Iria Marañón: «Debemos fomentar que los niños varones jueguen con muñecas, casitas y cocinitas»

Javier Becerra
Javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

En su libro «Educar en el feminismo» plantea la ruptura total de los roles sexuales para educar en la igualdad

07 mar 2018 . Actualizado a las 12:48 h.

Niñas rosas, con muñecas, cocinitas y princesas. Niños azules, con barcos piratas, fútbol y superhéroes. Iria Marañón (Madrid, 1976) considera que los caminos del estereotipo están perfectamente trazados. Y que coartan la libertad. Para su ruptura considera que hay que actuar cuando antes. Las claves las plantea en Educar en el feminismo.

-En su libro parece estar muy claro cómo hay que educar en casa, pero no queda tan claro cómo responder en el contexto social en el que conviven luego los niños. Le pongo un ejemplo: unos padres visten a su hijo con una camiseta rosa, pero el niño llega al colegio y se burlan de él. ¿Se hace esa pregunta?

 -Tienes toda la razón, en el sentido de que si solo educamos en el feminismo en casa, luego nuestras niñas y nuestros niños van a ver que en la sociedad están haciendo palanca constantemente. Mi propuesta es para educar en casa y para los educadores, pero en realidad es una propuesta de educar a la sociedad para que cambien las cosas. Mi idea es que si educamos en el feminismo a los niños y las niñas hoy, tanto en casa como en los centros educativos, y la sociedad empieza a hacer esfuerzos por hacerlo así, el día de mañana es bastante probable que puedan tomar decisiones para cambiar leyes y transformar realmente el sistema. Lo podríamos hacer ahora. Nos ahorraríamos mucho tiempo y lo podríamos disfrutar ya. Pero, como veo que no sucede, creo que tendríamos que empezar con nuestras niñas y nuestros niños a ver si logramos un futuro mejor y que sean ellos los que cambien totalmente el sistema.

-¿Es el primer síntoma machista hacerle los agujeros para los pendientes a una niña bebé?

-Es uno de tantos otros símbolos que le van a decir a una niña qué posición ocupa en una sociedad. No solo es ponerle pendientes, sino todo lo que lleva asociado en un sistema patriarcal. A esa niña le diremos que se porte como una señorita. Tendrá referentes de mujeres sumisas. Aprenderá, de manera inconsciente, a ser complaciente. Llegará un momento en el que se dé cuenta de que es una ciudadana de segunda. Todo eso la va a llevar a una serie de desigualdades: a sufrir brecha salarial y falta de acceso a puestos de poder y responsabilidad, menos espacio público, verbal, físico y político. Y, además, va a soportar la violencia machista. Los agujeros en las orejas no son nada sin el contexto. Y ese contexto dice: «Prepárate, porque esto es ser niña».

-¿En qué momento se ponen cosas como esta sobre la mesa, haciendo estas relaciones entre un hecho aparentemente inofensivo y unas consecuencias tan penosas?

-En el movimiento feminista se lleva diciendo toda la vida, no es nada nuevo. Lo que pasa es que en el 2017 ha habido un repunte que ha visibilizado un montón de cosas. Creo que estamos empezando a hacer autocrítica. Ahora se habla más por eso. Cualquier cosa que estamos haciendo con las niñas y las niños, en la que los estamos poniendo en dos escenarios muy distintos, se cuestiona. En realidad, esto ha pasado siempre. Ahora se ve más porque estamos más sensibilizadas. 

 -Hace mucho hincapié en el mundo Disney. ¿Es malo para los niños vivir su infancia en ese universo?

-Yo hablo de los estereotipos en las películas de Disney y otras, no solo las de Disney. Si nos remontamos a nuestra infancia, a títulos como Cenicienta, La Sirenita o Blancanieves, vemos cómo ese tipo de películas lanzan un mensaje según el cual la mujer solo puede ser dos cosas: sumisa y complaciente o una bruja. No hay en ninguna película de Disney anterior a Brave (2012) un referente de una mujer que sea diferente. En ese sentido, sí que es perjudicial. Les están diciendo que las mujeres somos o princesas obedientes o madrastras malvadas. Y no, las mujeres somos muy diversas. Hay muchas formas de ser mujer. Yo pido diversidad en los referentes que puedan tener las niñas y los niños. Tanto ellas como ellos tienen que saber que las mujeres pueden ser de muchas formas diferentes.  

