Una de cada siete adolescentes recurre a tranquilizantes o somníferos

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

JOSE PARDO

Los hipnosedantes son la cuarta droga con mayor consumo entre los jóvenes de 14 a 18, tras alcohol, tabaco y cannabis

26 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El 11,6 % de los adolescentes de entre 14 y 18 años reconocen haber consumido hipnosedantes en el último año. Y aunque la cifra es elevada de por sí, lo es mucho más si se analiza únicamente a las jóvenes, ya que una de cada siete admite haber tomado este tipo de tranquilizantes o somníferos. La encuesta Estudes que elabora el Plan Nacional Sobre Drogas entre los adolescentes españoles -con 2.089 entrevistas en Galicia- sitúa este tipo de droga como la cuarta más consumida, tras el alcohol, el tabaco y el cannabis.

Y con hipnosedantes no se refiere el informe del Ministerio de Sanidad a la valeriana o a productos para dormir que se venden sin receta en algunos establecimientos, sino que alude a «tranquilizantes o sedantes y somníferos, medicamentos que deben suministrarse con prescripción médica de acuerdo con la legislación española vigente». En el cuestionario que se da a los jóvenes se definen los tranquilizantes como medicamentos para calmar los nervios o la ansiedad, y los somníferos como fármacos para dormir. Respecto a la encuesta anterior, sube el consumo de hipnosedantes en general, también sin receta, que se refiere a aquellos casos en los que el adolescente accede al fármaco sin tener la prescripción correspondiente.

Los datos no son fáciles de digerir. En el año 2004 solo el 7 % de los menores de entre 14 y 18 años reconocían haber consumido alguna vez en su vida estas sustancias. En la actualidad, el 18 %, casi uno de cada cinco.

Este consumo es uno de los más llamativos de la conocida como encuesta Estudes, que respondieron más de 35.000 alumnos españoles. Otros se mantienen tristemente altos año tras año. El 75,6 % de los menores de ese intervalo de edad consumieron alcohol en los últimos doce meses, algo menos que el informe anterior, pero aumenta la presencia del tabaco (hasta llegar al 34,7 % de los jóvenes), y de cannabis (el 26,3 %).

Los jóvenes gallegos presentan unos consumos, dentro de lo malo, más optimistas. Porque están en la parte baja de la tabla en todos los indicadores que compara el Plan Nacional sobre Drogas. El 21,8 % de los jóvenes se emborracharon el último mes. Solo Murcia, Cataluña, Madrid y Galicia están por debajo del 21,3 %. El 67 % bebieron alcohol los últimos 30 días. Y solo Cataluña, Madrid y Galicia están por debajo del 66,5 % en la última estadística. Lo mismo ocurre con el cannabis y el tabaco diario, en donde la gallega forma parte siempre de las comunidades de la parte baja de la tabla.

«Utilizan sustancias que les excitan y luego necesitan otras que les ayuden a bajar»

Manuel Serrano es jefe de psiquiatría del Chuac, y aunque admite que no ha percibido en la práctica diaria un aumento del consumo de hipnosedantes en adolescentes, «en este caso le doy más consideración al dato que a lo que percibo». En su experiencia como facultativo en el complejo hospitalario de A Coruña, los hipnosedantes suelen demandarse «porque los jóvenes utilizan unas sustancias que les excitan y necesitan otras que les ayuden a bajar, precisan el down». Esas otras sustancias son el alcohol o las anfetaminas, e incluso excitadores que no están catalogados como drogas peligrosas como son las famosas bebidas energéticas «que tienen un componente de cafeína muy grande».

¿Y qué hacen los profesionales? ¿Facilitar los fármacos? En urgencias no, «conocemos estas historias y ponemos todos los obstáculos posibles, sobre todo en urgencias porque no es el lugar adecuado. Lo que hacemos es ver cuál es el problema y aconsejar al adolescente para que se sitúe en la dirección correcta para curar o modular este consumo», explica Serrano.

En realidad es difícil que entiendan la necesidad de no consumir excitantes para no recurrir a tranquilizantes, «porque lo que buscan es algo que les dé marcha, ánimo, y lo que ocurre es que después necesitan lo contrario, una sedación», sostiene Serrano. El entorno familiar muchas veces no tiene conocimiento de estos consumos y en otras ocasiones simplemente lo minimiza. Este psiquiatra insiste en la dependencia que crea la cafeína, «toxicodependiente, ya que cada vez se necesita mayor dosis para los mismos efectos», concluye.

José Mazaira, coordinador de la unidad de hospitalización de salud mental de infancia y adolescencia del CHUS, cree que habría que estudiar estos datos, para este profesional excesivamente altos. Y plantea varias explicaciones a estos resultados. Que los menores encuestados no entiendan bien qué significa un hipnosedante; que accedan a estas sustancias de forma no reglamentada, bien en botiquines familiares o a través de otros cauces; o que crean que los ISRS son hipnosedantes. Estos ISRS son un tipo de fármaco que suele darse a los menores que presentan ansiedad u otros cuadros, pero que no son hipnosedantes, no crean dependencia ni provocan somnolencia o disminución de reflejos. «No obstante, creo que habría que analizar esos datos para constatar cuál es la realidad», explica Mazaira.