas los usan porque los clientes no quieren.

«Nacen, viven, trabajan en la calle. Es la única salida para ellas», sostiene el sacerdote, quien destaca que la calle es sinónimo de violencia en el país africano y que, como mucho, una niña puede ganar entre 1,5 y 2 euros al día. No sólo las mafias son responsables de esta situación de «esclavitud», ya que cuenta con la complicidad de clientes policías, políticos y hombres ricos. «Los hombres malos te pueden destrozar la vida. (...) Siempre me digo que esta no es la vida que debería estar llevando porque al final enfermaré y moriré», confiesa Aminata en el documental, donde cuenta algunas de las perversiones y abusos a los que fue sometida mientras ejerció la prostitución.

Aminata, que ahora tiene 17 años, es una de las 150 niñas que han dejado atrás «esta esclavitud» gracias al programa Girls OS+, que Crisafulli inició en el 2016 en Freetown tras comprobar cuántas menores se veían obligadas a prostituirse en la capital de Sierra Leona. Una noche, se acercó a un grupo de niñas y les pidió que fueran a Don Bosco Fambul, su comunidad, para asearse, comer y hacerse pruebas médicas. Al día siguiente acudieron y, tras comer, se pusieron a jugar «como niñas» con unos ositos de peluche. En ese momento, Crisafulli vio clara la necesidad de poner en marcha un proyecto para ofrecerles una alternativa mediante la educación. «La clave de futuro para estas niñas es proponerles soñar», afirma el religioso, cuyo equipo de treinta trabajadores sociales intenta que su comunidad sea un «hogar donde se sientan acogidas y no juzgadas».

El misionero reconoce que no todas son historias de éxito, pero cuenta que las niñas suelen responder en cuanto se les proponen «ideales más altos». «Les decimos que no son basura, que son obras maestras. (...) No hay ningún niño ni niña corrupto, siempre tienen potencial para la bondad», continúa Crisafulli. El sacerdote salesiano explica que espera que cuando termine el 2018 hayan pasado por el proyecto 300 niñas, 900 en los próximos tres años: «Si Aminata lo ha logrado, por qué no lo puede lograr cualquier niña». Crisafulli reconoce que es una labor peligrosa, porque les obliga a estar en contacto con las mafias y los proxenetas: «Sabemos que nos puede traer consecuencias pero tenemos el deber de denunciarlo aunque nos cueste la vida».

En el mundo, unos 223 millones de menores son víctimas de la esclavitud sexual.