 -Habla de contextualizar. Entiendo que no está a favor de que se prohíban ciertas películas o ciertos libros, pero sí de la necesidad de explicarlos.

-Exacto. Yo no hablo de prohibir absolutamente nada, pero sí de formarlas con mucho criterio, para que ellas mismas se den cuenta y detecten en dónde están los comportamientos machistas y sexistas en lo que están viendo. Vivimos en un sistema patriarcal que favorece al varón y eso hay que saber detectarlo.

-¿Le gustaría que no sonase el reguetón en la radio?

-Insisto: no soy de prohibir nada, pero el reguetón fomenta unos mitos del amor romántico e incluso de violencia machista. Yo nunca les podría a mis hijas reguetón para bailar. Cada uno es libre de hacerlo, pero tiene que saber que las letras de esas canciones les están mandando mensajes a nuestras niñas y nuestros niños. Por lo menos, que tengan criterio a la hora de escucharlo. Que digan que esas cosas que se dicen no se las creen o que tengan consciencia de que son barbaridades.

-¿Se debe promover que un niño juegue con muñecas?

-Sí, rotundamente sí. Tenemos que tener en cuenta que el juego es el modo que tienen las niñas y los niños de practicar lo que quieren ser en el mundo adulto. Debemos fomentar que los niños varones jueguen con muñecas, casitas y cocinitas. De lo contrario, cuando ese niño llegue a ser un adulto va a ser un hombre que no se va a implicar en las tareas del cuidado del hogar o de los niños, ya que es algo completamente ajeno a él. Hasta ese momento no es algo que haya estado en su vida. Sin embargo, si educamos a los niños no solamente a jugar con muñecas o casitas, sino a involucrarnos en las tareas de la casa todo cambia. Que vean que para que funcionen las cosas alguien tienen que hacer la comida, alguien tiene que limpiar y alguien tiene que cuidar. Eso es tan importante como cualquier otra cosa. Eso lo tienen que hacer también los niños y los hombres.

-¿Y animar a las niñas a que jueguen con coches o al fútbol?

-También. La ruptura tiene que ser por los dos lados: niñas y niños. Si las niñas solo juegan con muñecas y cocinitas, a maquillarse, hacer abalorios y pulseritas, lo que hacen es no salir de su estereotipo. Luego no les pidamos a esas niñas que en el futuro tengan ambiciones profesionales, ambiciones aventureras y que sean libres. No se lo estamos fomentando en su época de juego. Luego se cortocircuitan. Llega un momento en el que le dicen que tiene que ser una gran profesional. “¿Cómo? Primera noticia. Yo llevo jugando a las casitas y las muñecas toda mi vida”, dirá. Con los niños ocurre lo mismo. Le dices que tiene que asumir las tareas de casa y el cuidado de los niños y te dice: “¿Yo? Pero si eso no lo he hecho jamás”. Ese tipo de cosas son importantes. Romperlas nos hace más libres a todos.

-¿Hacen mal unos padres si le pintan la habitación a su hijo de azul y a su niña de rosa?

-Solamente pintando la habitación de rosa o azul no están haciendo nada, ni bueno ni malo. Eso es como todo. Necesita un contexto. Si tú le pintas de rosa la habitación a la niña, pero le das referencias de mujeres fuertes, la incitas a que juegue con cosas que se salen de su rol y rompes estereotipos, no pasa nada. Es el conjunto de todos los roles, no uno solo. Si te gusta pintar una habitación de rosa, solamente, pues no pasa nada.

