Más de 800 millones de personas pasan hambre en el mundo, pero un tercio de la producción de alimentos se desperdicia. En total, 1.300 millones de toneladas se van a la basura cada año. La FAO calcula que solo con una cuarta parte de esa cantidad podría dar de comer a los hambrientos. Pero no solo eso: el desperdicio cuesta globalmente 847.000 millones de euros.
Los datos son terriblemente paradójicos, pero sirven para colocar en el primer plano la necesidad de frenar el desperdicio alimentario, que en España es muy preocupante: es el séptimo país de la Unión Europea que más comida tira, con 7,7 millones de toneladas al año, que representan un gasto de 3.300 millones de euros.
En el 2013, el Ministerio de Agricultura elaboró una estrategia, Más alimento, menos desperdicio, para afrontar este problema. Algunos objetivos se han cumplido porque, desde el 2015, el desperdicio en los hogares se ha reducido el 4 % y determinadas medidas, como la ampliación una semana de la fecha de caducidad de los yogures, han llegado al conjunto de la población. Los hogares son, de largo, el eslabón de la cadena en el que más comida se tira, con el 42 %. Por detrás está la restauración y la distribución, según los datos divulgados ayer por la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina.