Dos décadas del asesinato de Ana Orantes, la primera mujer que puso rostro al maltrato
SOCIEDAD
Esta andaluza se atrevió a contar en la televisión en 1997 el maltrato continuado al que su marido la expuso durante 40 años
17 dic 2017 . Actualizado a las 19:29 h.Tan solo trece días antes de que su exmarido la quemara viva en el patio de su casa, Ana Orantes se llenó de valentía y acudió a la televisión a relatar con una templanza que ponía los pelos de punta cuatro décadas de maltratos, vejaciones y brutales palizas por parte de su pareja. Un 4 de diciembre de 1997, Ana Orantes se sentaba frente a Irma Soriano en Canal Sur para contar el infierno a la que su exmarido la tenía expuesta. No era sencillo. En una época en la que las mujeres no alzaban ni una mínima voz para denunciar los malos tratos y en el que el silencio era la marca establecida, Ana Orantes se atrevió a dar un paso. Le costó caro. Pero su testimonio tuvo un impacto decisivo en la lucha contra esta lacra.
«Llegué casa y dije ya estoy aquí; me dio una bofetada, como la que le dieron al Señor, no supe por dónde había venido aquello, di un chillido porque creí que me había roto la cara. Se levantó mi hijo y le preguntó por qué me había pegado y le dio una guantada, porque dijo que yo no valía un duro, así durante 40 años». A bocajarro, sin tapujos y con la crudeza que requerían los hechos. Así comenzó a narrar Ana Orantes delante de la cámara de la televisión andaluza los malos tratos que ella misma y sus once hijos vivieron durante décadas.
Cuarenta años dan para mucho. Y los de Ana Orantes para mucho más. Sentada en el sillón de Canal Sur explicaba uno detrás de otro los terribles episodios de violencia a los que su marido la había expuesto. A pesar de que él mismo le prometía una y otra vez que «ya no iba a haber más palizas». «Yo lo creía porque tenía once hijos y no tenía dónde ir, no podía irme con mis padres, ni con nadie y tenía que aguantar que me diera paliza sobre paliza; me ha pegado y me ha dolido, pero me duele más lo que ha hecho con mis hijos», relataba con una tranquilidad inquietante Ana Orantes.
«Llegué un día a casa con mi niño enfermo y me encuentro a los otros niños sentados en círculo y él en medio. Me pregunta de dónde venía y le dije que del médico, tiró al niño contra el sillón, empezó a pisar los medicamentos, y me dio una paliza para matarme», explicaba Ana Orantes a una España que observaba con sorpresa el primer testimonio de una mujer maltratada.
«No le he querido nunca, le tenía pánico, miedo y sentía horror pensar que eran las diez de la noche y no había venido; me tenía temblando como una chica», confesaba Ana Orantes, quien entre sollozos lamentó que no había podido ir ni a la boda de su hijo. «Mis hijos lloraban, mis hijos son todos modelos». Tras pronunciar estas palabras, su ex marido, que seguía viviendo en el domicilio familiar por decisión judicial, la quemó viva.
Ana Orantes removió las conciencias. Pero a pesar de que esta andaluza dio en la década de los noventa la voz de alarma de la situación que vivían tantas mujeres, esta lacra sigue copando páginas en los diarios. Otro millar de mujeres han sido asesinadas dos décadas después por violencia machista, pero el testimonio de Ana Orantes removió la conciencia social y política en torno a una cuestión que hasta esa fecha estaba ceñida a las páginas de sucesos.
A Ana Orantes le debemos mucho. Un año después, el Gobierno del Partido Popular aprobó el I Plan de Acción contra la Violencia Doméstica que incluía una serie de medidas, como la prohibición de aproximación a la víctima. En el 2005, arrancó la Ley Integral, impulsada por el ejecutivo socialista, y antes de que acabe el año debería ponerse en marcha el pacto de Estado de Violencia de Género. «Ana Orantes fue la figura individual que puso cara y nombre y que pagó la factura de la tragedia; le dio credibilidad a las denuncias que estaban haciendo las organizaciones de mujeres, del desamparo y las malas decisiones judiciales que se dictaban y que les ponía en riesgo», explicaba a Efe, la directora de la Fundación Mujeres, Marisa Soleto.
«Fue un antes y un después; desde ese momento, el tono institucional cambió y también en los medios de comunicación se inició el camino que terminó con la legislación que tenemos actualmente», añade esta feminista. «El caso de Ana Orantes nos demostró que esto estaba ocurriendo y que el sufrimiento de las mujeres era el peor posible». Para la jurista, en ese momento había «una inacción tanto social como institucional que ponía en riesgo a las mujeres» y «la víctima no sabía donde pedir ayuda».
«Ir a un medio de comunicación les ponía en el máximo riesgo», destaca, pero lo que hizo Ana Orantes «es denunciar en la televisión que las resoluciones judiciales que había obtenido después de muchas denuncias tenían un absoluto desprecio por su seguridad: le dicen apáñese a ver cómo se reparten la casa».
Todavía queda mucho por hacer para poder eliminar de raíz el gran problema de la violencia machista. Se lo debemos a todas las Anas Orantes.
Un recuerdo que nunca desaparecerá
La familia de Ana Orantes la ha recordado este domingo con una misa celebrada en Granada al cumplirse veinte años de su trágica muerte, y ha pedido «leyes más justas». Antes de acceder a la misa, celebrada en la basílica de las Angustias, su hija Rosario ha declarado a los periodistas que Ana Orantes «no se va a olvidar en la vida» pese a que «su asesino quería que no se supiera nada de ella», y que su recuerdo siempre permanecerá por lo que sufrió y porque «fue la única mujer que tuvo agallas de ir a una televisión y decir lo que le pasaba».
Para sus nietas, que no llegaron a conocerla, Ana Orantes es un referente: «La pequeña pensaba que era una artista cuando salía en la tele. Con la edad ha ido viendo lo que le pasó a su abuela».