«No necesitamos igualdad, lo que necesitamos es feminismo»

En el libro Marañón se hace mención a un estudio. Dice que las niñas a los 6 años se sienten menos inteligentes que los niños. «Es del 2011. Evidenció que esas niñas ya habían interiorizado qué lugar ocupaban en la sociedad. Cuando les preguntaban por condiciones de personas especialmente inteligentes se las otorgaban siempre a los varones. Eso significa que todos los roles que esa niña ha recibido desde los cero hasta los seis ha permeado completamente en ella y ya tiene completamente  asumido cuál es su lugar en el mundo. Esto es muy perturbador y muy desolador. Esto indica que tenemos que romper con los estereotipos mucho antes, para que algo así no ocurra», explica. 

-¿Estamos cerca de la primera generación de niños y niñas iguales?

 -Ojalá, pero tal y como se está educando ahora, no. En las familias creemos que estamos educando en igualdad, pero no se está llevando a cabo de forma correcta. Creo que si nos podemos ahora, puede ser que sea la primera generación de niños y niñas educados en igualdad. Pero tal y como se hace, no.

-¿Queda, bajo una apariencia no machista, un poso inconsciente que impide que se pueda hacer?

 -Sí, la sociedad tienen tan asumido el machismo que no lo ve. Por ejemplo, los estudios que evidencian que los niños ocupan más espacio que las niñas en los patios de colegio. Los niños ocupan la parte central jugando a la pelota y las niñas se van a los laterales. Algo como esto, si no te lo explica un estudio que ha evidenciado que esto ocurre de forma sistemático, a lo mejor nosotros no nos damos cuenta. Si no conocemos los estudios que señalan que los niños y los hombres ocupan más espacio verbal que las niñas seguramente nosotros no nos daríamos cuenta, porque tenemos tan asumido el machismo y al sistema patriarcal que nos somos conscientes de las diferencias.   

-Una mucho el término neomachismo. ¿Qué es?

-Hoy nadie le dice a una mujer que su lugar está en la cocina. Eso está muy mal visto. Pero hay otros machismos. Por ejemplo, cuando se dice: «Ni machismo ni feminismo, lo que necesitamos es igualdad». La persona que dice esto le está restando valor al movimiento feminista y sería neomachista. Porque no necesitamos igualdad, lo que necesitamos es feminismo, un movimiento que corrija las injusticias. También hay muchos negacionistas de la violencia machista, personas que dicen que no es un problema sistémico, como sí lo es. Luego están los hombres que son contrarios a las cuotas para tener igualdad, la única forma en que los países más avanzados la han logrado. Eso nunca ocurrió de forma espontánea, sino por cuotas. Es un síntoma claro de neomachismo.

 -Dice: «Si no eres feminista, eres machista». ¿Así de tajante?

-Sí, suena muy tajante, pero es la realidad. El feminismo es la única solución al machismo. No es que sea lo contrario. El machismo es opresión y el feminismo, justicia y libertad.

-Dice que los hombres pueden ser aliados en la causa feminista, pero no protagonismo. ¿Su libro no sirve para hombres?

-Es para hombres y mujeres, porque los hombres tienen que estar implicados en el feminismo. Pero a la hora de liderar el movimiento tienen que ser las mujeres porque es un tema de mujeres. En la lucha contra el racismo tienen que liderar esa lucha personas racializadas, no vamos a ir la supremacía blanca a liderar sus protestas. Así le volveríamos a quitar su espacio. El feminismo reclama su espacio también. El hombre puede estar a nuestro lado, porque luchamos por cosas que también le beneficia a él. Yo el libro lo he escrito dirigido a hombres también.

-¿Está la sociedad en un punto de inflexión? ¿Hay un antes y un después desde el 2017?

 -Yo creo que sí. El 2017, con Women's March contra las política de Trump, arrancó un año que ha visibilizado el movimiento feminista. Han salido a la opinión pública cosas que han hecho que mucha gente se haya sensibilizado con el tema. Sí que quiero pensar que es un punto de inflexión en el feminismo y en plantearse y repensar todo el sistema patriarcal. Esperemos que de aquí salga bueno.