Así pillaron al falso fotoperiodista de guerra que vendió fotos a medios de todo el mundo

P. V. REDACCIÓN

SOCIEDAD

Le robó la identidad a un surfero británico asentado en Santander y consiguió vender fotografías ajenas en conflictos en Oriente Medio utilizando un viejo truco

06 sep 2017 . Actualizado a las 22:24 h.

Eduardo Martins consiguió hacerse un sitio entre los fotorreporteros de guerra por sus cautivadoras imágenes en conflictos de todo el mundo. Su reputación fue creciendo paulatinamente, sus dramáticas fotografías se publicaban en medios tan importantes como el Wall Street Journal, la BBC, Le Monde, The Telegraph o Vice, su perfil de Instagram, en el que el atractivo fotógrafo compartía sus vivencias en lugares en guerra, llegó a sumar 125.000 seguidores.

Le acompañaba, además, una historia previa de superación de esas que consiguen la empatía y el amor de la gente: el fotorreportero brasileño había sufrido abusos sexuales cuando era niño y, ya adulto, había conseguido vencer la lucha contra la leucemia. Solo después decidió arriesgar su vida para dedicarse a sus verdaderas pasiones: la fotografía de guerra y el surf.

La historia de Eduardo Martins lo tenía todo. Solo le faltaba un aspecto importante: que fuera real.

Tenía imágenes en Gaza, en Siria o en Irak que les había mandado a agencias como Getty Images, Zuma o NurPhoto, pero no eran suyas. Detrás de ese personaje había un impostor que había tejido una estrategia que sería perfecta si no fuera por las sospechas de sus supuestos compañeros de profesión, según explica BBC Brasil.

Así se descubrió la trampa

Las sospechas comenzaron cuando el fotógrafo de guerra Fernando Costa Netto, que se había hecho amigo virtual de Martins (y había hecho también un artículo alabando su trabajo), recibió algunas informaciones de agencias de noticias advirtiéndole de la posibilidad de que el supuesto fotógrafo fuera un fraude.

Costa Netto decidió contactar con Martins y este, automáticamente, eliminó su cuenta de Instagram, su página web y le respondió con un correo diciéndole que se había marchado a Australia para pasar un año sabático en una caravana.

Tras un nuevo artículo de Costa Netto explicando su extrañeza por el caso, Ignacio Aronovich, otro fotógrafo brasileño, decidió ponerse a investigar sobre Martins y sobre cómo había conseguido un reportero falso colarles fotos a prestigiosas agencias y medios de comunicación.

En las fotografías de Martins vio algo extraño: en una de sus imágenes sostenía una cámara que tiene el disparador en el lado izquierdo, contrariamente a lo que es habitual.

La foto, dedujo Aronovich, estaba volteada horizontalmente. Así que probó a coger las imágenes de uno de sus reportajes para la revista Recount, las giró y las buscó en Google. En efecto, todas esas fotografías existían, pero estaban todas ellas firmadas por el americano Daniel C. Britt.

El supuesto Eduardo Martins había hecho un viejo y fácil truco: reflejar las imágenes, recortarlas un poco y cambiar los topónimos para evitar que se pudieran rastrear a través de los buscadores. Y, con ello, había engañado a empresas profesionales durante años.

La cosa no se acabó ahí. La reportera de BBC Brasil Natasha Ribeiro también caló a Martins. El canal de televisión había publicado un reportaje sobre la vida fotógrafo en el que el brasileño decía que «las personas necesitan ver esa realidad», y que acompañaba de fotografías y vídeos del conflicto de Irak supuestamente tomados por él.

Ribeiro contactó con otros periodistas de guerra que trabajan en la región y se dio cuenta de que absolutamente nadie conocía a Martins, ni siquiera los que habían estado allí donde él había tomado aquellas imágenes. Tampoco las autoridades sirias o iraquíes ni las oenegés habían oído hablar nunca de él.

Y no eran las únicas incoherencias. En una conversación con periodistas de BBC Brasil a través de WhatApp, les dijo que trabajaba como voluntario humanitario para las Naciones Unidas. Por supuesto, no había ningún registro de su participación con la ONU.

¿Quién es el que sale en las fotos?

Todo parecía indicar que el protagonista de las fotografías de Eduardo Martins no era quien decía ser. Pero la cosa era todavía más grave. El atractivo joven que salía en todas las imágenes como Eduardo Martins ni siquiera estaba al corriente de esta historia.

Quien se dio cuenta fue una amiga del fotoperiodista Paulo Nunes dos Santos, radicado en Irlanda, y que conocía la persona que se correspondía con el supuesto rostro de Eduardo Martins.

Era de Max Hepwoth-Povey, un surfero británico de Cornualles que vive y trabaja en Cantabria desde hace unos años, y al que el impostor le había robado sus fotografías en las redes sociales para crear a Eduardo Martins.

«Estaba relajado, tomándome un vino, cuando un amigo (editor de la revista Wavelenght, para la que escribe), entró en contacto conmigo diciéndome que habían robado mi identidad en una especie de broma en Internet», le contó el surfero a BBC Brasil. «Cuando yo tenía Facebook, hace tres años, una persona que se indentificó como Bruno entró en contacto conmigo y quería proponerme un trabajo sobre surf. Yo dije: «vale, hablemos», pero tuvimos una conversación extraña por Skype, su vídeo no funcionaba bien, así que le dije que no me interesaba», contó Max, que se encontró que, una semana después, «alguien había hecho un perfil falso de mí mismo en Facebook, lo encontré algo siniestro y me di de baja en Facebook. Quizás haya tenido que ver con eso».

Romances virtuales

Al menos seis mujeres mantuvieron algún tipo de relación, solamente virtual, con el supuesto Eduardo Martins, aunque ninguna consiguió nunca verlo en persona.

A la fotógrafa de São Paulo Nina Keller, que lo entrevistó para M Journal, aunque no se habían visto nunca, él le mandaba flores, la llamaba diariamente y le enviaba mensajes constantemente. Y también le explicaba que iba a hacer exposiciones fotográficas en Nueva York y París. 

La mayoría de personas, tanto sus amantes como algunos de los compañeros que confiaron en él, decían que su historia sonaba creíble y que, además, en conversaciones a través de Skype incluso conseguían ver la imagen del hombre rubio durante algunos minutos, aunque el vídeo y el sonido siempre se cortaban, de modo que es posible que utilizara las conversaciones que había tenido previamente con el surfero británico.

Identidad desconocida

De momento, la verdadera identidad de Eduardo Martins es todo un enigma. Y el propio Max Hepwoth-Povey se muestra reticente a imponer una denuncia. «¿Cómo podría encontrar al sujeto que hizo esto?», afirmó antes de reconocerle los méritos a su suplantador: «Lo que hizo fue impresionante. La dedicación es increíble. Me encantaría tener tantos seguidores para promover las cosas en las que creo, como por ejemplo: no le hagas daño a nadie».