Menores africanos se salvan de una muerte segura en hospitales gallegos

Susana Luaña Louzao
susana luaña SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

CÉSAR TOIMIL

Tierra de Hombres gestiona operaciones que no pueden practicarse en sus países

17 mar 2018 . Actualizado a las 12:38 h.

Finales de noviembre del 2017. Una familia mauritana deja a su hijo Cheikh, de catorce meses, en manos de un voluntario que realiza con el pequeño en brazos un largo viaje hasta Galicia. En el aeropuerto se lo entrega a María Filgueira, a quien los padres del pequeño no conocen de nada. Ella será su madre de acogida durante unos meses, el tiempo necesario para que un equipo de médicos del Materno Infantil Teresa Herrera de A Coruña intervengan al menor de una grave cardiopatía que pone en riesgo su vida y de la que no podría operarse en su país por falta de medios. Cheikh se operó en diciembre y luego sufrió varias complicaciones por las que tuvo que ser ingresado de nuevo, pero es un superviviente nato y sus ganas de vivir vencieron la batalla. Ahora se recupera mimado por su madre de acogida y arropado por los voluntarios que lo cuidaron en el hospital, donde el pequeño mauritano cautivó al personal con su espontaneidad y su alegría. No tardará en ser abrazado de nuevo por los suyos. En unas semanas, María se despedirá de él en el aeropuerto sabiendo que nunca más volverá a verlo.

Además de Cheikh, otros tres niños africanos llegaron en los últimos meses para operarse en Galicia, y todo salió a pedir de boca; dos fueron intervenidos por cardiopatías y otro por una atresia anal, una enfermedad congénita que se produce cuando el recto no está conectado con el ano, un tipo de malformación gastrointestinal de la que los menores beneficiarios de este programa se operan en HM La Rosaleda, en Santiago. Estos dos hospitales gallegos, junto con el Clínico compostelano, son los que colaboran con Tierra de Hombres en Galicia a través de las intervenciones altruistas que realizan doctores como Eduardo Granja, Manuel Gómez Tellado o Víctor Bautista.

La oenegé se creó en 1960, cuando Argelia estaba en guerra y los niños heridos en la contienda fueron trasladados a Suiza. Poco a poco se fueron sumando voluntarios de otros países y en Galicia se abrió una delegación cuando Raúl Besada decidió crear una red solidaria en la comunidad. «Siempre tuve sensibilidad con la infancia -indica el delegado gallego de Tierra de Hombres-; estuve en casas de acogida y trabajé con niños saharauis. Un día se dio un caso complicado con un menor y busqué cómo solucionarlo; fue así como di con Tierra de Hombres».

Desde que la entidad trabaja en Galicia han sido operados 91 niños en la comunidad. Viajan miles de kilómetros desde los países con los que tiene convenio Tierra de Hombres: Benín, Togo, Mali, Senegal, Guinea Conakry, Marruecos y Mauritania. «Las necesidades son mayores, pero hace falta una estructura y una coordinación. Cuando lo tenemos todo, los traemos. Ya nos gustaría traer a más...», admite Besada.

Además de Galicia, la oenegé cuenta con hospitales colaboradores en Andalucía, Madrid y Euskadi. Pero no solo la disponibilidad del doctor o del quirófano es necesaria; hacen falta voluntarios que se comprometan a atender por horas a los niños y, sobre todo, familias de acogida. «Es lo más difícil», reconoce el delegado en Galicia. Y lo es porque hay que cumplir una serie de requisitos; el principal, tener la templanza y la fortaleza necesaria para saber que la acogida es temporal, y que pese a los vínculos que se establecen con un menor al que se le ha salvado la vida, la despedida es necesaria. Ni las familias de origen conocen a los padres de acogida, ni al revés. «Es una de las normas de la oenegé -explica Besada-. No queremos intervenir en el día a día de sus familias; es un proyecto de salud y los padres de acogida tienen que tenerlo claro, sus familias no los mandan de vacaciones y saben que se pueden morir en el quirófano. Es una angustia terrible. Hay que tener en cuenta que son niños queridos y protegidos por los suyos, escolarizados y con una vida normalizada». En Galicia se dio un fallecimiento, y la familia solidaria creada por Tierra de Hombres en A Coruña y en Santiago no podrá olvidar a la menor que ya nunca más pudo ser abrazada por los suyos.

«Sus familias son los verdaderos héroes»

María es de Ferrol, y no tiene hijos propios. Sin embargo, es madre de familia numerosa, porque Cheikh ya es el séptimo niño que acoge en los cinco años que lleva colaborando con Tierra de Hombres. «Nos roba el corazón a mí, a mi familia, a mis amigos y a Nano, mi pareja. Ellos son un apoyo fundamental en nuestro Viaje hacia la vida», que es como se llama la iniciativa. Es habitual que a María le pregunten por qué se complica la vida de semejante manera, por qué se busca disgustos gratuitos y sufrimientos como los que padece cada vez que en el aeropuerto le arrancan a sus niños de sus brazos, que es como si le arrancaran el corazón. «Honestamente, es todo lo contrario. Soy feliz haciendo lo que hago. Es una cuestión de coherencia, de poner en la misma línea mis valores y mis actos. Creo que ahí radica el secreto de la felicidad. Ver que un peque que llegó agotado, enfermo y asustado te busca con la mirada, te acaricia, te sonríe... Eso es indescriptible».

Empeñada en quitarse importancia, recalca: «Sus familias son los verdaderos héroes de esta historia». Y se pone en su lugar. «¿Te imaginas recibir una noticia de esa magnitud? 'Vuestro hijo padece una cardiopatía grave, si no se opera puede morir'. Y en Mauritania no hay infraestructura para operarle. El siguiente paso es decidir si disfrutas del tiempo que le queda sin separarte de él o si le permites vivir con una persona a quien no conoces, de una cultura diferente, que no sabes si le arropará por la noche o le consolará cuando esté triste».

Sabe que dentro de un mes tendrá que separarse de Cheikh. «Lo llevaré al aeropuerto y yo me quedaré con esa sensación agridulce de la despedida. La alegría de saber que se reencontrará con esa mamá y ese papá que le han dado el mejor regalo, el hecho de poder curarse y crecer feliz, y la tristeza de no verle nunca más. Sé que por séptima vez yo me preguntaré si esto merece la pena, y obtendré la misma respuesta: ¡Claro que sí!». Porque habrá un nuevo viaje hacia la vida con su octavo hijo de acogida.